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Anoche llegué cansado a casa. Uno de los
patitas que contratamos para la mudanza definitiva del almacén nos falló y
junto al “Héroe de guerra” tuvimos que hacer la labor de levantar lo que nos
faltaba. Felizmente, tuvimos la ayuda de cuatro puntas más cuando llegamos a
nuestro destino. Muy al final de la noche recobré fuerzas y regresé a casa
bastante despejado y con los músculos relajados.
Durante la mudanza, encontré una
película, entre las muchas cosas que había entre las cajas. Cigarette Burns de John Carpenter. O
también conocida como El fin del mundo en
35 mm. Llevaba tiempo intentando dar con ella. Cuando no la encontraba en
mi casa, me preguntaba a quién la pude haber prestado. Además, cada vez que iba
a buscarla en Polvos terminaba comprando otras ante la variedad y la tentación
casi infinita de ver una película que no conocía.
Lo primero que hice fue poner el DVD en
la lectora. Mi idea no era verla íntegramente, pero sí ubicar escenas que
permanecía en mi memoria. La experiencia no fue menos que gratificante, dejaba
fluir la película mientras respondía algunos mails e Inboxs. No es que me crea
lo que no soy, pero la mayoría de estos mails me preguntaban por la entrevista
que me hicieron un día antes, en Lima Gris. A diferencia de la otra ocasión en
que me entrevistaron en la radio de la revista homónima, ahora siento que he
sido mucho más duro y letal, en varios sentidos, principalmente porque fui a la
entrevista con un ánimo despejado y en estado peligroso de levitación. Me
preguntaban cuándo saldría la grabación de la entrevista y les decía la verdad,
que no sabía y que no estaba al pendiente de su salida.
Después me puse a releer al toque una
cuentario inédito de un amigo, el cual publicará en un par de meses. Confío en
lo que hará y sé que le irá bien, porque se trata de un cuentario que apuesta
por nuestra tradición. Como bien me dijo hace un tiempo, no sé si en tono de reproche,
Camila: “Tienes una fijación con la tradición”. No sé si efectivamente tenga
una fijación con la tradición, lo que sí sé es que si un peruano pretende
escribir, lo tiene que hacer partiendo del reconocimiento de su voz habitual,
de ese verbo que escuchamos en la calle, el cual no necesariamente tiene que
sintonizar con uno pero que está allí, en el inconsciente, que se disemina en
nuestro imaginario hasta convertirlo en una marca de agua que luego se potencia
con las influencias no necesariamente locales.
2 Comentarios:
Ya. O sea, tu idea de tradición es la misma vaina que decir "tener calle".
bueno, al parecer tienes un serio problema de comprensión de lectura, lo cual, no es mi culpa
saludos
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