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Llego temprano a la librería, tengo que
dejar algunas cosas ordenadas porque saldré más temprano de lo debido. A las
ocho de la noche me entrevistará Gabriel Rimachi en su programa Fahrenheit 051
de Radio Lima Gris. Mi idea es dejar la librería a las 7 y 30. Media hora es
más que suficiente para llegar a las instalaciones de Lima Gris en Petit
Thours.
Pienso en lo que diré y no niego que
también siento algo de temor en lo que vaya a decir, porque lo mío es
esencialmente escribir, no hablar, pero ahora me toca hablar y trataré de
relacionar mi pensamiento escrito con el hablado, que por más que se crea que
es fácil, no lo es. La espontaneidad, pues, me ha jugado varias malas pasadas
durante mi vida.
Aunque claro, lo último que haría es
premeditar mis respuestas. Ante ello, libro mi mente de conceptos, de posturas
determinadas. Apuesto por la mente en blanco y me consagro a la frivolidad
hasta el instante en que deje la librería.
Mientras tanto, hay que realizar
funciones, como ordenar la librería, pero antes se me antoja un café con
orejitas azucaradas.
Doy cuenta del café y las orejitas.
Pienso en el almuerzo.
Reviso los periódicos que no he leído en
los últimos días. Me pongo al día en el caso del tal Oropeza, de la metáfora
del nuevo rico hampón.
Aunque no recuerde el episodio, ni la
temporada, en Breaking Bad, Gus Fring,
el dueño de Los Pollos Hermanos, le dice a Walter White que ahora que es
millonario, tiene que aprender a vivir como rico, controlar la exposición de su
riqueza, porque vivir como pobre, cualquiera puede vivir como pobre.
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