258
Estos últimos días han sido los más
calurosos, los más en años. Qué bestia. Por un momento barajé la idea de tirar
la toalla, regresar a mi casa y no salir de la ducha hasta la noche. Llegará el
día en que las horas laborables se realizarán en dos tandas, dejando un buen
espacio libre para el hueveo y el ocio.
A lo mejor, eso es lo que necesitamos,
más tiempo para el hueveo y el ocio. Pero a la fuerza.
Si en Lima, el ciudadano promedio es una
bestia, impresión que tengo cada día al ver su comportamiento, desde cuando
mira o cuando saluda, peor en estos meses en los que el calor eleva los ánimos,
anula la inteligencia, mata la tolerancia y reprime los buenos modales. Entonces,
gracias al calor uno podrá tener tiempo para sí mismo, pero en la quietud,
adquiriendo una calma a la mala, viendo pasar las horas y en ese transcurso del
tiempo podría llegar el milagro: el cuestionamiento de sí mismo, el lavado
mental y emocional, la limpia de la suciedad ectoplasmática que nos regalan el
apuro y la prisa.
El apuro y la prisa, como también la
ausencia de silencio, hacen del limeño promedio una bestia en potencia. Si a
esta bestia en potencia le sumas capacidad adquisitiva, como que poco o nada se
puede esperar para el futuro hombre/mujer de la ciudad.
Si me pidieran un ejemplo de lo que
estoy hablando, bien podría valerme de uno irrefutable, de un ser que bien
puede reflejar al limeño del siglo XXI en todo su esplendor. Hombre de
mentalidad tecnócrata, profesional con honores, carente de verbo, esclavo del
inmediatismo, enemigo de las ideas, conservador ultramontano. Claro, hablo del
mandamás de la ciudad, involuntario obsequio de Susana Villarán. Esa es la
verdad.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal