¿Vitalistas y Metaliterarios?
Siempre es bueno hablar de lugares comunes, siempre: toda experiencia libresca es una experiencia vital, y toda experiencia vital es también una experiencia libresca cuando se escribe un texto en pos de una estructura literaria. Esto a razón de un post en Puente Aéreo en el cual me divertí muchísimo. Si la memoria no me falla, aquel post fue en marzo o abril. Pero en fin, eso es lo de menos.
Y como siempre se intenta etiquetar a los integrantes de generación alguna con taxonomías que intenten explicar en algo su base y desarrollo, entonces esta no ha es la sido la excepción. Sin embargo; la misma yace en un error de apreciación –por no decir estupidez- al querer encontrarse, en apariencia, una división entre escritores metaliterarios y escritores vitalistas. Como al parecer está de moda llamarnos.
Es todo un alarde de desfachatez el querer ejercer divisiones cuando la mayoría de nosotros aún estamos en vías por consolidar una voz propia y un tema narrativo, aunque es preferible –de lejos- que se haga esta clasificación a que se caiga en esa taradez que significó la insulsa polémica entre escritores "andinos" y escritores "criollos".
Esta clase de locuras arbitrarias tendrá alcances limitadísimos. La literatura siempre ha sido un laberinto -o gran laberinto- con un sin fin de conexiones por los que andan los libros escritos y los que aún faltan por escribirse (obvio); la literatura es un eterno encuentro. Los libros no se escriben solos (de hecho): todo libro encierra muchos libros, y cada uno de estos junta diversas experiencias de vida en las que descansó su concepción. Por ello, no existe cosa más endeble que la dicotomía de metaliterario y vitalista.
Y repito: ese post en Puente Aéreo sí estuvo bastante caliente.
Y como siempre se intenta etiquetar a los integrantes de generación alguna con taxonomías que intenten explicar en algo su base y desarrollo, entonces esta no ha es la sido la excepción. Sin embargo; la misma yace en un error de apreciación –por no decir estupidez- al querer encontrarse, en apariencia, una división entre escritores metaliterarios y escritores vitalistas. Como al parecer está de moda llamarnos.
Es todo un alarde de desfachatez el querer ejercer divisiones cuando la mayoría de nosotros aún estamos en vías por consolidar una voz propia y un tema narrativo, aunque es preferible –de lejos- que se haga esta clasificación a que se caiga en esa taradez que significó la insulsa polémica entre escritores "andinos" y escritores "criollos".
Esta clase de locuras arbitrarias tendrá alcances limitadísimos. La literatura siempre ha sido un laberinto -o gran laberinto- con un sin fin de conexiones por los que andan los libros escritos y los que aún faltan por escribirse (obvio); la literatura es un eterno encuentro. Los libros no se escriben solos (de hecho): todo libro encierra muchos libros, y cada uno de estos junta diversas experiencias de vida en las que descansó su concepción. Por ello, no existe cosa más endeble que la dicotomía de metaliterario y vitalista.
Y repito: ese post en Puente Aéreo sí estuvo bastante caliente.
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