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Vi la final de la Libertadores en la
casa de Cristina, la hermana de Yesenia. La verdad que salí contento porque
desde hace tiempo quería que River ganara esta copa.
Más de un seguidor del blog se
preguntará por qué simpatizo con River, puesto que como buen aliancista debo
hinchar por Boca. No me hago problemas, porque con las pasiones no hay que
hacerse problemas, las pasiones se disfrutan y gozan en su irracionalidad.
Claro, se supone que debo hinchar por Boca, pero me hice hincha de River por
Francescoli, Medina Bello, Fillol, el “Beto” Alonso y tantos más que veía en mi
infancia vía Canal 7, en los partidos del fútbol que transmitía, con una semana
de retraso, Torneos y Competencias. Esperaba la llegada del fin de semana para
ver esos partidos y me hiptonizaba Vangelis con “Blade Runner (End Titles)”, la
cortina musical de la empresa que monopolizaba la transmisión del fútbol
argentino.
Alguna que otra vez habré fumado marihuana
con ese tema de Vangelis. Aunque no soy fan de Vangelis, ese tema resulta ideal
para viajes interiores e intergalácticos, que son saludables previas a la
sentada con un libro. Durante un tiempo barajé la idea de escribir un pequeño
ensayo sobre la marihuana y la escritura, en cuánto esta es capaz de definir
una poética o determinados registros. Pues bien, en estas cosas pensaba
mientras regresaba a casa. A último minuto había decidido no regresar en taxi,
sino en un bus que venía vacío y que me llevaría desde el Callao hasta La
Victoria. Necesitaba ordenar algunas ideas, depurar y limpiar mi cabeza de
todas las pequeñas y grandes cosas que la contaminan. En lo personal, la
descontaminación la llevó a cabo en permanente movimiento y viendo a las
personas con las que uno se topa, ver los rostros de estas personas, algunas
felices, otras tristes y las más preocupadas, me conecta con el mundo, un mundo
sin el hechizo de los libros, el cine y la música, pero mundo al que nos
enfrentamos y del que debemos nutrirnos si es que lo tuyo es la creación.
Miro la hora y es cerca de la medianoche.
Pienso en abrir la novela que leo y de la que me faltan veinte páginas para
acabarla, pero mi concentración se ve interrumpida por la llegada de un pata de
no más de un cuarto siglo, un pata inofensivo pero con evidentes alteraciones
mentales, que nos habla de la invasión de los Hombres y Mujeres Rana. Su
discurso me recuerda al que hizo Luchito hace unos días, que me hablaba de los
platillos voladores.
En lo personal, soy muy apegado al azar.
Estas cosas no pasan dos veces porque sí, más bien, las asumo como mensajes
desapegados de la sublimidad, que me quieren comunicar algo: a lo mejor es
cierto que platillos voladores y hombres y mujeres rana estén ya entre
nosotros. El pata sigue en su discurso, pero un huevón ubicado al fondo le dice
que se baje y deje de estar hablando huevadas, yo le digo al huevón que se
calle y que deje hablar al muchacho. El muchacho sigue hablando, ahora del
árbol genealógico de los hombres y mujeres rana. No son huevadas las que dice,
yo le creo.
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