miércoles, diciembre 09, 2009

Entrevista: Katya Adaui Sicheri (Nuestro Novel de Literaturas.com)


«Me gustan demasiado los cuentos, leerlos y escribirlos»

Poética

Llegué a la literatura de muy niña. Leía en el colegio todo lo que caía en mis manos. Me encantaban los libros de aventuras escritos por Enid Blyton y Hitchock. Después crecí con Verne, Salgari, De Amicis, Saint Exupéry. Ahora leo a Clarice Lispector, Carson McCullers, Flannery O´Connor, Lorrie Moore, Haruki Murakami, Mario Bellatin, Jorge Volpi, Enrique Vila-Matas, Alan Pauls, Cormac McCarthy… y siguen nombres. Escribo porque es lo único que sé hacer. Nací en Lima en 1977. Soy periodista y fotógrafa. Me gano la vida como redactora creativa.
De la nueva camada de escritoras peruanas, Katya Adaui Sicheri es una de las más destacadas. Es autora del ahora inhallable libro de cuentos Un accidente llamado familia (Matalamanga, 2007). Administra el muy visitado blog Casa de estrafalario (http://casadeestrafalario.lamula.pe/). Sus artículos y crónicas aparecen con regularidad en las revistas Dedo Medio, Día Treinta, Oveja Negra y Art Motiv. Forma parte de la antología Matadoras. Nuevas narradoras peruanas (Estruendomudo, 2008). Próximamente publicará La vida vista por la vida.
¿Qué comentario recuerdas más sobre Un accidente llamado familia?
Me han comentado sobre la inocencia de los personajes en medio de situaciones no muy inocentes. Sobre el cuento “Calle llama pesadilla” un amigo me dijo que un hombre mayor nunca le diría a sus hijos: “miren, un muerto”. Me preguntó por qué ese señor tendría que ser tan inocente como para sorprenderse de un atropellado. Cuando lo escribí era vital que el padre de mi historia fuera capaz de asombrarse. Quizás puse mucho de mi propia inocencia en los personajes, una inocencia que yo solo entiendo. No lo sé.
Recuerdo que en tu participación en el ciclo Nueva Narrativa Peruana en la Universidad Federico Villarreal, hiciste hincapié en que la experiencia familiar, en especial tu niñez, fue lo que con los años cimentó tu condición de escritora.
Estoy segurísima de que si hubiera vivido otra infancia no escribiría ni una sola palabra. Siempre me refugié en los libros, porque me brindaban la posibilidad de un mundo feliz. En ese mundo yo podía crecer, viajar, conocer, tener muchas familias. La mayor felicidad de mi infancia fue leer todo el tiempo y a todo tipo de autores. Leía hasta en clase, con el libro escondido en el pupitre. Extraño esas épocas de vivir para leer.
“Casa de estrafalario” es el cuento con el que se te asocia más, en él leemos sobre un hombre sin una pierna tratando de construir una casa en el aire.
Nació cuando me vino esta frase a la mente: Me gustan las acrobacias. No tenía una estructura planeada. Lo escribí de un tirón. Tengo una amiga que hace danza aérea en telas y esa imagen me inspiró mucho. Sé que practicaba en un garaje, pero no fui a uno. Pensé en cuanta belleza puede esconder un garaje. Mi acróbata tenía que ser cojo y buscar en su mente siempre un reemplazo para su pierna. Un imposible. Como no puede caminar, intenta volar. Las alas como las prótesis son accesitarias. La primera parte del libro es movimiento. La segunda es un juego entre locura y realidad. La tercera es la soledad. La cuarta es el amor. Creo que nos pasamos la vida intentando construir una casa en el aire.
Si se nos presentara ese cuento como de autoría anónima, no se sabría si quien lo escribió fue un hombre o una mujer.
Para mí es ideal que cuando alguien lee un cuento, no sepa si lo ha escrito un hombre o una mujer. Que los personajes, el narrador y el argumento cobren vida propia… que desaparezca el autor.
Fuiste incluida en Matadoras, antología de nuevas narradoras peruanas.
Fue un honor estar incluida en Matadoras. Sirvió para que muchos se dieran cuenta de que en el Perú sí hay mujeres que actualmente están haciendo literatura. Algunos sospechan que es una antología feminista, pero creo que no es así. Me parece saludable que cada vez más mujeres escriban y sobre todo se atrevan a publicar. Es cuestión de perder el miedo. Ojalá fuéramos muchas más.
Con lo difícil que es para cualquier autor hablar sobre su obra, me gustaría saber cómo ves a Un accidente llamado familia a dos años de su publicación.
En realidad el libro está escrito hace cinco años. Lo que pienso ahora es muy distinto a lo que pensaba entonces. Son cinco años de alimentarme de otras lecturas, otros aprendizajes, otras vivencias. Ya no escribo así. Ya no soy así. Lo leo y pienso que está escrito por una pre-yo. Pero supongo que es normal sentir esa extrañeza frente a algo que ya no te pertenece. Sin embargo, le tengo cariño porque me hizo perder el miedo, me hizo aprender.
En una entrevista que te hice, me contaste que estabas trabajando en un proyecto de novela. Pero ahora estás próxima a publicar La vida vista por la vida, conjunto de cuentos y microcuentos.
Hace poco afronté la posibilidad de nunca intentar una novela. Me gustan demasiado los cuentos, leerlos y escribirlos. No me avergonzaría que me llamen “cuentista” en vez de escritora u otro título. Un cuento es un chorro, no el río completo. No me preocupa que mis palabras solo “salpiquen”. Si antes era muy inocente, ahora creo que soy más honesta, incluso cuando escribo. Por lo pronto, seré cuentista.
¿Cómo así diste con el título La vida vista por la vida?
Hace un par de años comencé a leer la obra de Clarice Lispector. Me fascinó. Su vida y su forma de escribir. En Agua viva, ella se pregunta sobre la importancia de las palabras y se cuestiona cuál es el lenguaje ideal para comunicarse. Se niega a la mudez, se rinde a la belleza y a la alegría del mundo, y dice: “Ésta es la vida vista por la vida. Puede no tener sentido, pero es la misma falta de sentido que tiene la vena que late”. Más adelante, reitera: “Sí, ésta es la vida vista por la vida. Pero de repente olvido cómo captar lo que sucede, no sé captar lo que existe más que viviendo aquí cada cosa que surge y ni importa qué: estoy casi libre de mis errores. Dejo que el caballo corra fogoso. Yo, que troto nerviosa y sólo la realidad me delimita”. Me identifiqué con esta forma de ver la vida: entregarse a los momentos como vengan, con sus aprendizajes, satisfacciones y dolores. Nunca resignarse ante lo que es más grande que uno, como la realidad. Escribir, pese a todo, para encontrar la libertad.
En “Algo se perdió”, uno de los relatos del nuevo libro, cuentas la fría relación entre una madre y su hija. Ambas se encuentran en una piscina, en la noche. Y cuando no se dicen nada ellas se llevan mejor…
Las relaciones familiares me interesan muchísimo y mi propia familia es siempre una gran fuente de inspiración. De otro lado, creo que las personas que nadan por obligación están ensimismadas en cumplir su propia rutina. Es como una casa donde todos deben dar de su parte, hasta que alguien decide que hará las cosas a su manera. Se llega a un punto muerto, nada avanza, nada retrocede, nada es como antes. A veces las personas coincidimos en los silencios. Una piscina es un gran silencio. Te ahogas en él o sacas la cabeza más seguido para respirar.
En “Señor Muerte” tenemos a una fotógrafa que guarda una fotografía arcana y una periodista quiere escribir sobre esta fotografía.
Para esta historia recordé cuánto me impactó la fotografía de un hombre muerto a la entrada de un cementerio. Estaba vestido, pero con el cráneo expuesto. La tomó la mexicana Graciela Iturbide. Recién después de 30 años pudo exhibirla del pavor que le inspiraba. Creé el argumento alrededor de eso. Después descubrí que esa foto se llamaba “Señor Muerte” tal como yo la había nombrado y no “Muerte en el cementerio”, como había leído. Una coincidencia muy curiosa… Me encanta la fotografía como otra forma de comprender el mundo. Es un lenguaje tan rico y complejo como la literatura. Escoger un encuadre para una foto es como decidir una estructura para un cuento.
¿Cuál es la ventaja que has encontrado escribiendo microcuentos?
Encontré que puedo escribir de todo lo que se me antoje. Abordar distintos puntos de vista y temas. Desde un actor perdido en una universidad, un ansioso vigilante de un casino, hasta un guardabosque atacado por un oso negro. No hay límites para la imaginación.
Publicado en la edición de diciembre de Literaturas.com

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Acabo de leer la entrevista.
Te felicito, hermana. Y te deseo lo mejor con tu nuevo libro de relatos/cuentos!
Dario

8:40 a.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Me encanta la literatura y acabo de descubrir una gran escritora.
Felicitaciones Katya.

Jose Rivas
vernmen

11:25 a.m.  

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