jueves, febrero 03, 2011

"Quería que el lector pudiera sentir cómo respiraba Camarón"

Pueden encontrar en las librerías Ibero algunas novelas del narrador español Montero Glez. He visto en ellas SED DE CHAMPÁN y CUANDO LA NOCHE OBLIGA, las dos en Colección 21 de Debolsillo.
Glez es, por sobre todo, un escritor de estilo, un aplicado discípulo de Valle-Inclán e hijo descarriado de Celine.
Sin traicionarse, Montero ocupa un lugar de expectativa en la narrativa española de hoy. Claro, lo de no traicionarse es más que importante, más aún cuando impera en el mundo artístico el putrefacto principio de “no quedar mal con nadie”. Esto no impide que le manifieste mi desacuerdo con algunas posturas suyas, las cuales no tienen nada que ver con lo que nos importa: la literatura.
A fines del año pasado, salió su última novela, PISTOLA Y CUCHILLO (El Aleph), inspirada en Camarón. Me dicen que es la mejor de su producción. A razón de esta, encuentro en Elcorreo.com una buena entrevista a cargo de Óscar Beltrán de Otálora.


Pistola y Cuchillo' (editada por El Aleph) es la mejor novela de Montero Glez. El año pasado ya ganó el premio Azorín con 'Pólvora negra', la crónica del atentado del anarquista Mateo Morral contra Alfonso XIII. Ahora, el autor homenajea a Camarón, en una obra única que se desarrolla en la Venta Vargas, el lugar donde empezó a cantar el maestro del flamenco.
- 'Pistola y cuchillo' es un libro con múltiples lecturas. No sólo un homenaje a Camarón, sino también una reflexión sobre el arte o sobre el tiempo.
- He buscado ese mensaje desde la imagen de la cubierta, que es la mano de Camarón, en una foto de Alberto García Alix. El tatuaje que tiene son la estrella de David y la luna mora, ambos sobre la piel gitana. Tres pueblos perseguidos a la lo largo de la historia. Desde el principio hay símbolo. Y también he querido mirar en el mundo clásico, donde la fatalidad es igual para los dioses y para los hombres. La fatalidad es igual para el Dios, en este caso Camarón, que para mí, para el Viejales o para el ventero.
- La novela es casi mitológica. En algunos momentos parece una tragedia griega.
- Es que yo rebusco en los clásicos. La 'Poética' de Aristóteles es uno de mis libros claves y, por ejemplo, cuando habla de Sófocles, se refiere al entorno para explicar qué es lo que determina a los personajes. Pero también he querido referirme a la contención del 'Moisés' de Miguel Ángel, que Freud consideraba el ejemplo de la contención. En esta obra yo me quería contener y por eso he roto tanto. Me he perdido muchas veces. Y he estado a punto de tirar la toalla.
- ¿Lo resuelve presentándose como un personaje de la obra?
- Yo quería ser protagonista pero eso se me hacía muy difícil. La primera persona la quería trabajar para que no fuese aburrida. Pensé en ser fotógrafo, pero me parecía algo más pijo. Le di muchas vueltas y me encuentro que en San Fernando el juego del gallo no está prohibido. Ahí me gasté mi dinero apostando pero aprendí un montón. Por ejemplo, si estás nervioso, le transmites al gallo el nerviosismo. Si estás templado, el gallo está templado. Y lo importante es soltar al gallo, ese es el momento de la verdad. Es un juego precioso, con una gran cultura detrás. Y con la obligación de la palabra dada. No hay papeles. Entonces digo : voy a ser gallero. En la novela, mi voz va a tener ese oficio.
- El huir de lo pijo, de lo superficial es una de sus constantes.
- Yo vivo alejado de todo. No tengo propiedades, no tengo coche, no tengo nada. Vivo al día de ayer. He renunciado a muchas cosas y a muchas ofertas para vivir sin reloj. Vivo de espaldas al tiempo mecánico para poder vivir con el tiempo natural. Huyo de ese mundo de apariencias, no me llena. Hay gente que presume de piscina con forma de riñón, pero yo prefiero tener una relación intensa con Valle Inclán, con Baroja o con James Ellroy, al que no le conozco pero considero mi amigo.
- Pero en su libro también hay mucho de Lorca.
- Un personaje, el Viejales, dice que Lorca es uno de los poetas que menos ha leído la gente. Lorca es importante en esta obra porque Camarón graba 'La Leyenda del Tiempo', el disco más destacado de España en el siglo pasado. Y es un disco con poemas de García Lorca. Un tema dice: «El sueño va sobre el tiempo, flotando sobre un velero». Camarón era muy visual y tenía que ver lo que cantaba pero esa letra nunca la entendía. Yo quería poner que al final entiende lo que significa esa letra. Y lo hace gracias a un sueño. Esa es una idea que aparece también en el cuento de 'El perseguidor', de Cortázar.
- El sueño de Camarón sí que recuerda a Lorca.
- No.. mira... esa es una historia que me contaron de madrugada, en Granada. Un gitano me habló de la cueva de Juanito, que tiene un pasadizo que lleva hasta la Alhambra. Le dije de ir a verla, pero me respondió que no, que Juanito estaba dormido. Yel gitano va y me dice: «Además, hubo una vez que allí hicieron un rascacielos». No me lo creo y el insiste: Mira, en Nueva York hay muchos rascacielos y unos americanos, para que la competencia no les copiase, construyeron un rascacielos tumbado en la cueva de Juanito. Y luego se lo llevaron en barco a Nueva York. A mi esa historia, esa leyenda gitana, se me quedó en el trastero. ¡Y es que el tío me lo decía todo serio! «Que me maten si miento. Compadre, date cuenta que allí lo único que hacen son rascacielos y enseguida te lo 'randelan', así que tienen que hacerlos a escondidas», me insistía. Desde que lo escuché supe que algún día tenía que escribir esa historia. Así conseguí un sueño de Camarón.
- Ese es uno de sus lemas: las historias hay que merecerlas.
- Tú puedes contar la verdad más verdadera, pero si no le pones sentimiento, no vale de nada. Pero tú cuentas una trola con sentimiento y se la cree todo el mundo. Es que el escritor no puede estar sentado en su casa esperando a que llegue algo porque entonces sale la metaliteratura y eso aburre al lector. Hay que salir a la vida. Yo desde los 18 años a los 30 he salido a buscar. He estudiado Periodismo pero mi verdadera universidad está en la Cueva del Candela, con el difunto Morente, con el Habichuela... Yo he aprendido de los gitanos. El mecanismo interno que mueve mi escritura está en el flamenco.
- ¿La gente del flamenco le ha dicho algo de 'Pistola y Cuchillo'?
- La gente del flamenco no lee novela. Pero de lo que he hablado con ellos, sé que la historia les encanta. No hay un literato que tenga una referencia de un maestro como Camarón. Mis cinco maestros son Hemingway, Shakespeare, Goya, Camarón y la naturaleza. Yo quería revivir a Camarón, que el lector pudiera sentir cómo José respiraba, cómo tomaba el café, cómo andaba.
Correspondencia
- Se ha documentado bastante. En su libro, por ejemplo, habla de esa extraña relación epistolar entre Camarón y el Cordobés.
- Eso es verdad. Camarón iba para torero y el Cordobés era el número uno, el que arrasaba. Era el torero 'ye ye' y Camarón hasta se peinaba como él. Se escribía cartas con el Cordobés, y éste fue a buscarle a la Venta Vargas. Pero resulta que el Cordobés era analfabeto y las cartas se las escribían. Era todo mentira, pero eso es bello.
- Como en todas sus obras, hay una fascinación por la comida.
- Ese es el asunto de las hambres. A mí me gusta la comida y los buenos platos. Y la Venta Vargas es un sitio donde se come de maravilla. Y comida casera, no 'sushi' ni mariconadas. ¿Sorbete de gambas? Llevátelo. Mira, yo, en épocas de penuria, leía a Vázquez Montalbán y tenía que dejar el libro porque me ardía el estómago de hambre. Yo creo que lo mío con la comida es psicológico. Y además, en toda obra tienes que poner los cinco sentidos, no lo dijo en plan metafórica. Pones la vista, el olfato, el tacto, y claro, el gusto.

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