¿y el hijo?
No soy de los que opinan de la vida
privada de los demás. No me gusta y no lo haré, pero lo hago en esta ocasión en
base a la información que ha aparecido en los medios.
Ajá, eso: la cuestión de Cabrejos y
Thays.
Cabrejos ya había dado un anuncio velado
sobre su romance con un escritor peruano, ese anuncio pasó desapercibido hasta
que su testimonio fue grabado por lo bajo.
Entonces, empezaron las especulaciones.
Las especulaciones no duraron mucho
porque la misma Cabrejos se encargó de decir el nombre del escritor que la
embarazó y la dejó sin más ni bien se enteró de que ella esperaba un hijo suyo.
Lo que pasó no me sorprende: las
feministas a favor de Cabrejos y algunos cuantos respaldando a Thays.
Thays no demora en brindar su versión de
los hechos, que viéndola en frío, tenía una lógica, un sentido. Una lógica y
sentido que amainó el apanado virtual por parte de sus detractores y naturales
enemigos literarios.
Ahora, es bueno decir que Thays no es
una persona de mi devoción. No es mi enemigo porque no le guste la comida
peruana, argumento por demás idiota.
Pues bien, más de una vez lo he dicho:
Thays tiene el alma chiquita. Y en lo literario, en su momento lo valoré, pero
a la fecha no porque lo que escribe no solo no me gusta, sino porque su poética
se ha contaminado de un facilismo literario marcado por una onda moralista que
me causa urticaria.
No soy absolutamente nadie para exhortar
a las personas, pero la imagen que está dejando Cabrejos es de por sí
lamentable y me apena porque se frivoliza el drama que sufren miles de mujeres
en este país, mujeres a las que admiro porque solas se encargan de sacar
adelante a sus hijos sin depender de un hombre.
En la edición de Caretas de hoy se pone
de manifiesto la verdad: Cabrejos aprovecha el escándalo para promocionar su
próximo libro.
Las sospechas razonables se convierten
en preguntas implacables. Cada una de estas preguntas contradice la imagen de
mujer dolida y vejada que Cabrejos estuvo proyectando hasta hace unos días.
Nadie está libre de perder un hijo. No
conozco mujer que haya superado una pérdida como esta de forma tranquila. Más
bien, la experiencia marca y se instala como un dolor permanente que ataca
cuando quiere, al más mínimo detalle que activa ese dolor que se lucha por
reprimir.
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