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Entre las muchas cosas inesperadas que
me ha tocado hacer en la vida, ahora me toco actuar a pedido, actuar frente a
cámaras, a no hacerme hígado por las repeticiones que requieren las escenas.
Días atrás recibí la visita de Josefina
y Jimena, que me comentaron que pensaban hacer un documental del Boulevard
Quilca, documental que no tenía nada que ver con el desalojo que ha hecho
pensar a mucha gente de que el Boulevard está en retirada, cuando lo cierto es
que no es así, el Boulevard seguirá vivito y coleando durante mucho tiempo.
El documental en cuestión venía por
cuenta del colectivo Documental Perú, que deseaban plasmar en imágenes la
tradición que ha rescatado el Boulevard Quilca en su homónima calle. Cuando me
explicaron del fin del documental, les dije que sí, que podían contar con
Selecta para su realización. La misma predisposición recibió el colectivo de
los conductores de los otros stands del Boulevard.
Fueron pues más de tres días de puro
trabajo de los amigos de Docu Perú.
Al menos, en lo que a mí me respecta, le
puse toda la buena onda, en especial cuando tuve que abrir tres veces la
librería, que a los ojos de los que no saben de estos menesteres, piensan que
es algo difícil, pero que gracias a la práctica me he convertido en todo un
experto, haciendo lo que tengo que hacer en un par de minutos cada día.
Yesenia leyó poemas de Jorge Pimentel y
Blanca Varela.
Por mi parte, poemas de Enrique Verástegui
y Carlos Oliva.
No sé poemas de quién leyeron Galicio y
Pedro, conductores de stands que ya tienen sus años, en realidad, casi toda una
vida en esta calle que supura historia, tradición, poesía y mucho exceso.
No lo sabías: Vallejo vivió un tiempo en
esta segunda cuadra de Quilca. También Valdelomar. Ni hablar de los
intelectuales que frecuentaban sus bares y cafés a inicios del siglo pasado,
como aquel genial pensador que escribió los siete ensayos que, a pesar de la campaña
en contra de ciertos académicos posmos, debe leer todo peruano pensante.
Claro, podríamos hablar también de sus
tribus urbanas, de sus personajes que se dan cita día y noche. Al igual que en
muchas calles del centro, la vida está en estas calles en las que confluyen la
tradición y la escritura de una nueva tradición, que en lugar de enfrentarse,
se enriquecen.
Más de una vez me han preguntado sobre
las diferencias que encuentro en las calles del centro y las de otros lugares.
Por ejemplo, me preguntaron cuál es la diferencia que puedo notar con los
espacios de Miraflores y San Isidro, y mi respuesta, que no es mía, sino que se
la robé a una amiga miraflorina, definición que me resultó poética y epifánica:
“el Centro y Miraflores son dos bellas mujeres, nada novatas, todos las miran y
contemplan. En eso no hay discusión, pero hay una diferencia medular:
Miraflores es una mujer frígida”.
(Continuará…)
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