Sexo, humillación y muerte - Un instante
Es el mundo del creador el que siempre ha fascinado a Roman Polanski, pero tenemos muy pocos trabajos cinematográficos que se relacionan a esa ya vieja y muchas veces declarada obsesión suya. Luna de Hiel puede ser catalogada como una película menor dentro de su producción, pero a mí, como compulsivo fagocitador de películas, no dejará de llamarme la atención aquellas películas que muestren el mundo interno del escritor –en especial, este caso- en el que se acrisolan todas las vivencias en las que se fusionan la esperanza, la desazón, la frustración ( todas con un alto contenido tanático) y el patente erotismo marcado por los agujeros oscuros de los desencuentros.
Es así que no es de extrañar que este director polaco no haya dudado en plasmar en celuloide la novela Lunes de Fiel del novelista y ensayista francés Pascal Bruckner. En esta película viajamos por el andamiaje existencial de Óscar ( Peter Coyote), un escritor ido a menos en medio de una ciudad parisina que lo rechaza como narrador pero que a la vez le insufla de vivencias acicateadas por las desbordadas noches de farra que lo terminan dejando en un vacío emocional luego de cada encuentro marcado por las explosiones hormonales; sin embargo, la vida de Óscar adquiere rumbo al quedar obnubilado con Mimi ( Emmanuelle Seigner). La novela da cuenta de la cima y sima a la que llega este aspirante a escritor.
No es necesario que una película respete la estructura de la novela, lo que en estos casos vale es que el director sepa rescatar el espíritu de la misma, si éste llega a asir dicha cualidad, nos podemos dar por satisfechos. Una de la escenas de Luna de hiel que aún se mantienen en mi memoria visual es la que da cuenta del inválido Óscar ante un Nigel ( Hugh Grant) totalmente sumido en un estado de confusión, listo para escuchar la perorata vesánica del escritor fracasado quien no tarda en relatarle sus ansias ya claudicadas por llegar a vivir de sus libros en París, My city dreams, y ser así parte de la veta de Hemingway, Fitzgerald y Miller.
Para Óscar es tan poderosa el ansia por sellar su anhelo que este no duda en eludir la realidad del rechazo escribiendo, tecleando frente a la pantalla en azul, con el sonido de las lluvias otoñales que caen sobre los tejados, cuyas aguas resbalan por sus paredes empedradas de su edificio, anegando el mundo por donde él se entregará –una vez cumplida la faena- a las interminables noches con olores hormonales confabulados con el peligroso y oscuro silencio del Sena.
Esta escena puede reflejar el mundo de un creador marcado por su condición de letraherido, quien pese a las cartas de rechazo de las editoriales que atiborran su escritorio, persiste en no dejar de lado el anhelo de vivir y caer rendido ante los regalos como el que le ofreció el azar al toparse con Mimi mientras viaja en bus, encuentro que determinara un cambio de vida signado por el sexo, la humillación y la muerte.
En la foto, Emmanuelle Seigner, placer, vida y muerte de Óscar
2 Comentarios:
La de la foto NO ES Emmanuelle Seigner.
Busca en Google que está chupado.
Es que no has visto la película?
Un saludo y felicidades por la interesante crítica.
Si a esa imagen de Seigner le sacara la prenda negra, ¿la reconocerías?
Y...bueno, no es crítica, es un comentario muy impresionista, como casi todos los contenidos de este blog.
Saludos.
Gabriel.
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