Cortes de luz
Entre los envíos electrónicos del editor David Abanto, encuentro una entrevista de Juan Carlos Méndez al poeta Domingo de Ramos, a razón de DEMOLIDO FUEGO, publicada en la revista Caretas el pasado 23 de diciembre.
(La imagen del post no es la que aparece en la revista.)
…
Si no hubiera sido poeta, hubiera sido rockero –dice Domingo (de) Ramos mientras caminamos por el Jirón Lampa. Estamos buscando una locación para la sesión de fotos. ¿Qué tipo de rock? Subaterráneo –responde. ¿Vives bajo tierra? Mis personajes quizá. Marginales. Desde esa orilla reflexionan. Y sigue caminando. Cruzamos los portones de una casona derruida. Aquí es.
Aunque su quehacer verbal comenzó en los márgenes, a comienzos de los 80 con el movimiento Kloaka, este autor de una poesía despeinada (Watanabe dixit) corona sus 50 años de vida colándose como el 11vo en una lista de 10 (empatado con Rosella di Paolo) de los poetas más representativos de las últimas cuatro décadas (ver Antología Consultada de la Poesía Peruana 1968-2008 en CARETAS 2159).
No es una sorpresa. En el 96 ganó el COPE y en el 2004 el Premio de Poesía erótica Carlos Oquendo de Amat. Durante el 2008, además, leyó sus versos en universidades como Harvard, New York y Temple y luego se dio un salto por Berlín invitado por el instituto Cervantes de esa ciudad.
Pero él insiste: “Para ser artista hay que ser antisistema. Todos esos reconocimientos suceden al margen de mi voluntad. Mientras esté vivo me correré de la aceptación. Mi espíritu siempre da la contra. Quisiera algo más inclusivo, igualitario. “Imagine” de Lennon es mi manifiesto comunista”.
“Publico para no morirme de soledad. Escribo por lo mismo. La poesía no te abandona. Es mi último refugio. Me ha dado todo lo que soy. ¿Qué eres? Un hombre que camina por las calles y ve la realidad. ¿Estuviste enfermo? Sí. Solo allí la prensa me hizo caso. Cuando saco mis libritos, casi nada. Cuando estuve mal, fotazos y doble página. Fue un problema hepático. Me afectó el sistema nervioso. Hicimos un tonazo en Barranco para reunir fondos. Las medicinas son caras. La gente respondió. Ahora estoy mejor. Me cuido. Solo me amanezco una vez por semana”.
“Demolido fuego” (Cascahuesos editores, 2010) es una crítica al amor. “Estoy desilusionado con esas cosas que pasan con las mujeres. Vivo una existencia solitaria. El amor requiere demasiado tiempo. Se quiere llevar el fuego. El horno nocturno. El benefactor. La poesía”.
¿Qué estás escribiendo ahora? “Un libro titulado “Escrito desde la azotea” donde contaré las guerras del hombre. Desde las bíblicas hasta la de Irak. Son como diarios de combatientes. Voy a tener que entrar a la biblioteca para documentarme. Mismo Vargas Llosa. Será la primera vez. Solo he entrado a las bibliotecas de mis amigos. Nadie leía en mi casa. Hasta ahora no saben lo que escribo. Ni lo que hago. Tampoco saben que viajo. Que gano premios. No les importa tener un hijo escritor. Me atacan. Por ser poeta, vago, ocioso. Vivo con mis viejos. Pero casi no vivo allí. Sufro de insomnio. Escribo. Duermo dos, tres horas y salgo a la calle. Todo el día”.
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