cuando no se condena
En la tarde un amigo me pasó un video en
el que a Marisa Glave se le pregunta por la memoria.
Bueno, a Glave aún le doy crédito y está
a tiempo de enmendar ciertas posturas discursivas divorciadas de la honestidad
y del sentido común.
Es que la ideología ataranta, sí.
Al respecto, tenía esperanza de ver/leer
pronunciamientos sobre el asesinato del oficial venezolano Óscar Pérez. ¿Qué
tendría que pasar en Venezuela para que los líderes de la izquierda peruana se
desahueven?
Silencios como los de ahora confirman la
dependencia no ideológica, sino económica que nuestra izquierda ha tenido con
la dictadura de Hugo Chávez. Por eso, cuando su sucesor Nicolás Maduro comete
este tipo de atropellos en nombre de “revolución” y el orden interno de su país,
no se tiene otra opción que mirar para otro lado. Este silencio fundamenta la
sospecha sobre las dádivas chavistas recibidas por los grupos y movimientos de
izquierda locales. Se supone que la defensa del respeto por las vidas de
mujeres y hombres no tiene que depender
de filiación alguna, con mayor razón cuando se sabe que a Pérez lo masacraron
estando rendido.
A lo mejor, los representantes de la
superioridad moral tengan razón en cada uno de sus postulados discursivos,
seguramente este país será mejor de estar en sus manitas, pero hasta que no
alcen la voz condenatoria contra regímenes que violan paulatinamente los
derechos humanos, de poco les sirve tentar ser el mayor poder político.
La situación empeora cuando día a día
vemos la realidad del sistema socialista del siglo XXI, la corrupción, hambre y
miseria que genera. Así es: miles de hermanos venezolanos sobreviviendo en la
capital. Eso es lo que el votante de a pie ve cada día, como también el mutismo
ante lo que se supone tendría que ser una obvia condena.
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