sábado, agosto 08, 2015

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Tuve problemas para dormir. Quizá sean las obligaciones a cumplir en los próximos días, o el hecho de haber prendido el celular después de varios días, detalle que hizo que recibiera cerca de treinta mensajes de texto y más de cuarenta llamadas perdidas. Lo único que estuve haciendo fue dormir y leer, y claro, viendo películas. 
A eso de las tres de la madrugada, necesitaba despejar mi mente y busqué una película que tuviera la cualidad de contar una historia, algo para pasar el rato y quedarme dormido hasta tarde. 
Me puse a buscar, bajo la curiosa asesoría de mi gato y mi perro, que han empezado una amistad. En esa búsqueda encontré Nighcrawler (2014) de Dan Gilroy. Aunque su nombre comercial en salas latinoamericanas fue de Primicia mortal. En nuestras salas, para variar, pasó desapercibida, según recuerdo. 
En su sencillez, esta película puede abrirse paso como un referente para próximos trabajos que aborden la alienación del individuo entregado a un absorbente solipsismo, producto del desempleo y de la carencia de oportunidades para desarrollarse. El rol protagónico recae en el actorazo Jake Gyllenhaal, que nos ofrece un personaje digno de recordar, el border Lou Bloom. 
Bloom es un ladrón de poca monta, si fuera un personaje peruano, este se dedicaría al robo de celulares, relojes y carteras, o una bicicleta como máxima hazaña. Bloom, en una noche de correrías, descubre el trabajo que hacen unos reporteros free lance, que filman accidentes o atracos, los cuales venden a los noticieros. A nuestro protagonista se le prende el foco y consigue una cámara filmadora más un scanner para detectar las llamadas de la policía. De esta manera empieza su ascenso y en este trayecto conoce a Rina, maravillosa René Russo. Rina es la productora de un noticiero caracterizado por impactar antes que informar. Bloom le vende videos a Rina, aunque otros productores podrían pagarle más, pero Bloom siente una necesidad de Rina, ya sea por la atracción sexual como también amical. Rina es pues la maestra de Bloom, que de no tener nada comienza a manejar sumas de dinero que le permiten tener un ayudante en su búsqueda nocturna de noticias. 
Gilroy no es nuevo en la dirección, aunque en realidad lo es porque Nightcrawler es su ópera prima. Sin embargo, su hoja de vida es no menos que rica, ha sido durante casi treinta años guionista de oficio, es decir, tiene experiencia y sabe lo que hay que hacer en los thrillers. Pero el oficio no sería nada sin Gyllenhaal, que nos aporta un personaje con evidentes problemas neuronales, pero que ha sabido hacer de sus carencias un punto de apoyo. Bloom no aspira a más, solo a tener el dinero que le permita vivir tranquilo y a hacer patente en su vida el poder, es decir, la excitación del mismo, que le permita justificarse. Solo en la noticia efectista condimentada con violencia y harta sangre, encuentra su lugar en el mundo. Esto lo vemos en la escena en la que discute con su ayudante que se niega a cumplir una de sus órdenes: ubicarse en un plano en diagonal en la calle, listo para grabar la detención de un par de asesinos en un restaurante, que no saben que serán partícipes de un tiroteo con la policía que los viene a arrestar. Gyllenhaal demuestra toda su versatilidad en un personaje difícil, porque Lou Bloom es un personaje difícil, entre la locura real y la impostura. Hay que ser grande para hacer de un perdedor como Bloom uno para recordar. 
Saqué el disco de la lectora a eso de las cuatro y media. No sé a qué hora me despertaría después. Pero eso no importaba, tenía la mente despejada e hice el gran esfuerzo de levantarme de la cama para prender la Laptop y abrir el archivo en Word de siempre, quizá para seguir el texto que no sé qué es pero que vengo escribiendo desde hace diez años; ese archivo, lo escrito en él, se ha vuelto una suerte de droga, no puedo empezar mi día sin escribir en él lo que me venga en gana y mientras seguía llenándolo de palabras, mis dedos corrían al ritmo de algunas escenas de Nightcrawler. No sé a qué hora terminé de escribir, pero cuando escuché los primeros sonidos inevitables del día, me detuve. Me serví café. Vi lo escrito y me metí al sobre.

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