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Anoche se me dio por ver segmentos de Los infiltrados de Scorsese. Más de uno
dirá que no se trata de lo mejor de su filmografía, pero poco o nada me vale
esa opinión, al menos no resulta decisiva para tenerla en menos.
Termino de ver los segmentos que
necesitaba ver y dejo correr la película. Me acomodo en mi sillón y continuo la
lectura de los dos libros que vengo leyendo, aunque uno de ellos es una relectura,
un libro que frecuento en verano, ahora en este verano limeño que, hasta el
momento, se está portando bien.
Pienso que algunos libros se ajustan al
clima, no sé, pero no es lo mismo Trilogía
sucia de La Habana en invierno, primavera y otoño que en verano. No, para
quien esto escribe no es lo mismo. Esta suerte de cuento-novela del cubano se
me antoja ideal bajo la canícula. La poética de Pedro Juan Gutiérrez adquiere perennidad
con esos personajes que intentan sobrevivir en un país que no les ofrece nada.
La realidad los obliga a ser guerreros que viven para sobrevivir.
Lo que siempre me ha atraído de sus
personajes es precisamente su desgracia festiva. Las limitaciones materiales no
son óbices que los repriman de sacarle la vuelta a la realidad. Son decididos,
machos y hembras en todo su derecho y esplendor. Como bien lo dijo el autor, “a
mis personajes los pongo a templar”, es decir, lector, los pone a tirar todos
los días del año. El sexo se convierte en la única salida pasajera, en una
droga que los hace creer en sí mismos, en fortalecerles el amor propio,
elevando su autoestima, motivo más que suficiente para no sentirse tan cagados
y derrotados.
La película seguía su curso, ahora veo a
Costello negociando con unos chinos la venta de microprocesadores de misiles.
Esta escena me gusta, por su humor y oscura ironía. Entonces, me voy al otro
lado del río, dejo a Gutiérrez y cojo por primera vez el libro de una autora de
la que nunca había escuchado, cuyo título llama mi atención: Apuntes al margen (Ediciones UDP, 2014)
de Carla Cordua.
Apuntes, pues, al margen. El título me
sugiere no pocas cosas, me lleva a pensar en el residuo del pensamiento,
aquello que dejamos de lado no por menos importante, o, lo que esbozamos con la
idea de desarrollar más adelante, como ocurre cada vez que estamos inmersos en
un proyecto mayor. Bien la publicación forma parte de lo que llamo la Tradición
de los retazos. Por su carácter plástico, estos apuntes no solo se suscriben a
los temas que por oficio domina la autora, la filosofía, sino que nos habla de
literatura, viajes, actualidad, etc. En síntesis: pincelazos de su pensamiento,
pero sobre todo, un muestrario de su generosa sabiduría intelectual,
ofreciéndonos una mirada distinta de lo conocido, de lo que creemos conocer. Una
mirada que se instala en nuestra visión de la vida, que nos lleva a
cuestionarla, experiencia que no siempre vivimos en la lectura.
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