Raúl Gómez Jattin
El colombiano Raúl Gómez Jattin fue un poeta genial. Lamentablemente, su obra no es muy conocida fuera de su país.
En su vida pueden reconocerse senderos afines con los andares de Martín Adán, Leopoldo María Panero, Luis Hernández y Juan Ojeda.
GJ nació en 1945, en Cereté, un pueblito de Córdoba. De niño y adolescente hizo gala natural de inteligencia superior y talento. Sin embargo, guardaba dentro de sí un mundo interior atormentado, el cual se desborda cuando de joven decide irse a estudiar a Bogotá.
Es en esta ciudad en donde empieza a tejer involuntariamente su leyenda en vida. Medía casi dos metros de altura, era fornido y atractivo. Era visto como un rarísimo genio marginal, seducía a cuanto hombre le daba la gana, se drogaba a más no poder, era el alma de los recitales de poesía (todos quedaban hechizados cuando leía) y festivales de teatro.
Como era preso de un espíritu ávido de oscuridad y perdición, no tardó en patentizar su locura: vivía en las calles: dormía en callejones y parques; era descuidado: no se bañaba; y cuando no tenía dinero, pues se prostituía…
Publicó su primer libro, POEMAS (1980), relativamente tarde, a los treinta y cinco años. Y como puede colegirse, no tuvo que lidiar con el ninguneo del público lector, puesto que hasta ese entonces era un conocidísimo poeta sin obra. Esta publicación ratificó lo que por años se decía de GJ: que era un poeta extraordinario.
Sin embargo, es precisamente su vida disoluta lo que muchas veces impidió que su poesía sea apreciada.
Por ejemplo: Cierta tarde se apareció casi desnudo, con una camisa sucia que cargaba el sudor de dos meses, y con una botella de ron en la mano derecha, en la puerta de la Biblioteca Municipal de Bogotá. Estaba riéndose y recitando de memoria sus poemas. Este hecho no llamó la atención de los círculos poéticos, puesto que ese tipo de manifestaciones alucinadas eran muy frecuentes en GJ. Pero sí causó estupor en la “comunidad oficial” de la poesía colocha, la que no demoró en hacer causa común en pos de la salud emotiva y física del poeta, a quien mandaron a Cuba a recuperarse… En La Habana le curaron las infecciones que padecía, le sometieron a curas de sueño, se le alimentó bien y, entre otras cosas, se le colocó una nueva dentadura. Estuvo varios meses en la isla, disfrutando de las lluvias con calor. Ni bien regresó a Colombia, lo primero que hizo fue vender su dentadura revolucionaria. Volvió a lo de siempre: parques, callejones, drogas, hombres, alcohol…
Al igual que Martín Adán y el inacabable Leopoldo María Panero, GJ también pasó largas temporadas en manicomios.
En Cartagena, en 1997, murió arrollado por un bus. Las circunstancias aún no están del todo claras, lo que acrecienta las dudas sobre si fue accidente o suicidio.
Sus libros circulaban en ediciones reducidas. Sin embargo, el tiempo ha permitido que parte de su obra se publique por editoriales (Norma y Pre-Textos) que garantizan lo que debe importar por sobre todas las cosas: que su poesía no se pierda.
Raúl Gómez Jattin no solo es, para este blogger, el mayor poeta colombiano del siglo XX, también es una de las voces más consistentes en la historia del imaginario lírico latinoamericano.
Para bendición de los amantes de la verdadera poesía, sobre todo en estos tiempos de tanta piromanía "versística" que desconoce la tradición, la de este perdurable vate puede encontrarse en la red.
Imagen, Raúl Gómez Jattin
En su vida pueden reconocerse senderos afines con los andares de Martín Adán, Leopoldo María Panero, Luis Hernández y Juan Ojeda.
GJ nació en 1945, en Cereté, un pueblito de Córdoba. De niño y adolescente hizo gala natural de inteligencia superior y talento. Sin embargo, guardaba dentro de sí un mundo interior atormentado, el cual se desborda cuando de joven decide irse a estudiar a Bogotá.
Es en esta ciudad en donde empieza a tejer involuntariamente su leyenda en vida. Medía casi dos metros de altura, era fornido y atractivo. Era visto como un rarísimo genio marginal, seducía a cuanto hombre le daba la gana, se drogaba a más no poder, era el alma de los recitales de poesía (todos quedaban hechizados cuando leía) y festivales de teatro.
Como era preso de un espíritu ávido de oscuridad y perdición, no tardó en patentizar su locura: vivía en las calles: dormía en callejones y parques; era descuidado: no se bañaba; y cuando no tenía dinero, pues se prostituía…
Publicó su primer libro, POEMAS (1980), relativamente tarde, a los treinta y cinco años. Y como puede colegirse, no tuvo que lidiar con el ninguneo del público lector, puesto que hasta ese entonces era un conocidísimo poeta sin obra. Esta publicación ratificó lo que por años se decía de GJ: que era un poeta extraordinario.
Sin embargo, es precisamente su vida disoluta lo que muchas veces impidió que su poesía sea apreciada.
Por ejemplo: Cierta tarde se apareció casi desnudo, con una camisa sucia que cargaba el sudor de dos meses, y con una botella de ron en la mano derecha, en la puerta de la Biblioteca Municipal de Bogotá. Estaba riéndose y recitando de memoria sus poemas. Este hecho no llamó la atención de los círculos poéticos, puesto que ese tipo de manifestaciones alucinadas eran muy frecuentes en GJ. Pero sí causó estupor en la “comunidad oficial” de la poesía colocha, la que no demoró en hacer causa común en pos de la salud emotiva y física del poeta, a quien mandaron a Cuba a recuperarse… En La Habana le curaron las infecciones que padecía, le sometieron a curas de sueño, se le alimentó bien y, entre otras cosas, se le colocó una nueva dentadura. Estuvo varios meses en la isla, disfrutando de las lluvias con calor. Ni bien regresó a Colombia, lo primero que hizo fue vender su dentadura revolucionaria. Volvió a lo de siempre: parques, callejones, drogas, hombres, alcohol…
Al igual que Martín Adán y el inacabable Leopoldo María Panero, GJ también pasó largas temporadas en manicomios.
En Cartagena, en 1997, murió arrollado por un bus. Las circunstancias aún no están del todo claras, lo que acrecienta las dudas sobre si fue accidente o suicidio.
Sus libros circulaban en ediciones reducidas. Sin embargo, el tiempo ha permitido que parte de su obra se publique por editoriales (Norma y Pre-Textos) que garantizan lo que debe importar por sobre todas las cosas: que su poesía no se pierda.
Raúl Gómez Jattin no solo es, para este blogger, el mayor poeta colombiano del siglo XX, también es una de las voces más consistentes en la historia del imaginario lírico latinoamericano.
Para bendición de los amantes de la verdadera poesía, sobre todo en estos tiempos de tanta piromanía "versística" que desconoce la tradición, la de este perdurable vate puede encontrarse en la red.
Imagen, Raúl Gómez Jattin
4 Comentarios:
Chévere el post. Una pequeña corrección: Cereté, donde nació Gómez Jattin es un pueblo de Córdoba, otro departamento de Colombia.
Creo que aún no hay una recopilación de la poesía completa de GJ, pero puedo decir que una muy buena es la publicada por el fondo de cultura económica. Los poemas de la locura (sus últimos) son increíbles.
Un saludo desde Bucaramanga Gabriel.
Gracias, ya hice el cambio.
G.
No, no se suicidó. Seguro que no.
Existe una relación estrecha entre los accidentes de tránsito y los poetas. Habría que escribir una novela sobre ello.
G.
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