jueves, abril 30, 2015

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No han sido días del todo felices, a las tristezas personales, se suma una que también es personal, que ha afectado a no poca gente que conozco y que no. 
Ese es el problema, a veces creemos que somos inmortales, que la muerte nunca nos verá la cara, pero cuando esta viene, lo hace con fuerza, de sopetón, y no nos queda más que aceptar la realidad de no tener a las personas que apreciábamos y admirábamos, tal y como en estas últimas horas nos pasa con Carlos, con Carlos Calderón Fajardo. 
Podría decir muchas cosas de él, porque lo conocí. Pero lo que más recordaré será su forma de ser, que en más de una ocasión me hizo pensar en que era un adolescente preso en el cuerpo de un hombre mayor. Ese espíritu juvenil lo percibía en su poética, pero no se trataba de una cuestión de ludismo y adrenalina, sino que para él no había registro por explorar en narrativa. Sobre Carlos y su obra vengo escribiendo un texto, tengo las ideas centrales del mismo, pero se me hace difícil seguir adelante, porque las sensaciones se encuentran, escribes al filo del sentimentalismo y necesitas controlar la sensibilidad, que para estos menesteres lo más probable es que te juegue una mala pasada y una mala pasada es lo que no quiero ahora que escribo de Carlos. 
Me espera un día más o menos largo en la librería, tengo que hacer las cosas rápido porque la tendré que dejar a las cinco y media, a esa hora tendré que ir a grabar una entrevista en San Isidro y espero que el entrevistador me pregunte por Carlos y espero que lo que diga sobre él esté a la altura, le guste, porque él solía ser muy exigente.

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