Entrevista: Isaac Goldemberg
(Publicado en Proyecto Patrimonio. Letras.s5.com)
“En Acuérdate del escorpión se reflexiona sobre los prejuicios, los genocidios y los abusos del poder”
El escritor peruano Isaac Goldemberg Bay (Chepén, 1945) es dueño de una más que reconocida obra literaria, de la que destaca la referencial novela La vida a plazos de don Jacobo Lerner (1978). En esta entrevista conversamos de su ingreso a la novela de género policial negro con Acuérdate del escorpión (Fondo Editorial Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2010).
Se piensa que cuando un escritor incursiona en el género policial, como que rebaja su nivel. Tú eres un escritor muy saludado por la crítica y también un académico de larga trayectoria. ¿Qué piensas de la subvaloración hacia la novela policial y la novela negra?
Pienso que la novela policial y la novela negra no son géneros menores. Bastaría con mencionar —remontándonos al siglo XIX— a escritores que han practicado este género tan importantes como Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle, y en el siglo pasado a autores como Chesterton, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh, así como a novelistas que permanecen activos como Mempo Giardinelli, Paco Ignacio Taibo, Ricardo Piglia, James Ellroy y Roberto Savinio.
Me gustaría saber cómo fue que decidiste escribir esta novela.
Fue un proceso un tanto misterioso que comenzó con un viaje que hice al Perú en 1977, después de casi 15 años de ausencia. El pretexto del viaje era recoger datos para mi segunda novela, Tiempo al tiempo, pero regresaba, en realidad, para reencontrarme con los fantasmas que había dejado detrás y que me habían estado acechando durante todos esos años. En medio de esa búsqueda de datos, me topé, creo que en Ultima Hora —diario ya desaparecido—, con la noticia del asesinato de un japonés, hallado muerto en un restaurante del Mercado Central. Eso me hizo recordar al dueño de una chingana, también japonés y amigo de mi padre, sita en dicho mercado y a donde él me llevaba los domingos por la mañana para desayunar cuando íbamos a hacer las compras para la semana.
¿Más o menos qué edad tenías?
Yo tendría unos doce años por esa época. Pero la imagen que se dibujó en mi mente no era la de ese señor japonés en su chingana, sino la de otro, en un billar, crucificado sobre una de las mesas. Tanto debe de haberme impactado esa chingana que —recién ahora me percato— aparece como el cafetín del japonés en La vida a plazos de don Jacobo Lerner —de forma incongruente, porque en Chepén, que yo recuerde, no había japoneses— y reaparece en Tiempo al tiempo, otra vez como el cafetín de un japonés sito en el Mercado Central. Debo decir que cada vez que escribo algo, casi siempre la idea se me aparece en imágenes. Y con esta novela no fue distinto: además de la imagen del japonés crucificado en el billar, y que se me apareció en un fogonazo, hubo otra imagen que se me presentó de la misma manera y con la misma intensidad, un día que, caminando por una de las calles del centro de Lima, pasé por delante de la fachada de una pensión que yo solía frecuentar entre los nueve y los diez años y que le pertenecía a la familia de un amigo mío. Debo aclarar que la pensión que aparece en la novela no tiene absolutamente nada que ver con la pensión real. Pues bien, la imagen que asaltó mi imaginación fue la de un anciano judío que aparece muerto, colgado de una viga, en una pensión del centro de Lima. Ambas imágenes, ésta y la del japonés en el billar, me persiguieron por más de treinta años y durante ese tiempo se fueron entrelazando y situándose en un tiempo histórico definido: la Segunda Guerra Mundial, raíz del argumento de mi historia y que me serviría para explorar ciertos aspectos relacionados con el holocausto judío y los crímenes de guerra. Prefiero no extenderme más sobre este punto, pues corro el riesgo de revelar la trama de la novela, lo cual mataría el suspenso para el posible lector.
Y así llegaste a darle el respiro de un policial.
Para mí era claro que estas dos imágenes —en su persistencia— me estaban pidiendo a gritos que las utilizara para crear una historia. Después de mucho pensarlo, al final, me di cuenta de que sólo me quedaba un camino: el de la novela policial. Entonces me impuse el reto de escribirla. Al final, Acuérdate del escorpión resultó ser un híbrido.
Policial y novela negra.
Policial, porque cumple con un requisito imprescindible: hay dos crímenes y dos detectives —el capitán Simón Weiss y el teniente Katón Kanashiro, de la Policía Nacional— empeñados en resolverlos. Novela negra, porque presenta un ambiente donde impera la violencia, la sordidez, la corrupción del poder, la falta de justicia y donde se le da más importancia a la acción, a la conducta de los personajes, a la interrelación entre ellos, que al análisis de los crímenes, aunque estos son el meollo de la novela. Es al mismo tiempo un melodrama romántico —el melodrama como género por excelencia en el que confluyen y entrecruzan todo tipo de coincidencias, como en la vida misma. Por eso decidí incluir varios elementos propios del melodrama. Por ejemplo, la presencia del azar como fuerza que controla y dirige la vida de los personajes. Y cuando digo melodrama, no exagero, ya que he utilizado la letra de un vals de Felipe Pinglo y de tres boleros como parte constitutiva de la historia. De alguna forma, la letra de esas canciones sirve como telón de fondo para la trama y explican y complementan lo que sienten los personajes. Lo curioso es que todos estos elementos se fueron dando de forma natural, a tal punto que mientras escribía la novela tenía la sensación de que alguien me los estaba dictando.
El policial es el género ideal para retratar determinados períodos históricos. Tu novela se desarrolla en 1970 y aborda también el terremoto de dicho año y la participación de la selección peruana en el mundial de fútbol de México 70.
Estoy de acuerdo. La novela policial ofrece un espacio especial para presentar ciertos períodos históricos y ciertos aspectos de la sociedad que están relacionados de alguna manera con su historia política, y para reflexionar sobre dichos aspectos de la realidad. ¿Cuáles son los elementos distintivos que llenan ese espacio? Un ambiente de violencia, una realidad en la que el ciudadano aparece como víctima de la corrupción política y de la opresión a manos del poder. En Acuérdate del escorpión —como en muchas de las novelas del género negro policial—, hay una predilección por los ambientes oscuros, medio sórdidos, y por las situaciones en que impera la corrupción y la violencia. En este nivel, la Historia con mayúscula, así como el escenario mismo en que se desarrolla la trama, se convierten en protagonistas, ya que Lima aparece como una ciudad oscura, llena de sombras, un poco gótica.
Además, la novela fluye de forma natural. Por momentos se tiene la sensación de estar ante un estilo telegráfico.
El ritmo de la novela es veloz, a veces vertiginoso, casi sin pausa, y la voz del narrador intenta ser objetiva, directa, nada barroca. Por otra parte, el situar la obra en 1970 se debió a exigencias de la trama, de los hechos novelescos. No obstante, una vez que me percaté de que la novela exigía ser ubicada en 1970, decidí escoger seis días del mes de junio —la historia va del martes 2 al domingo 7—, dos días después del terrible terremoto de ese año y en pleno Mundial de fútbol porque la paralización sufrida por Lima a causa del terremoto y por los partidos de fútbol jugados por el equipo peruano, era el escenario ideal, medio fantasmal, para que actuaran los personajes de mi historia.
Muchas veces la relación entre los personajes es mucho más importante que la trama. Pienso pues en los lazos de los protagonistas: el capitán Simón Weiss y el teniente Katón Kanashiro.
Desde el inicio de la novela, la preocupación del narrador está dirigida más a explorar la psicología de los personajes y las interrelaciones conflictivas entre ellos, que a revelar las entrañas de una sociedad en particular. Esto se puede ver en la relación de Weiss con respecto a muchos de los personajes de la novela, especialmente con Margarita y Olga, pero sobre todo en su relación con Katón Kanashiro. Precisamente, para crear un lazo sólido entre estos dos personajes –lazo sumamente necesario para el desarrollo de la trama— decidí que los dos detectives fuesen un judío y un japonés —se trata, además, de un japonés mestizo—porque me interesaba explorar la relación entre dos individuos de minorías étnicas que de alguna manera han sufrido una suerte de prejuicio en el Perú. En un pasaje de la novela, por ejemplo, Kanashiro se refiere al trato que sufrieron los peruanos de origen japonés, en el Perú, durante la Segunda Guerra Mundial. Weiss y Kanashiro no sólo pertenecen a minorías étnicas, sino que son ex cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado. Además, ambos son aficionados a la astrología y se encuentran viviendo conflictivas historias de amor.
Tenemos dos asesinatos. Por un lado, el cometido contra el copropietario del billar Shima, el japonés Tokayoshi Takashima; el otro, contra el alemán Maurice Kleimer. Ambas muertes son metáforas del silenciamiento a favor de los criminales de la Segunda Guerra Mundial.
El relacionar los dos crímenes que ocurren en el centro de Lima con acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, me sirvieron para explorar ciertos aspectos relacionados con la conducta de los seres humanos en situaciones límites. En este nivel, la novela parece decir que cuando las leyes y la justicia no bastan para castigar a los culpables, uno puede convertirse en juez y verdugo. En Acuérdate del escorpión se reflexiona sobre los prejuicios, los genocidios, los abusos del poder, y la ineficacia, muchas veces, de la ley y la justicia.
Aparte del apego de Weiss por la cocaína, este frecuenta un lugar llamado La casa de los sueños. Aquí el capitán encuentra al anciano Siu Komt, quien lo somete a un estado de sueño y descanso relativamente prolongado, en una suerte de desapego total de la realidad. ¿Existió La casa de los sueños? ¿Siu Komt es un guiño al escritor Siu Kam Wen?
Efectivamente, Siu Komt es, efectivamente, un guiño al escritor Siu Kam Wen, pero no sólo a él sino también a mi paisana de la patria chica, la escritora Julia Wong Kcomt. Ahora bien, la Casa de los Sueños es producto de mi imaginación. Tanto el nombre del fumadero como la necesidad de incluirlo en la trama obedeció al hecho de que en determinado momento de la escritura, tuve la sensación de que lo que se estaba narrando fácilmente podía ser parte de un sueño. Y justamente, a partir de la visita de Weiss al fumadero, lo que sigue pertenece a una realidad que parece existir entre la vigilia y el sueño.
Pese a su brevedad, Acuérdate del escorpión encierra muchos datos.
Acuérdate del escorpión tiene solamente 144 páginas, pero da la ilusión de ser lo que se ha dado en llamar una novela “total”, y creo que esto sucede porque se trata de un híbrido. Es una novela policial que es, a su vez, una novela negra que es también un melodrama romántico en el que se entrecruzan lo personal y lo histórico, lo individual y lo social. Por esta razón, confluyen en Acuérdate del escorpión diversos elementos: románticos, de aventura, de exploración sicológica, de crítica social…
La prosa resulta clave.
En cuanto a la prosa utilizada, se la podría denominar como una prosa funcional, una prosa alejada de los experimentalismos a nivel de lenguaje y dirigida a narrar la historia con sencillez, lo cual no quiere decir con simpleza. Narrar bien, para mí, significa narrar con claridad, lo cual es fundamental para cualquier novela, pero sobre todo para una novela policial.
La novela abarca también los temas recurrentes en tus otros libros. El enfrentamiento con la identidad, es uno de ellos. En este sentido, no pocos lectores encontrarán puentes con tu novela más conocida, La vida a plazos de Don Jacobo Lerner. Claro, ambas están en registros diferentes, aún así, como autor es patente que es la escritura la que te permite en la ficción forjar un discurso, digamos, sobre la identidad.
Debo aclarar que pese a que los protagonistas son un policía judío y otro japonés, la novela no pretende explorar, ni sociológica ni históricamente, a estas dos comunidades. Asimismo, pese a que en Acuérdate del escorpión se refleja un mundo peruano multicultural (mestizos, japoneses, judíos, alemanes, polacos, chinos), los personajes que conforman dicho mundo aparecen como individuos, no como personas representativas ni de su etnia ni de su comunidad.
¿A qué respondió la elección de los personajes?
La elección de los personajes respondió a las exigencias de la trama. Si se trataba de investigar los asesinatos de un japonés y de un judío en Lima, nada más natural que uno de los detectives fuese judío y el otro japonés. Y si bien tampoco me propuse elaborar un discurso sobre la identidad, estoy consciente de que mis vivencias como peruano y como judío en el Perú, me llevaron a crear dos personajes si se quiere emblemáticos del mestizaje producido en el Perú. Uno, a nivel racial: Kanashiro es producto de padre japonés y de indígena peruana. Se trata, además, de un mestizo consciente de los agravios sufridos por sus ancestros en el Perú. El otro ejemplo de mestizaje que aparece en la novela es cultural y corresponde al personaje de Weiss. Weiss es un judío alemán que se peruaniza hasta el tuétano. Por razones que tienen que ver con su desgarradora historia personal, Weiss ya no siente ninguna filiación con Alemania. Ahora su país, su patria, es el Perú. Por eso, en su dormitorio tiene una foto de la selección peruana de fútbol que participó en las Olimpiadas de 1936 y a la cual, en el partido final contra Austria, los alemanes le arrebataron el título de campeón ya que se trataba de un equipo compuesto en su mayoría por jugadores afroperuanos. No obstante, esa foto lleva una leyenda que dice: SELECCION PERUANA DE FUTBOL CAMPEONES OLIMPICOS 1936. En su dormitorio hay dos fotos más: la de César Vallejo y la de Felipe Pinglo Alva, ambos reflejos de su peruanización. Además, Weiss canta valses criollos y es policía, algo inusual para cualquier judío nacido en el Perú. En este sentido, es posible que la novela diga que la identidad puede conseguirse también por elección y por convicción.
Los lectores se darán cuenta sobre la influencia mayor de la novela: el cine. Y también están las influencias literarias, como las novelitas policiales de kioskos.
Entre los diez y los doce años leí, precisamente, una gran cantidad de novelitas policiales que provenían mayormente de México y que se vendían en los kioskos. Por eso, en Acuérdate del escorpión hay un juego intertextual con ese tipo de novelas y también con otros géneros, como el melodrama romántico y las novelas de aventuras y de suspenso, así como con otras formas artísticas como los comics y la música popular (no olvidemos que en la novela juegan un papel importante los valses criollos y los boleros como parte constitutiva —no circunstancial— de la historia que en ella se narra). Por otro lado y como bien observas, hay una forma narrativa influenciada por el lenguaje del cine, pero sin olvidar que la novela —incluida la novela policial— exige una forma propia, distinta a la de esos medios.
Una de las escenas más trepidantes de la novela es la del rescate de la periodista Sofía. Esta vive un romance con el teniente Kanashiro. Estamos ante otra historia dentro de la novela, ¿cómo hiciste para que esta se ajuste a lo que querías contar sin que afecte el tronco argumentativo principal?
En la novela se dan varias historias, unas dentro de las otras, relacionadas entre sí y con la trama central de la historia, es decir con los dos asesinatos. Por eso, se puede decir que la novela es en buena medida un juego de cajas chinas, pero un juego que se dio de forma natural; es decir, por exigencias del argumento. Desde el comienzo los hechos se encajan unos dentro de otros de tal manera que el argumento general va hilándolos a todos. Por eso mi novela apunta entre otras cosas al melodrama, el género por excelencia de las cajas chinas. Las historias se encajan y retuercen de manera natural, como en la “vida misma”, envolviendo al lector tanto en los hechos de la Historia con mayúscula como en las pequeñas historias sicológicas, sentimentales y sociales. Otros elementos claves del relato y que forman parte de este sistema de cajas chinas son los sueños y las visiones —expresadas en los regresos al pasado— que experimenta el protagonista y que de alguna manera explican cómo un suceso pasado, o presente, se va encadenando con otro.
Acuérdate del escorpión podría ser el inicio de una serie de novelas policiales. Tanto Weiss y Kanashiro dan para más historias ambientadas en los setenta.
Bueno, ya he empezado a trabajar en otra novela —también de corte policial— donde aparece Weiss a los quince años, resolviendo su primer caso (ocurrido en el Colegio Militar Leoncio Prado) y enamorándose de Margarita.
Antes de la entrevista me contaste que en los próximos meses se publicará una nueva edición de La vida a plazos de don Jacobo Lerner. Fue una novela muy bien saludada, y no solo por la crítica nacional.
Esta nueva edición —la séptima en castellano— estará a cargo de la editorial Casatomada y pensamos presentarla a fines de febrero tanto en Lima como en Trujillo y, posiblemente, en Chepén y Cajamarca. Mi interés es que llegue a nuevos lectores, sobre todo a los lectores más jóvenes.
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