"la imaginación del padre"
Lo bueno de las ferias de libros, al
menos para mí, es que puedes acceder a textos de autores extranjeros publicados
por editoriales independientes de sus países. De los muchos libros que recibí,
hubo varios que me gustaron, siendo uno de ellos La imaginación del padre (Lolita Editores, 2014) del escritor
chileno Luis López-Aliaga.
No quiero caer en discusiones
demagógicas sobre el creciente interés de los narradores latinoamericanos
actuales en apostar por el registro personal del “yo”, ni mucho menos en
encontrar la validez literaria que podemos en encontrar en la figura del padre
como tópico. Pienso que los libros se justifican solos sin necesidad de
ampararse en registros y temas en boga. Este es el caso de la publicación de
López-Aliaga, que no deberíamos encausarla en alguna nueva tendencia (o una por
inventar), puesto que el libro se defiende solo como literatura, literatura de
buena calidad. Así de simple.
Es cierto, el autor hace uso de su
referencialidad, pero esta se centra, como en realidad debe ubicarse toda
narración desde el yo, en los detalles que sí nos pueden decir algo, en lo que
el autor se siente no solo seguro, sino también fuerte. En este sentido, nos
enfrentamos a la biografía como lector de López-Aliaga, biografía guiada por el
peso del pasado familiar, puesto que su homónimo abuelo fue un exiliado peruano
en Chile, uno de los fundadores del APRA y muy amigo de Luis Alberto Sánchez.
La figura paterna no es dejada de lado, aunque al respecto resulta poco
condescendiente, siendo este punto el que nutre de nervio a la voz narrativa
del autor, nervio que nos permite encontrar en estas páginas la Verdad (ajá, en
mayúscula).
Podríamos estar ante un posible de
cuentas. En parte, sí, pero este ajuste no apela al efectismo del trauma, más
bien, marca distancia del recuento de los malos recuerdos, aquellos capaces de
taladrarte en lo inefable, sino que opta por una mirada superada que encuentra
su justificación en la exposición de lo que debería exponer y la salvación del
autor precisamente en la lectura. Desde niño el narrador protagonista se revela
como un precoz lector. En otras palabras, y hurtando, solo una parte,
revisitamos la máxima de Truffaut: López-Aliaga prefirió ver la vida por medio
de los libros.
No son gratuitas las referencias hacia
escritores peruanos como Luis Loayza, José Watanabe, Vargas Llosa, Bryce y
Salazar Bondy. En cada uno de ellos, y en matices, encontramos una
característica con López-Aliaga: el desarraigo interior. Es pues la mirada
incompleta de la vida lo que permite al autor indagar en el pasado familiar
desde el abuelo, recorriendo los mismos lugares que este recorrió en Perú,
comprometiéndose con un contexto por demás ajeno, y estrechando lazos, a saber:
su breve encuentro con su primo Santiago Roncagliolo.
Sé que un libro como este podría
despertar más de una especulación en cuanto al género en el que debe
inscribirse. En lo personal, no soy partícipe de estas taxonomías, aunque si me
permitiera abrigar una, hablaría de un híbrido. Suele decirse que basta una
gota de ficción para teñir todo un texto de ficción. En esta oportunidad,
reniego de ese dicho y prefiero ver el libro como uno de no ficción, cosa que
aún sigo con la resonancia de Verdad que me ha deparado su lectura.
Otra impresión que me ha dejado La imaginación del padre es que
reafirma, y para variar una vez más, el gran momento de la narrativa chilena
actual. En estos últimos años, ya sea por intereses literarios, o por apego
emocional a Santiago, he tenido la oportunidad de leer novelas y cuentarios de
autores chilenos. En alguna ocasión presenté una muy buena novela chilena y por
esas cosas de la vida recibo no pocos libros del sur. Pues bien, en estas
lecturas he encontrado un nivel de calidad que sustenta una realidad narrativa
a la que haríamos bien en frecuentar, yendo a lo seguro con autores como
Rodrigo Olavarría, Claudia Apablaza, Antonio Díaz Oliva, Romina Reyes, Pablo
Toro, Diego Zúñiga, Francisco Díaz Klaassen, Constanza Gutiérrez, Matías
Correa, Juan Pablo Roncone, Felipe Becerra, Simón Soto, Daniel Hidalgo, Maori
Pérez y Esteban Catalán.
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