lunes, enero 19, 2015

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Domingo de sol. Decido abrir la librería y terminar algunos archivos que debo presentar en algunos días. Mi plan es estar un par de horas, a lo mucho tres, cosa que de esta manera aprovecho las horas muertas del día. 
Prendo la Laptop y busco el archivo, pero antes de cliquear, se me antoja una Cusqueña en lata. Como es domingo, no están cerca los celadores de las buenas costumbres. Salgo y compro al toque no una sino dos Cusqueñas en lata. Y me pongo a trabajar esos archivos que debí terminar una semana atrás. Con el control remoto, dirijo los movimientos del ventilador, dirijo el aire en dirección a mí. 
Lo que llamó mi atención, y me percaté de ello horas después, fue que no que tuve ganas de fumar. Sin duda, estoy ante una buena señal, porque me he propuesto fumar poco, y lo de este día fue poco o nada en relación a lo que normalmente suelo fumar. No sentí tembladera alguna, mis pulsiones no se alteraron, no era presa de ese descontrol en el pecho. 
Cuando acabé de llenar los archivos, me había quedado sin latas y tenía ganas de beber más, de seguir en esa onda, sazonar lo suficiente mi cabeza para hacer la ruta del cine, puesto que cada dos domingos, a partir de las tres de la tarde, me pongo a buscar películas, primero en determinados espacios ya conocidos (a la caza de los clásicos no sonoros) para acabar en el Pasaje 18 de Polvos Azules. 
La ruta del cine me gusta no por las películas que encuentro y compro, sino por el mismo hecho de hacer la ruta, ruta que no solo me permite ver de otra manera las calles y personajes que siempre o casi siempre ves. Todo indica que los domingos las personas son más naturales que en los días laborales, además, las calles se muestran más veraces en su desnudez, que nos presenta en su justa dimensión su belleza y fealdad. 
Mientras hacía la ruta, en el cruce de Belén con Uruguay me detengo para ver una bronca en la que dos tipos, de los que puedo deducir que son amantes de los fierros, se agarran a golpes, digamos sincronizados. Esa sincronía de movimientos despierta mi curiosidad, puesto que no se puede pelear de una manera tan cantada; felizmente me doy cuenta en segundos, no caigo en la trampa en la que sí otras puntas al paso. 
A media cuadra, una camioneta blanca, en el techo de la misma un camarógrafo. 
¿Comercial? ¿Largometraje? ¿Corto? Lo que sea, seguí mi ruta.

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