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Son las nueve de la noche y sigo en el
centro. Analizo las cosas que tengo que hacer en los próximos días, que serán
muy adrenalínicos. Debo ordenar mi horario y finiquitar el trato con el editor
interesado en publicar mi libro. Este texto lo vengo avanzando a buen ritmo, y
en cualquier lugar, no importa en dónde me encuentre, sigo escribiendo ese
libro, en esta laptop que me viene acompañando como una fiel compañera.
Hace una hora debí cerrar la librería,
pero quiero seguir un buen rato más en ella, al menos eso es lo que siento en
estos momentos, en otras ocasiones fácil no hubiese demorado nada en cerrar la
librería. No hay gente a la vista que me interrumpa, cosa que me alegra mucho
porque me permite seguir ensimismado en lo que tengo en mi cabeza, como también
disfrutar del susurro de la noche.
Eso, disfrutar de los momentos.
Acabar la lectura del librito de
entrevista a John Coltrane, toda una belleza y joyita para los seguidores del jazz.
Apunta: My Favorite Things.
Sé que a eso de las diez de la noche me
dará hambre y pienso en quebrar mi ley de no comer fuera de casa. Se me antoja
un taco, el que se prepara en un puesto rodante de Salaverry, al que no voy en
casi dos años, algo que no entiendo porque siempre he sido fanático de ese
puesto rodante, que si no fuera por sus colas de comensales, sería no menos que
perfecto.
Me alisto a las diez y tomo un taxi a
Salaverry.
No hay mucha gente, solo una pareja
delante de mí. Se les ve felices, pero la felicidad se les acaba cuando el pata
le dice a su flaca que se ha olvidado su billetera, o sea, ella tiene que
pagar. Los ojos de la flaca, de felices pasaron a la desazón.
Se van y hago mi pedido, mi pedido
descomunal.
Hay que decidir, o me quedo en el
pequeño parque a terminar mi taco, o me voy caminando, acabando mi taco por
Cuba.
Entre Salaverry por Cuba me detengo
frente al grifo, que sigue allí, que resiste. Ese grifo se resiste a
desaparecer, es parte de mi vida, es lo único que no ha desaparecido de Cuba.
Últimamente recuerdo mucho los lugares a los que iba de niño. Durante un tiempo, en mi adolescencia, iba a jugar Basket a un colegio, generalmente los sábados. Ahora ese colegio es un hostal de puerta oculta que garantiza la comodidad de los amantes. Lo mismo ocurre con un garaje en donde una señora arequipeña vendía los mejores quesos helados, más ricos que los que he probado en Arequipa. Ahora ese localcito es un karaoke.
Últimamente recuerdo mucho los lugares a los que iba de niño. Durante un tiempo, en mi adolescencia, iba a jugar Basket a un colegio, generalmente los sábados. Ahora ese colegio es un hostal de puerta oculta que garantiza la comodidad de los amantes. Lo mismo ocurre con un garaje en donde una señora arequipeña vendía los mejores quesos helados, más ricos que los que he probado en Arequipa. Ahora ese localcito es un karaoke.
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