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Salgo relativamente tarde de Selecta, en
el trayecto al Don Lucho me cruzo con “Hombre sabio”. Le pregunto cómo le ha
ido en el día, prendo un cigarro y sigo mi camino hacia no sé dónde. No quiero
caminar mucho, no quiero confiarme de esta súbita desaparición del dolor en la
espalda, porque algo tengo en la espalda, un músculo inflamado que se inflama
cuando quiere. Además, me siento medio somnoliento. No he dormido bien.
No llevaba muchas horas de estar
durmiendo en la madrugada, cuando recibo la llamada de una lectora del blog,
que lee este blog desde muy lejos, que me pregunta a qué me refería en uno de
mis posts anteriores, porque ella está segura de que mando mensajes cifrados en
cada uno de los posts, lo cual puede ser cierto, como también lo contrario. Sin
embargo, lo mismo me pasa en la tarde, cuando viene un integrante de los Zepita
Boys, que también me hace la misma pregunta: si mis posts contienen mensajes
cifrados, si solo deben leerlos personas que conozcan la evolución de esta obra
en proceso.
Entro al Don Lucho, noto algarabía, y me
pregunto a qué se debe esa algarabía. El bar no está lleno, pero tampoco vacío.
Veo a patas exultantes y a mujeres de frentes sudorosas. Un editor
independiente con el que me encuentro al paso, me dice que toda esta gente ha
estado en la marcha a favor del Proyecto Río Verde. Ahora entiendo la razón de
los ánimos exaltados del bar, de la necesidad de desfogue de los patas y flacas
congregados. No lo pensé mucho, me llamaban desde dos mesas y solo hice una
seña de volver en un rato, pero no volví, más bien seguí mi camino hacia la
Plaza San Martín, que me gusta caminarla y verla de noche, caminando solo, sin
que suene el celular, deteniéndome en los islotes humanos que se forman y en donde
hablan de la gran conspiración para salvar este país. En realidad, desde que
tengo uso de razón se conversa en esos islotes de la gran conspiración que
salvará a este país.
Cruzo la plaza e ingreso a la cafetería
en la que venden quizá el mejor turrón de la ciudad.
No, no pido turrón, sino un café.
Mientras espero a que me sirvan el café,
me pongo a responder algunos mensajes de texto, algunos son de hace varias
semanas, pero me detengo en uno, en el que se me pregunta si mis posts
contienen mensajes ocultos, como si fueran escritos para ciertas personas.
Iba a responder, pero el café llegó
justo a tiempo.
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