sin pronunciamiento
Los días pasan y me extraña que no haya
un pronunciamiento claro y firme de la izquierda peruana sobre lo que viene
ocurriendo en Venezuela. Más de una vez he barajado la idea –en un claro
esfuerzo de buena intención- de que el silencio obedezca a una remota esperanza
de cambio. Pero hablamos de un deseo exagerado, inverosímil, que no se sostiene
ni en el discurso, ni en los hechos.
En cuanto a los hechos, basta recorrer
las calles limeñas para toparnos con miles de venezolanos que venden arepas,
café y bombitas, en lo que considero un acto de valentía y riesgo. Así es: vender
arepas en el país de la buena comida. Ese solo acto refleja el fracaso de un
sistema político y económico de izquierda. Y hablamos de Venezuela, quizá uno
de los países más ricos en reservas energéticas del mundo. Los hechos, como
tales, son la otra cara de la moneda: el discurso de los valores y principios que
sostiene a la izquierda.
A esta maravilla sumemos los ya escasos
respetos a las libertades que muestra diariamente la dictadura de Nicolás
Maduro. Los muertos también son hechos, que vemos a diario en las redes
sociales y en los medios de información.
Por ello: no protestar contra ello es
también complicidad. Es ofender los principios. ¿Acaso un izquierdista está
incapacitado de criticar un régimen dictatorial de izquierda? Recordemos, en
este sentido, la postura de Mario Vargas Llosa contra la dictadura de Augusto
Pinochet. Un neoliberal criticando a uno de los peores productos de la derecha.
Coherencia, dicen.
Si la izquierda peruana no se pone las
pilas en este tema, mejor vayan haciéndose la idea de que jamás será gobierno.
La secuela inmediata de lo que se vive en el hermano país del norte la estamos
viendo todos los días y contra ello la verborrea poco o nada puede hacer, así
esta venga con las mejores de las intenciones.
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