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Me acuesto tarde y me levanto temprano.
Una película espera en la lectora de DVD. Mi ánimo es otro, porque después de
diez días apareció Silvestre, que se quedó a dormir en la casa, en señal que ha
superado, imagino, los celos que le genera el nuevo perrito que tenemos con
nosotros. Voy a ver a mi gato y converso con él y también veo sus heridas, las
huellas que han dejado las gatas en estos días de furia hormonal. Silvestre me
entiende, sabe que el cariño que le tengo no se verá afectado por el cariño que
le tengo al nuevo cachorrito, su hermano, a fin de cuentas.
Ando interesado en los policiales, no sé
por qué, se me ha pegado esa manía. Y miro y vuelvo mirar absolutamente todo,
hasta las películas catalogadas de menores, pero que sí funcionan bien, puesto
que respetan sus normas, pegadas a su registro. Claro, estas películas eran
filmadas con el único objetivo de
entretener, como lo fue Cop Hater
(1958) de William Berke.
Lo acabo de decir, no es una obra
maestra, pero me gustó. Lamento, sí, que durará tan poco, 1 hora y 20.
La historia es sencilla: hay asesino en
serie de policías. Únicamente policías, a los que acribilla a balazos al salir
de los bares, del puticlub de Mama Lucy o en plena calle mientras se lleva a
cabo una investigación. La película fluye, acorde a las reglas del suspenso.
Sencillamente, cuesta despegarse de ella, en especial cuando ves a Shirley
Ballard, en el rol de Alice Maguire, esposa de uno de los policías que
investiga los asesinatos. En más de un tramo, la presencia de Maguire parece
obedecer a una cuestión meramente accesoria, pero esa impresión comienza a
llegar a un quinto plano, puesto que Cop
Hater se sostiene en el sinsabor existencial de Maguirre, mujer deseada por
los compañeros de su esposo, que no duda en parar en paños menores bajo el
pretexto del calor (en realidad, en la película no hay personaje que no se
queje del calor), como si buscara una salida, la que sea, para abandonar la
vida casera que la está carcomiendo.
Y lo que interesa, no solo en las novelas
policiales, sino también en las películas de este corte, es sencillamente la
interacción entre los personajes. No es nada nuevo lo que digo, pero me veo en
la obligación de hacerlo, en años en los que el personaje como tal, su configuración
moral, es relegado por estrategias discursivas de moda, como desde hace un
tiempo en el cine, aunque mucho más en la narrativa contemporánea.
Termino de ver la película y me alisto
para salir a la librería. Vendrán horas apuradas, no muy frenéticas. Mañana
sábado es nuestra instalación en la Feria del Libro de la PUCP, algo suave en
comparación a la FIL, aunque el problema para mí es que aún no armo ninguna
caja.
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