lunes, abril 06, 2015

"arequipa, lámpara incandescente"


Lo último que venía leyendo de Oswaldo Reynoso no me estaba gustando para nada. Tenía la impresión de que nuestro reconocido escritor aún no podía salir de los cotos estilísticos que él mismo se había impuesto, redundándolos, en cada nueva publicación, hasta el hartazgo.
Bajo esa idea, o impresión, fue que me demoré más de la cuenta en leer su última entrega, Arequipa, lámpara incandescente (Aletheya, 2014).
No sé si la espera valió la pena.
Sin embargo, no voy a perder el tiempo en ello, puesto que los libros los leemos cuando estos nos encuentran, nos piden sin pedir que los leamos. Solo de esta manera, al menos en lo que respecta a mi experiencia personal, puedo decir si saqué o no provecho tras su lectura.
Y vaya que ahora sí saqué provecho, y mucho.
En su sencillez y brevedad, la presente publicación tiene el oscuro poder de remover hasta al lector más férreo y cínico.
En ella notamos la impronta de su autor, con un Reynoso decidido a poner la piel en el asador, apostando por el testimonio, pero testimonio que nos presenta una sensibilidad arrollada, sin afeites, sino tal cual, con sus miserias humanas como punta de lanza.
Valiéndose de su memoria, Reynoso forja lo que bien haríamos en llamar un Artefacto literario. El lector perderá el tiempo tratando de ubicar en un género lo que lee, por ello, le sugerimos que simplemente se deje llevar por la poesía e imágenes que brotan de estas páginas, páginas que bien justificarían lo que se viene diciendo de su hacedor: Reynoso es pues el narrador más joven de la narrativa peruana contemporánea.
En el quiebre de los géneros, en el poco respeto hacia los mismos, somos testigos de los recovecos por lo que nos guía Reynoso, quien conecta con la intimidad del lector al hacer uso de una especie de epistolario, o emiliario, dirigido a un joven poeta llamado Sergio, a quien escuelea y revela los secretos que marcaron su vida y también su poética.
Reynoso no se calla nada.
Nadie queda bien parado.
No hay espacio para los idealismos y versiones románticas de Flaneur. Ni siquiera se idealiza esa imagen en la que vemos a Martín Adán aferrado a un poste de la Av. La colmena, siendo rescatado de los peligros de la noche por un joven negro que lo conoce y que se dispone a llevarlo a descansar.
Reynoso se nos presenta como un DJ narrativo, cuya mezcla nos permite especular, felizmente por instantes, sobre la veracidad o no de lo que nos está contando, pero ante todo nos conecta y relaciona con su dolor y sus múltiples heridas, dolor y heridas que han hecho de Reynoso el narrador que es, dolor y heridas que podemos ubicar en cualquiera de sus libros y que en esta ocasión se nos presentan encapsulados, preparados para la sobredosis literaria y vital.
Arequipa, lámpara incandescente me ha dejado pensando. Desde Los eunucos inmortales Reynoso no me dejaba pensando y desde hace muchos meses un libro peruano no me sumía en la perplejidad.
Sin proponérselo, Reynoso ha dictado cátedra, una cátedra que bien puede ayudar y desahuevar a los que, guiados por modales editoriales y comerciales, apelan a la narrativa del yo desde una escritura efectista y posera y feliz, que pretende cambiar o renovar el curso de la narrativa peruana contemporánea. Bien, señores, hagamos narrativa del yo, pero como lo hace Reynoso: exponiendo el dolor verdadero.
 
 
Publicado en LPG

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal