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Como lo dije alguna vez, los días que
más temo de toda feria de libro son los de las instalaciones y
desinstalaciones.
Hoy no fue la excepción.
Llegué temprano y comencé a armar las
cajas mientras esperaba la llegada de “Hombre sabio” y mi Yesenia, quien vino
con Luchito, el hombre que se encargaría del trabajo pesado de cargar nuestras
más de cincuenta cajas, más los muebles.
Luchito siempre nos ayuda y hoy mereció
mi aplauso por lo que hizo, por hacer nuestro día más fácil, con mayor razón
ahora que nos encontrábamos más que agotados, casi muertos para ser más exacto.
En todas las instalaciones y
desinstalaciones, Luchito ha generado admiración y sorpresa por cuenta de
libreros y hombres de trabajo pesado. A simple vista no parece un hombre
fuerte, hasta podría ser una tentación para las palomilladas de los que babosos
que nunca faltan. Él toma las cosas como si con él no fuera el asunto. Lo suyo
es ponerle buena onda y en esa buena onda lo apreciamos, porque sabemos lo que
es: un héroe nacional.
Luchito fue condecorado por el gobierno
peruano a razón de su participación en la guerra del Senepa. También por el
ejército por su labor de rescate que más de una vez hizo de prisioneros de
guerra durante la lucha contra el terrorismo. Es precisamente en una de sus
intervenciones contra un grupo senderista, en 1999, el cual tenía cautivos a
médicos y lugareños que iban a ser adoctrinados a la fuerza, que recibió un
tiro en la cabeza, en la que también quedaron incrustadas varias esquirlas de
granada.
Obviamente, después de ese atentado Luchito
nunca volvió a ser el mismo. Al menos no para la gente racional, pero sí para
quienes disfrutamos de su conversa y de los detalles que nos cuenta de los
platillos voladores que siempre ve, como ahora en la tarde, ya que, según él,
un platillo volador levitaba sobre el hospital Rebagliati, cosa que hizo
recordara mi maratón de V de hace
algunos días.
Al final de la jornada, luego de algunas
horas de espera puesto que nuestro camión tenía que esperar que los camiones de
Ibero y Crisol se retiraran, pudimos llevar nuestras cosas a su destino. Una
paz se apoderó de mí, una paz llena de certeza y satisfacción, porque me daré
un descanso luego de varios en los que me saqué la mierda para que me vaya
bien, y me fue (muy) bien.
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