viernes, marzo 25, 2011

Las pestes invisibles

En su habitual columnna de los viernes en El Espectador, el ganador del Premio Alfaguara 2011 Juan Gabriel Vásquez, nos ofrece una más que positiva opinión sobre la última novela del extraordinario Philip Roth, NÉMESIS.

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EN UNA ENTREVISTA QUE DIO EN 2008, Philip Roth contaba que había estado releyendo La peste, la inmensa novela de un autor que, en principio, no tenía mucho que ver con él: Albert Camus.
Hace unos meses sus lectores supimos a qué se debía esa relectura: Némesis, la última novela de este prodigio que se sigue sacando maravillas del sombrero a los 74 años, es la historia de un hombre y una sociedad acosados por una enfermedad que no entienden. La enfermedad en la novela de Roth es la poliomielitis, que en la época del relato, los primeros años cuarenta, seguía atemorizando a los niños y sobre todo a sus padres y se había cobrado ya una víctima muy célebre: el presidente Franklin Delano Roosevelt, que la contrajo siendo ya adulto y vivió (y gobernó) buena parte de su vida desde una silla de ruedas. El narrador de Roth es Bucky Cantor, un joven judío de Newark que desde el principio se nos presenta con todas las virtudes: responsable, concienzudo, patriota, buen trabajador, amable con los niños, los ancianos, los perros, enamorado de una novia que lo adora, querido por sus suegros. En fin: el tipo lo tiene todo y es feliz. Y en Roth, ya se sabe, cuando alguien es feliz sabemos que pronto, muy pronto, va a dejar de serlo.
Roth es un escritor cruel, de esos que nunca cierran los ojos (más bien se regodean sometiendo a sus personajes a los peores destinos, haciéndolos caer desde las rocas más altas), y el material de la novela parecía cortado a su medida: una epidemia de polio estalla en el cómodo barrio de Bucky Cantor y muy pronto empieza a matar a los niños y adolescentes del lugar. La vacuna que erradicó la enfermedad, como se sabe, no había sido desarrollada: así que muy pronto comienza a pasar en el barrio de Bucky Cantor lo que suele pasarles a los seres humanos ante la amenaza de lo ignorado o desconocido. La búsqueda de chivos expiatorios, la superstición, la desconfianza, el recurso a la religión: todos esos síntomas aparecen con puntualidad en Némesis, así como aparecían en La peste. Es cierto que en la novela de Camus la supuesta peste bubónica que mata a la gente de una ciudad argelina se convierte muy pronto en otra peste: la presencia del ocupante nazi, la ideología tan infecciosa y dañina como un virus. Pero el principio rector es el mismo: los seres humanos sometidos al miedo de lo invisible. El resultado es fascinante.
Los colombianos, por supuesto, sabemos mucho de esto: de chivos expiatorios, de cacerías de brujas, de señalamientos, de desconfianzas y de paranoias. Ahí está, para la muestra, La mala hora: en la novela de García Márquez no hay ocupantes nazis ni peste bubónica ni epidemias de polio, sino pasquines anónimos que comienzan a aparecer en un pueblo durante un tiempo de violencia, pero el resultado es el mismo. Eso que los sociólogos llaman “descomposición del tejido social” sucede ante nuestros ojos en estas novelas, o debería decir en novelas de esta familia, hijas todas del mismo padre remoto que García Márquez ha citado tantas veces como uno de sus libros de cabecera: Diario del año de la peste, de Daniel Defoe. La novela de Defoe es de 1722. Doscientos ochenta y ocho años después, la novela de Philip Roth es un memorando de que nuestras relaciones humanas no progresan al mismo ritmo que nuestra ciencia.

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