lunes, junio 29, 2015

una antología y un negocio

No lo voy a negar. La aparición de las antologías Selección peruana 2000 – 2015 (Estruendomudo) de Ricardo Sumalavia y El fin de algo (Santuario Editorial) de Víctor Ruiz, me hacen pensar en la sombra de Disidentes sobre ellas. 
Al menos, tengo esta impresión ni bien veo las listas de autores que las conforman. En este sentido, tenemos algunas certezas y más de una expectativa. Me doy cuenta de las voces que se han consolidado, de las que luchan por consolidarse, como también de las que sin esperar mucho comienzan a tener una mayor presencia apelando a la tranquilidad del perfil bajo. 
Lo que acabo de decir no gustará ni a Sumalavia ni a Ruiz, pero poco o nada me importa si les guste o no, no me quita el sueño si están de acuerdo o no sobre si Disidentes es la sombra de sus antologías. Por ejemplo, en lo personal no tengo reparo alguno en aceptar que la gran sombra de Disidentes es la antología En el camino de Guillermo Niño de Guzmán. 
Ambas antologías vienen marcadas por la ambición. Abordar los últimos quince años de la producción de la narrativa peruana, en cuanto a las voces que aparecieron en ese marco temporal, es, por lo menos, un asunto serio, digamos titánico. La situación es bestial para cualquier encargado de llevarla a cabo, puesto que se tiene que exhibir un afán de trascendencia y dejar de lado la trascendencia del presente. Uno tiene que rehuir de los amiguismos y de los intereses económicos, además, siempre he pensado que la elaboración de cualquier antología es una prueba de fuego para el antólogo en su condición de lector. En otras palabras: el antólogo tiene que dejarse de cojudeces. 
Al mirar las listas de estas dos antologías, percibo un resentimiento. Si vas a dar cuenta de lo más pintadito en narrativa peruana última, tienes que respetar una base de autores, tienes que contar en principio con Carlos Yushimito, Alexis Iparraguirre, Jeremías Gamboa, Marco García Falcón, Daniel Alarcón y Luis Hernán Castañeda. Es cierto que un par se encuentra en una inevitable caída libre, pero no hay que darle la espalda a la historia, debemos respetar la trayectoria. A este grupo podríamos añadir a Jennifer Thorndike, Martín Roldán, Julie de Trazegnies, Francisco Ángeles y Juan Manuel Robles. En este sentido, la ausencia de Robles en ambas antologías es peor que lo de Jara a Cavani y no lo digo por el éxito de Nuevos juguetes de la Guerra Fría, porque desde mucho antes ya había dado muestras de su talento y oficio con Lima Freak y algunos relatos premiados. No es una base gratuita, para llegar a ella hay que estudiar bien el periodo impuesto, no limitarnos a los peligros de la memoria inmediata. 
Así de jodido es el asunto: si voy a hacer una antología de narrativa peruana última, la escrita en un periodo de quince años, y no cuento con Yushimito, Iparraguirre, Gamboa, Alarcón, Castañeda, De Trazegnies, Thorndike, Ángeles, García Falcón Roldán y Robles, simplemente no hago nada. 
Pues bien, este tipo de antologías exigen de uno un arduo trabajo de arqueología y todo indica que los antólogos no han querido ensuciarse ni las uñas. Me queda claro que no han leído todo lo que han tenido que leer y que se han dejado llevar por un impresionismo bruto que les ha causado una amnesia imperdonable. Barajo la posibilidad de que solo se han dedicado a Googlear y hacer consultas por el chat de Face. O sea, pregunto: ¿no se han dado cuenta de que uno de los cuentarios más importantes de la década pasada es París personal de García Falcón? ¿Les suenan los nombres de Sandro Bossio, Thorndike, Miguel Ruiz Effio, Juan Carlos Bondy y Roldán? 
Obvio, dirán que no hay antología perfecta, que los gustos de los antólogos no tienen que ser iguales e idioteces parecidas. Con el material humano que tenemos, bien se pudo hacer antologías coherentes que dialoguen y discutan entre ellas. Este no es el caso. 
Veamos pues los nombres que integran Selección peruana: se siguen los mismos criterios de la primera Selección, la del 2007, criterios amparados en la frivolidad y el capricho. Claro, a diferencia de las anteriores Selecciones, la de ahora no es cobarde porque hay alguien que la firma. 
Contra lo que pudiera pensarse, no llama la atención la ausencia de Santiago Roncagliolo. Recordemos que hasta hace algunos años él figuraba en todas las antologías de narrativa peruana última y esa presencia se debía en gran medida a su impacto mediático. Últimamente, lo veo ausente en este tipo de publicaciones. Al respecto, días atrás, una lectora enamorada del autor me preguntó con mucha pena por qué últimamente no lo incluyen en las antologías peruanas. Tardé más de lo debido en brindarle una respuesta, porque era cierto, al pata no lo vienen incluyendo, ya sea porque lo literario no es su fuerte, ya que lo suyo es entretener, o porque se sentirá como Cristiano Ronaldo al que le ruegan participar en un partidito de la Copa Perú. 
Yendo a lo serio. 
No lo voy a negar: Víctor Ruiz no es un santo de mi devoción. Y este no es el momento para exponer sus atrocidades y pendejadas editoriales, que muchos conocen, por cierto. Sin embargo, no lo descalifico como lector, aunque me gustaría que sea uno con más carácter, que no se deje llevar por el amiguismo, que desarrolle más su olfato de lector en vez de estar como loquito tras la foto histórica para el Face. A su edad, y con todo su acervo de lecturas, Ruiz tiene que saber que si un libro no le gusta, no quiere decir que el libro sea malo. A pesar de este reparo, reconozco que su selección, en comparación a la de Sumalavia, es muchísimo más fuerte, coherente y legítima en lo literario. Su selección nos permite acceder a un paneo muy general de lo que ha sido la narrativa peruana en los últimos diez años, sí, pero que ni empujándola llega a los quince. La ambición sobrepasó a Ruiz, se puso nervioso, a lo mejor como “La chancha” Besada ante la marca de Cafú. 
De Sumalavia esperaba más, en realidad, muchísimo más. 
Esperaba más por tratarse de un escritor posicionado. Esperaba más por su formación. Esperaba más de su seriedad, seriedad de la que no pocas personas me han hablado. 
¿Qué nos presenta en Selección Peruana 2000 – 2015? 
Respuesta: una mentira que el editor Álvaro Lasso va a promocionar como lo “mejorcito” de la narrativa peruana última, tanto en Perú como en el extranjero. 
Me causa pena que Sumalavia sacrifique su esforzado prestigio literario por un arroz con mango. Me sorprende que a su edad caiga en inocentadas, o, en todo caso, que no haya sido del todo honesto al aceptar este encargo de Lasso. 
¿O bien no fue honesto porque no conocía la narrativa peruana de los últimos quince años o bien se prestó a la jugada en pared con Lasso? La única diferencia entre esta Selección y las anteriores, como ya señalé, es que hay alguien que la firma. Sin embargo, el espíritu sigue siendo el mismo: privilegiar lo comercial sobre lo literario, con su toque frívolo, condimentando con un discurso futbolero muy idiota. 
A diferencia de Ruiz, Sumalavia sabía que tenía que ir a lo fijo. Tenía que elegir a once. No ha sido así, Sumalavia se portó como un entrenador blandengue al que su empresario le manda una lista de autores a convocar. 
Conozco y respeto la obra de cada uno de los autores convocados para Selección peruana. 
Lógico, de esta selección tengo a mis autores, con los que también me hubiese gustado contar para una eventual selección, como Gamboa, Alarcón, Yushimito, Ángeles, Ulloa y Llosa. Esto no quiere decir que desdeñe las poéticas de los demás, ojo. Hablamos de literatura, no de personas, recuerden. 
Pues bien, es lamentable decirlo, aunque no sorprenda, esta Selección tiene un tufillo a negociado. 
El negociado lo veo en la inclusión de Jorge Vargas Prado. 
No conozco a Vargas Prado, o sea, nunca he hablado con él, pero en las pocas veces que nos hemos cruzado, he sentido en nuestros fugaces saludos que estoy ante un caballero. 
Vargas Prado es el tapadito de esta Selección. 
Si Sumalavia lo escogió, pues sí pongo en tela de juicio su calidad de lector y no dudaría en elevar su ociosidad por no haberse dado el trabajo de buscar un tapadito, porque en Perú hay más de cuarenta tapaditos, todos ellos mejores que Vargas Prado. 
Una pregunta sana porque quiero curar mi alma: ¿Sumalavia es torpe como lector, malo como antólogo, ingenuo como crítico, un sabido literario, o es una mezcla explosiva de todas estas cosas? 
Sin embargo, no me sorprendería que Lasso haya puesto a Vargas Prado en esta antología. Es muy conocido que Lasso se ha beneficiado con las concesiones regionales en las que ha actuado Vargas Prado. Si Vargas Prado fuera un buen escritor, por lo menos, uno mejor que los cuarenta tapaditos, no habría ningún problema, ningún cuestionamiento. Pero no, Vargas Prado es un escritor mediocre, malo en todo sentido. Esperemos que este billete que se le ha regalado a Lasso con la ayudita de Vargas Prado, le sirva para pagar sus deudas o borrar sus cabeceos, conocidos por todos, entre los que se cuenta el que le hizo a mi amigo Manuel Aguirre. 
Y para colmo, Sumalavia ubica a Vargas Prado de arquero. Estamos hasta las huevas. 

… 

Publicado en Lee por gusto.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Felicito al autor de la nota por el coraje de decirlo.
Esas antologías son un negociado, están hechas
de argollitas y pequeñas mafias. En cada libro hay
3-4 autores que merecen estarlos, los demás son
"lustra botitas" del antólogo u en su defecto, amiguitos

Maurizio

3:34 a.m.  

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