jueves, junio 24, 2010

Situaciones Incómodas: Luis Hernán Castañeda

En Facebook encuentro un enlace de Luis Hernán Castañeda a una entrevista que le realiza el también escritor Salvador Luis para su sección Situaciones Incómodas, en la revista Koult.
Me gusta la entrevista, no es para nada ceremonial, hasta podría decir que es una entrevista chonguera, pero con estilo y erudición, tanto en las preguntas como en las respuestas.
Castañeda estará presentando próximamente su nueva novela EL FUTURO DE MI CUERPO, esta vez con Estruendomudo, sello con el que publicó su libro debut CASA DE ISLANDIA, que para mí es la mejor primera novela de autor peruano en décadas, de cuando en cuando vuelvo a sus páginas y la impresión sigue siendo la misma: que Castañeda es un autor de inmenso talento y de gran formación literaria, es decir, un escritor de verdad.


Luis Hernán Castañeda (Perú, 1982) es un escritor prudente y de prosa refinada. Su primer libro, Casa de Islandia (2004), lo ubicó en el panorama limeño como uno de los nuevos narradores a tener en cuenta; un año después apareció la novela Hotel Europa, y en 2007, el libro de cuentos Fotografías de sala. Ha incursionado también en la literatura para jóvenes con la novela corta El chamán y la sacerdotisa y sus relatos han merecido espacio en antologías como Selección peruana, Disidentes y La mala nota. Actualmente es doctorando en literatura en la Universidad de Colorado, institución donde también imparte una que otra clase. Su próxima novela, El futuro de mi cuerpo, la primera entrega de una trilogía sobre peruanos en Estados Unidos y sobre escritores en Estados Unidos, está a punto de publicarse en su país. Castañeda es un narrador que muchos estiman. Y hoy, aunque sus familiares le hayan sugerido desatascar las cañerías del baño en vez de responder a este interrogatorio, Luis Hernán, incondicional como siempre, ha preferido ponerse en una situación incómoda.
Dime una cosa, ¿estás de acuerdo con aquellos esteticistas que dicen que no tienes ni un solo pelo?
Por desgracia, hay un pelín de verdad en esas declaraciones sobre mi calvicie. Hace varios años que mi cabeza es tierra de nadie. Como todos los hombres de mi familia, padezco una irremediable tonsura natural. Desde niño supe que la migración sería el destino de mi cabellera, que solía ser frondosa. Cuando miro una foto vieja pienso, inevitablemente, en una pradera de afganos. Sí hay ventajas: jamás me descubrirán una cana, por ausencia de infraestructura; resplandeceré en las fotos nocturnas; el bronceado integral será mi realidad cotidiana; nunca me pareceré a Steven Tyler. Quizá mis servicios serán apreciados en alguna campaña contra la deforestación. Tal vez me haga millonario inventando la cráneo-mancia, si es que no existe todavía. ¿Sabes cuánto dinero gasta un ser humano promedio en visitas a la peluquería a lo largo de su existencia? Invertiré esa fortuna en mi biblioteca. Hablo y hablo, pero no me hagas caso: daría lo que fuera por una última noche con mi melena perdida.
Pasando de lleno a lo literario, recuerdo que en uno de tus libros, la novela Hotel Europa, publicada en 2005, algunas mujeres ejercen la prostitución obligadas por un grupo paramilitar que se hace llamar “Los Románticos”. ¿Te consideras un tipo igual de “romántico” con las mujeres?
Soy un caballero. Lamentablemente, mi vida sentimental se parece demasiado a la historia de mi calvicie. No entraré en detalles, pero estoy convencido de que la literatura es nociva para el amor. Uno termina confundiéndolos, lo cual es un placer. Adoro actuar por periodos cortos; cada relación amorosa es la oportunidad de encarnar un personaje distinto, pero al final siempre sucede lo que pasa con los disfraces: hay que quitárselos, reemplazarlos para seguir el viaje de un cuento al siguiente. Dicho sea de paso, prefiero los cuentos a las novelas. Entre Chéjov y Tolstoi, me quedo con Augusto Monterroso. Las compañeras de viaje siempre me han gustado más que las novias, quizá porque yo mismo soy mejor compañero de viaje que novio. Ahora que mencionas mi novela Hotel Europa, pienso que es involuntariamente autobiográfica: mi historia romántica es un prostíbulo, y yo atiendo en todas las habitaciones al mismo tiempo. Hay laberintos, como mi hotel, para perderse la noche entera y fugarse al alba con otra historia que contar. En otras palabras, un noviazgo estable sería para mí como la calvicie irremediable de los afectos y la imaginación.
Es curioso que hables acerca de la imaginación. Hace que me pregunte cuántas veces, camino a la presentación de uno de tus libros, has cruzado los dedos para que una lectora te pida que le firmes algún artículo íntimo de lencería…
Los cruzo hasta dormido. Y los mantengo tan cruzados que esa manía me dificulta la escritura. En realidad, más de una vez he sentido la tentación de renovar el anticuado ejercicio del autógrafo. ¿Los escritores no sentimos vergüenza? En este asunto nuestra falta de creatividad es penosa: ¿cómo es posible que estos mismos seres que viven del delirio acepten cumplir, una y otra vez, el mecánico ritual de firmar libros? Si me lo permitieran algunas lectoras, les tatuaría dedicatorias personalizadas y recónditas. El reto sería imaginar, cada vez, una “página” distinta, aunque fuesen ilegibles para sus mismas dueñas. Valdría la pena el esfuerzo: la belleza de una lectora inteligente y sensible, que además tiene el buen gusto de ser mi lectora, es un espectáculo más conmovedor que el último atardecer de un planeta agonizante. También, más triste que el suicidio del último pelo.
Si traje a colación el tema de la ropa interior fue porque justamente nos llegó un email desde Bulgaria con una pregunta al respecto. A muchas búlgaras les interesa saber si guardas en tu armario calzoncillos con motivos atigrados.
No, pero sí debería renovar la sección clásica de mi guardarropa. Como sabes, la vida de un escritor no es fácil. En Boulder, Colorado, la pequeña y apacible ciudad universitaria donde vivo, a veces debo complementar mis flacos ingresos mediante la práctica semiprofesional del strip-tease. Soy dueño de un tubo portátil que instalo a domicilio y, por supuesto, en mis shows los calzoncillos multicolores van sucediéndose unos a otros, incluso en una misma sesión. Por supuesto, no estoy solo en esta empresa, pues sería aburridísimo: cuento con un equipo de compañeros con quienes acostumbro ensayar la invención de coreografías. Si no revelo sus nombres es porque, aunque parezca increíble, estoy hablando en serio.
No lo dudo. Si supieras lo que yo vendo por una lata de aceitunas rellenas… Pero esa es arena de otro costal y ya nos toca despedirnos. Los lectores de esta columna, sin embargo, no me perdonarían si no concluyésemos la charla con otra interrogante de índole capilar. ¿Has pensado alguna vez en invertir en una peluca?
Jamás. Sería como traicionarme a mí mismo. En mi caso, la calvicie es una pasión y una vocación. He organizado mi universo en torno a ella. Para empezar, mi jugador de fútbol favorito es Zidane, pero no por la razón obvia. Cada noche releo los poemas de E. E. Cummings. Estoy acostumbrado, cuando empieza el invierno, a rezar para que no nieve mucho. No negaré que a veces suplico que caiga pelo en vez de nieve, y que alguna de esas semillas extraviadas, esos tiernos asteroides capilares, instale su hogar en mi desierto y se multiplique. Pero estos anhelos desleales son infrecuentes. Me hace feliz la posibilidad de posar en las fotos como Michel Foucault, uno de los mejores calvos de la historia, con la plena conciencia de que nos parecemos, al menos, en un aspecto. Nunca compraré una peluca, quizá porque no sé dónde las venden. Sin embargo, me he prometido algo: tras la fuga del último pelo, dejaré la literatura y transitaré el mundo recogiendo mis cabellos perdidos.

7 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Sin lugar a dudas... todo un gran libro Casa de Islandia. Luego leí su Hotel Europa, y como que desentonó (a mi modo de ver). Espero leer sus Fotografías de sala, y esta, su ultima novela. Pero de todas formas, creo que su opera prima será difícil de superar por cualquier escritor peruano.

también acabo de leer, hace poco, El cielo de Capri (M. G. Falcón), y creo que estas dos obras tienen una calidad superable en todo nuestro circuito literario.

jesus j.

10:35 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

En el segundo párrafo te faltó la "in" en "superable". LHC y MGF ostentan una gran prosa
G

10:37 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

sí... cierto.
"INSUPERABLE"...

10:51 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

¿ Insuperable?
La casa de islandia me pareció la novela escrita por un snob literario que quiere darse el importante mediante juegos a lo Borges. Hotel Europa parecía un pastiche de Bellatín ( incluso Castaneda hasta se rapó el pelo para estar a tono con la fisonomía).
Aún le falta recorrido a Castaneda.
Edgardo Pallarderi

3:17 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

¿?
Creo que tu comentario se basa más en criterios extra literarios, si dieras un comentario sobre el libro (créeme que se puede al menos en una sola línea) como tal, tendría asidero lo que dices.
G

3:20 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

El programa oficial de la FIL dice que se presentará la novela "El futuro EN mi cuerpo", un error que merece una pequeña nota de atención del Sr. Castañeda para los organizadores.

12:01 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

Bah, esos errores suelen pasar y se corrigen al toque. Los programas recién se están armando y se hacen oficiales en unas semanas. No es para alarmarse
G

12:09 p.m.  

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