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La mejor manera de llegar a cualquier
punto del norte de Lima es por medio del Metropolitano. Ni pensar en hacerlo
con el taxi, ni en el transporte público, a menos que seas suicida. En esto
pensaba en la tarde de ayer mientras hacía algunos apuntes de lo que sería la
charla sobre crítica literaria en los 2010 que dirigiría en una de las
actividades de Felino.
Sin esperarlo, el transporte se me había
presentado como un problema. Se suponía que saldría en plena hora punta para
llegar a la feria en plena hora punta. Todavía debía terminar algunas cosas, así
que me apuré y una vez terminadas fui a la estación del Metropolitano de Alfonso
Ugarte. En el trayecto, me pareció ver a uno de los integrantes de los Zepita
Boys, bueno, uno que no es del todo un Zepita, pero que hace méritos para
serlo. Logré ver a “Cachetada nocturna”, a quien casi paso la voz, pero preferí
seguir mi ruta.
La espera no fue muy larga y tuve que
ingeniármelas para entrar a uno de los buses que literalmente estaba repleto.
Me acomodé y lo que me gustó fue que llegué en diez minutos. Me bajé en la
estación del Metropolitano en Tomás Valle de Túpac Amaru. Estiré la pata hasta
la feria y como llegué más temprano de lo que pensaba, la mesa de crítica
literaria marcaba para las ocho en punto, me puse a recorrer los stands de la
feria, en los que pude ver a algunos amigos y conocidos, que me decían que la
cosa iba lenta pero que se sostenía por horas.
En verdad, me alegra que una feria del
libro se desarrolle en lo que llamamos Lina Norte. No hay que pensarlo mucho,
estoy convencido de que con los años esta será una de las ferias más
importantes del país. Solo hace falta que los gobiernos municipales tengan
voluntad política, o sea, que ofrezcan una apuesta férrea y continua sobre la
promoción de la lectura. La lectura como tal, dejando en segundo lugar las
demás manifestaciones culturales, no porque sean menos, sino porque únicamente
la lectura es lo que va a salvar a una zona importante de Lima a la que se le
asocia con el baile y la oferta culinaria.
Faltando pocos minutos para las ocho,
caminé a la sala Martín Adán, en el trayecto vi algunas cosas curiosas, por
ejemplo, a un editor, que me miraba asado, bueno, este huevas siempre me mira
asado, y lo único que hago es reírme, de la misma manera que hago con su socio
pequeñín. También, y ahora no es broma, a “Cachetada nocturna”, con el cel
pegado a la oreja, reportando lo que sería la conversa sobre crítica literaria
en los 2010. Decido acercarme para saludarlo, pero “Cachetada” se lleva la mano
derecha a la cabeza y hace el ademán de ir al baño y dejo que vaya en paz a su
destino natural.
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