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Los días de feria son extenuantes, pero
también tienen sus momentos gratificantes.
Eran las seis de la tarde, el día seguía
su curso y por un momento pensé que si dejaba solo el stand, no se dejaría de
vender, porque nuestros lectores son fieles, aparte de tener muy buen gusto.
Me disponía a salir a fumar cuando me
topé con Manuel, a quien no veía en más de ocho años, si es que la memoria no
me falla. Mientras hablaba con él, como quien se pone al día en generalidades,
recibo la llamada de Antoanette, de quien no sé nada en varios años. No creo que
haya sido una confluencia gratuita, imagino que había alguna razón, una suerte
de enlazamiento cósmico que quería hacerme parte de sí.
Cuando me disponía a irme a fumar, Luis,
narrador y editor chileno, me pregunta si soy yo por quien pregunta. Le digo que
sí y me entrega su libro, más la novela de Diego, Racimo, que sin duda la leeré en las próximas horas. Después me
alcanzan varias publicaciones peruanas, como
Marginalia, de Carlos. Si Marginalia
es lo que pienso que es, haré del libro una reseña excluyente, y ojalá
positiva, como supongo que tendría que ser.
No ha sido un día de mucha gente, pero
sí he sentido que ha tenido muy buena onda. A eso de las 8 y 30 me dirigí a la
Sala Eielson, en la que, según Melissa, podía beber café. Así que fui tras ese
potencial café. Al llegar no encontré café, sino una conversa sobre la
literatura y el padre a cargo de Johann, José Carlos y Francisco. No escuché
toda la conversa, pero sí puedo constatar que se dijeron cosas muy
interesantes. Mientras escuchaba a Francisco, pensé en preguntarle en dónde se
podía comprar esa cerveza artesanal de la tanto viene hablando. Más allá de las
ideas encontradas que tenga con estos tres aún jóvenes narradores peruanos,
puedo aseverar que lo poco que escuché me sirvió para tener una idea clara y
fehaciente del momento que atraviesa nuestra narrativa, que bien puede ser
maravillosa, regularona o mediocre, según los gustos. Pero algo que será
difícil que extirpen de mi cabeza es que sí es posible detectar una
discrepancia, la misma que no la vemos en las redes sociales, pero poco
importa, ya que esa discrepancia la vemos en la vida real, que sí importa.
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