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Las últimas horas han sido muy pesadas,
porque he tenido que desinstalar la librería, puesto que estaremos participando
en la Feria del Libro Ricardo Palma. Mi objetivo era tener listas las cajas
para el jueves, que es la instalación. Además,
ese día cumpliré un año más de vida. Siempre he tenido la costumbre de no hacer
absolutamente nada en mi cumpleaños. Pero esta vez será diferente, me la pasaré
trabajando, pero bueno, no me quejo, cuando las cosas son tuyas, le pones más
ganas.
Llegué relativamente cansado a la
librería, puesto que anoche me había sentido algo agitado, más de lo normal, en
la charla que llevé a cabo en el Virrey de Lima con la narradora chilena Romina
Reyes, cuyo libro Reinos, recomiendo
encarecidamente. Ocurre que horas estuve haciendo algunas gestiones que me
tuvieron fuera del mundo, me la pasé pegado a la pantalla coordinando algunas
actividades que tendremos en la feria del libro, y cuando menos me lo esperaba,
la hora se me había pasado. Cerré la librería como pude y a paso ligero me
dirigí al Virrey. Llegué a tiempo, aunque los amigos de Lima Imaginada, dirigidos
por Raisa, ya estaban allí. Esto me sorprendió, en principio, aunque después
no, porque Raisa me dijo que los escritores estaban hospedados en el Hotel
Bolívar, el cual, me parece el lugar ideal para hospedarse, no solo en el
Centro Histórico, sino también en toda la ciudad de Lima, una ciudad que cada
día se está volviendo inhabitable y demasiado insegura.
No es la primera vez que entrevisto a un
escritor. En realidad, se podría decir que tengo algo de experiencia al
respecto, entrevistando públicamente a un consagrado nacional e internacional,
como a una voz local y foránea que comienza a labrar su camino. No me hago
problemas, le pongo las mismas ganas, así esté ante una sala llena o en una en
la que solo haya cinco gatos. Mi problema de ayer lunes fue que como nunca antes
comencé a sudar. Y yo cuando sudo, sudo, soy imparable, me vuelvo una fábrica
de sudor. En este estado no juegan los nervios, al menos no de los que habla
Valdano, sino que algo en mí experimenta una descompensación y la única manera
de equilibrarme es sudando. Di inicio a la charla y comencé las preguntas para
Romina y sudaba. De mis patillas y cabello caía el sudor a chorros y sé que más
de uno se dio cuenta de que sudaba como un cerdo. Felizmente, el sudor
desapareció a la media hora de la conversa.
Me retiré de la librería con Lotta y
Wonder Boy. A Lotta le regalé mi ejemplar de Reinos, que espero que le guste siendo ella una lectora tan
exigente como diletante. A partir de la Colmena empecé mi recorrido en
solitario. En la esquina de Camaná con Quilca percibí el aroma de la marihuana.
Fumaban la rica maría un par de flacas góticas. Me las quedé mirando, viendo su
inestable felicidad. Prendí un pucho y me les acerqué y les dije que el
miércoles, estará She Past Away en la tienda de Tony. Los ojos de las flacas se
encendieron. No era para menos. Y me sentí bien por la buena acción.
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