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Preparo algunos textos en estos días en
los que he me instalado con una parte de la librería en un lugar en donde hay
verde y silencio. Por momentos, siento que estuviera en una especie de
monasterio, y durante otros momentos, como si presenciara una cabalgata de
ballet en los cambios de hora. Como fuere, aprovecho el tiempo y me pongo a
avanzar algunas lecturas pendientes y textos que ya no entregaré por sobrepasarme de la fecha límite, los cuales, de todas
maneras, quiero terminar, por el placer de hacerlo y porque sé que más adelante
los podré jugar.
Lo malo es que en este lugar no se puede
fumar. En parte, qué de putamadre que haya leyes que protejan la salud pública,
pero qué hacer cuando prohíben fumar y no se dice nada ante el comercio
clandestino de otro tipo de sustancias aún más tóxicas y dañinas que el tabaco.
Basta establecer el contacto, acordar
precio e ir a los lugares en donde se consuma la transacción. En todas las
instituciones hay esta clase de negocio y cada quien es libre de meterse o no
en esas huevadas. Lo que sí me jode es el doble discurso que se tiene hacia el
tabaco, siendo pues lo más fácil de señalar y satanizar. Pero en estos momentos
no me jode el doble discurso, sino la manera en que se llevan a cabo, sin el
más mínimo estilo. Al menos, antes, años antes de esta juventud haga del hueveo
su ADN social, existía un estilo que diferenciaba a los grupos. En algunos
círculos, ese estilo persiste, estilo que bien se justifica en un cruce de
miradas o en los tonos de voz. No son los estilos de ahora, en donde impera la
risa idiota y el método simiesco, en donde el fin justifica los medios.
Me pongo a observar, a interpretar sus
posturas ante el pase que harán en uno de los baños. Cliente y vendedor se
reúnen. Desde mi posición tengo una visión privilegiada de lo que harán en
algunos minutos. Imagino que pronto los agarrarán, la seguridad institucional
los viene siguiendo desde hacía meses. Si los señores de la limpieza fueran la
seguridad disfrazada, me pregunto. Respuesta afirmativa, ellos son, como bien
supe segundos después de que los arrestarán, no debido a una logística
trabajaba, sino a la pelea que cliente y comprador, a puño limpio, comenzaron a
realizar en los servicios higiénicos.
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