"marginalia"
La poética del narrador peruano Carlos Yushimito,
desde que leí su primer relato en una revista sanmarquina hace más de diez
años, exige de un lector entrenado, no menos que cuajado. Eso fue lo primero
que llamó mi atención de la misma: su relativa complejidad temática alimentada
por la densidad y el apego por la digresión. Años después Yushimito publicó Las islas, cuentario que confirmó mis
impresiones: estaba ante un (muy) buen narrador. En esas páginas fui testigo de
una luz oscura y de una voz insegura, pero a veces arrebatada, que nos
entregaron cuentos de la talla de “Seltz” y “La isla”, a la fecha obras
maestras del cuento latinoamericano contemporáneo. De a pocos, este cuentario,
al que deberíamos calificar de culto, se fue imponiendo en la comunidad
letrada, generando una silenciosa legitimidad literaria que, digamos en un modo
frívolo, hizo que en el 2010 Yushimito sea seleccionado por la revista Granta
como uno de los mejores escritores en español.
A partir de este acontecimiento que más
de uno saludó de pie porque Yushimito alcanzó ese sitial en buena lid,
empezaron los problemas.
Me explico: Yushimito dejó de ser Yushimito
y se convirtió en un “Granta Boy”.
En lo personal, y a partir de aquí me
ciño a una sana especulación, pienso que Yushimito no tuvo la calma y el tiempo
necesarios para redondear otro cuentario de la talla de Las islas. A razón de la selección de Granta, hubo una expectativa
tribunera que pedía ya otro libro suyo. Esa exigencia tribunera hizo que nos
entregara un par de cuentarios a los que les faltaba algo, que no era más que
esa luz oscura y esa voz insegura y por momentos arrebatada que sí presenciamos
y celebramos en Las islas. El
problema no era la escritura. Al respecto, tengamos en cuenta lo siguiente:
hasta el último día de su vida, Yushimito escribirá bien, tremendamente bien,
será un fino orfebre de la palabra escrita, como se viene señalando con toda
razón desde hace buen tiempo.
Ahora el autor nos entrega Marginalia (odradek, 2015), que no es un
libro de ficción, sino una serie de apuntes sobre distintos tópicos, apuntes
que nos presentan a un Yushimito en un estado de gracia que nos hace testigos
de su gran talento. En este registro sin patria podemos ubicar a un Yushimito que
se desata y si la memoria no me falla, es el primero de su generación en
ingresar a un registro que debería ser más abordado, siempre y cuando se exhiba
una sabiduría generosa y se goce de legitimidad literaria y que el autor interesado tenga, por lo menos, el ego dinamitado en el oficio literario. Con
estas condiciones, uno puede alcanzar genuinas cimas de perdurabilidad en este
registro etéreo del que Marcel Proust y, posteriormente, su discípulo Henry
Miller, vaticinaron para la narrativa del Siglo XXI.
En su aparente sencillez, encontramos el
punto de quiebre que sostiene Marginalia:
la escritura despreocupada que le permite al autor escribir de lo que le venga
en gana. Esta actitud hace que el lector de turno sea partícipe del mundo
interior del autor. O sea, Yushimito comunica, tienta y seduce al lector con su
mirada y pensamiento. Sin embargo, este lazo con el lector no siempre sucede en
buenos términos. Para nada. Yushimito lanza dardos y lleva a cabo ajustes de
cuentas, sin importarle a quienes hieran sus críticas. Hablamos pues de
literatura insertada en la tradición de los retazos. Es decir, textos escritos
en paralelo al trabajo mayor, que como tales, gozan de una frescura en su
proceso, que se maceran sin apuros tribuneros. La tradición de los retazos
tiene grandes exponentes en la tradición literaria en español, entre nosotros
podemos citar Prosas apátridas de
Ribeyro. Con esto no quiero decir que Marginalia
vendría a ser nuestra Prosas apátridas
de este siglo. Marginalia es una
publicación que debe ser saludada en este presente por todos los amantes de la
lectura y espero que su resonancia se mantenga en varias generaciones. En sus
líneas y en sus silencios accedemos a lo que nos debe importar.
…
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