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Abro la librería y pongo en el cd player
el White Album. Me sirvo café y agua
mineral. Quiero despejarme, respirar hondo y poner en orden mis sensaciones y
olvidarme lo que fue esta mañana en la que sentí la violencia que genera el
tráfico de la ciudad. Ese cruce entre 28 de Julio con Wison no es menos que una
invitación a llevar cabo lo que Michael Douglas en Un día de furia.
Me encontraba en el taxi, leyendo por
tercera vez Susan Sontag. La entrevista
completa de Rolling Stone de Jonathan Colt. Sin duda, se trata de un
librazo del que en estos días escribiré una reseña para una revista literaria.
El pensamiento de Sontag me abstrae tanto que me desconcentro del camino que
toma el taxista, a quien olvidé decirle que haga otra ruta, de preferencia por
Iquitos hasta Grau, pero también pienso que no era necesario alertarlo, porque
él, como taxista, se supone que sabía mejor de los atajos para evitar ese
infierno que genera la obra que se está haciendo en la intersección de 28 con
Wilson.
Cuando me doy cuenta de la burrada del
taxista, es muy tarde. Demasiado. Pero me quedo callado porque la culpa es mía,
por no hacer caso a esa voz interior que me decía que alertara al fanático de
Air Supply en el volante. No tengo otra que adecuarme a la situación. El
tráfico no es lo que me molesta tanto, sino el calor que se siente dentro del
auto, calor que hace que empiece a sudar, a no saber qué hacer con las gotas de
sudor que se forman en mi frente y nuca.
Bajé la luna y encendí un cigarrito, más
temprano de lo que esperaba hacerlo, pero no, no podía concentrarme del todo
para seguir leyendo, menos para dedicarme a mirar pasar la vida. El aire
caliente calentaba aún más el ambiente del auto, el sonido del motor era el
anuncio de una muerte en vida que por más de un momento hizo que barajara la
idea de pagar la carrera e irme caminando a la librería.
Saqué el billete para pagar la carrera.
Me iría caminando más de ocho cuadras, siendo víctima del calor que ahora sí se
la agarraría conmigo porque no me había puesto bloqueador, sumado a que me
había olvidado en casa el bloqueador. Parecía que sería un lunes de mierda,
pero no lo fue tanto cuando el auto empezó a avanzar. El fanático de Air Supply
aprovechó un hueco que llevaba a una cuadra a la espalda de Polvos Azules, en
donde el trayecto a la librería se hizo más llevadero, aunque no rápido.
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