sábado, agosto 15, 2015

hablar, pensar

 Confieso que durante mucho tiempo Susan Sontag fue mi amor platónico. Me enajenaba su pensamiento. Sontag fue ante todo una pensadora, una mujer atrapada en los torrentes de la inquietud intelectual. A la fecha, sus ensayos son de lectura obligada, no solo para las plumas del pensamiento académico, sino también para cualquiera que se precie de lector serio. Obviamente, esta escritora norteamericana no solo destacó como ensayista, lo suyo también fue la novela y el cuento, también el cine y el activismo político. Destacó en cada uno de estos registros, pero valgan verdades, la Sontag que quedará es la ensayista, así su club de fans se encargue de decir lo contrario. 
Nuestra pensadora era un hervidero de ideas y sugerencias. Más de una vez dio la impresión de que solo vivía para dar respuestas, sea cual sea el tema en cuestión. Su verbo quedaba en la médula de uno, motivándolo a ver la vida y sus vicisitudes de otras maneras. No era para menos, ella no solo hablaba desde la experiencia de la palabra, también desde la experiencia vital en la que, por ejemplo, libró lucha contra el cáncer de mama entre 1974 y 1977. Esa Sontag pensante y vital, la encontramos en esta joyita: Susan Sontag. La entrevista completa de Rolling Stone de Jonathan Cott. 
Estamos ante un rescate que nos permite tener en bandeja a una autora en estado de gracia. Por primera vez tenemos la entrevista completa, no el tercio de la misma que apareció en Rolling Stone en 1979. Uno termina de leer el libro y lo asocia como parte de la obra de la autora, porque tanto ella como su entrevistador, pusieron de lo suyo para que esta entrevista-río sobreviva. Prueba de ello es que pasados treinta años, las respuestas de la ensayista siguen manteniendo frescura y lozanía, debido a que lo suyo no era solo el saber enciclopédico, sino que también fue una intelectual interesada en el cine, las modas, el rock y todo lo que tuviera que ver con la cultura del consumo. En sus preguntas y opiniones, Cott motiva a la escritora a que brinde lo mejor de sí, por ello, cada respuesta viene acompañada de extensas digresiones que nos ubican en el centro del pensamiento de la autora para luego dirigirnos a un envidiable laberinto conceptual, hijo natural de la cultura oceánica. 
Pues bien, en estas respuestas no solo tenemos a una pensadora comprometida con su inteligencia. Lo que eleva a Sontag a un estado de perdurabilidad es su compromiso con los tópicos que aborda. Es decir, hablamos de una intelectual coherente, que no se solazaba únicamente en la formulación de ideas y en la hechura de discursos que contentaran a la academia y al público interesado. Sontag se exigía un compromiso. Su discurso venía acompañado de la coherencia que le permitió lograr una legitimidad que muy pocos intelectuales, al igual que hace cincuenta años como hoy, pueden alcanzar. Esta consecuencia la convirtió en una figura de relevancia y respeto a nivel mundial, incluyendo a quienes no sintonizaban con sus posturas ideológicas. 
Por otra parte, una publicación como esta es una prueba más de la categoría de género literario con el que deben ser asumidas esta clase de entrevistas que abordan las vidas de los autores, los procesos de sus poéticas y que van más allá de la mera información. Estas entrevistas están llamadas a quedar, ya superaron la barrera del tiempo. 



Publicado en Buensalvaje 16

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