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Aunque no soy de los que se cansan
rápido, debo decir que espero con ansias la llegada del lunes, día en que se
entra tarde y se sale temprano, tal y como lo estipula el nuevo reglamento de
la feria Ricardo Palma. Bueno, así es como lo veo, y lo cierto es que este
nuevo comienzo me ha caído algo pesado, debido a los pocos días de descanso que
he tenido para estos días de feria.
No me hago problemas. Igual le pongo
buena onda y me concentro en lo mío. Para estas jornadas, en los que las horas
muertas son casi nulas, leo libros de corta extensión. No sé bien a qué llamo libros
de corta extensión, además, la experiencia me ha enseñado que estos libros o
bien pueden ser poemarios o textos en edición de aniversario, como el primer
cuento de Bujowski en formato de libro, o El perseguidor de Cortázar, El corazón de las tinieblas de Conrad,
poemas de Rimbaud, Baudelaire, Keats, Ginsberg. Es decir, hay preparo el coctel
para las horas de trabajo, dejando siempre para la noche, antes de meterte al
sobre, los textos de relativo largo aliento. Felizmente, duermo poco y esto me
permite ver en las mañanas una película, sea en Fox Classics o en DVD.
Ayer sábado fue un día agitado.
Necesitaba despejarme y buscaba el momento para hacerlo. Sentía mi mente como
una cámara de gas y la necesidad de fumar hierba era más que primordial. Cerca
de las cinco salí un toque y fumé un pucho mientras miraba el mar. Veía el
Malecón Cisneros, que tantos recuerdos me genera. Hubo un tiempo en que solía
caminar por ese malecón, que se convertía en el ideal para fumar hierba. Las
seis de la tarde se posicionaba como la predilecta, teniendo al crepúsculo
naranja y gris que reforzaba mis sensaciones aéreas. Aunque claro, las razones
por las que fumaba en esos lugares obedecían a las personas con las que fumaba,
como Erika, Carlos y José Carlos, a quienes tuve presente mientras miraba el
crepúsculo naranja y gris de ayer.
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