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Creo que vengo teniendo lo que
necesitaba: una limpieza interior del mundo virtual, la cual no he buscado,
sino que esta situación se me presentó porque ya no funciona el Olo, que me
perjudica en la ventas con el POS, pero como soy hombre de soluciones, sé de
dónde jalar señal para cuando alguien quiere pagar con tarjeta.
En estos días he podido terminar la
lectura de seis libros y he escrito mucho a mano. A excepción de estos posts y
de algunas reseñas, todo lo demás lo hago a mano, lo más probable es que me
sienta muy apegado al seseo de la punta que desparramaba en el papel tinta
líquida. Eso, solo gusto, sin ningún afán de publicar, aunque desde hace unos
días me vienen insistiendo en que publique mi novelita El cachorro sentimental. Pero en fin, veremos cómo se presenta la
situación. No me apuro, nadie en el mundo está pendiente si un escritor va a
publicar o no. Sé que lo que digo va a sonar duro, pero es la verdad, nadie
está pendiente de lo que un escritor vaya a publicar.
Al llegar a casa, me pongo a hacer los
apuntes respectivos para la conversa que mañana tendré con Susanne en El Virrey
de Lima. La lectura de su libro, que en verdad no sé si llamar o cuentario o
conjunto de tres novelas cortas, me ha dejado muy satisfecho en cuanto a la
narrativa que viene construyendo la autora. Además, me permite afianzar más la
impresión de que son las mujeres, sus poéticas, las que no devuelven a ese
primer hechizo que sentíamos de adolescentes al buscar una historia en nuestras
lecturas. Historias, que no sé a cuenta
de qué estamos descuidando últimamente. A lo mejor la esperanza en la narrativa
peruana esté precisamente en lo que vayan a hacer o estén haciendo las mujeres.
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