jueves, julio 28, 2011

El nacimiento de la movida subterránea


En Dedo Medio, esta imperdible crónica sobre la movida subterránea peruana, a cargo del narrador Carlos Torres Rotondo.
A medida que en el link aparezcan las partes no publicadas, daré cuenta de las mismas.
Como bien saben, CTR es el hacedor de Demoler y co-autor de Poesía en Rock.

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"Puta madre, nosotros somos Leusemia y tocamos temas propios, no como los huevones que vienen después de nosotros, ¡canten en castellano, carajo!… ese podría ser el grito iniciático del rock subterráneo en el Perú, espetado por el legendario Daniel F. A mediados de la década de los 80, cuando el Perú se debatía entre apagones y coches bomba, un grupo de muchachitos palomillas empezó a juntarse para hacer rock, pero un rock que hable más de lo que ellos vivían, en el idioma que hablaban y granputeando a los que entonces eran vistos como los enemigos. Ponte las botas negras y la casaca con púas y empieza a pogear con esta historia de uno de los movimientos más importantes en el rock nacional...

La movida subterránea es el fenómeno contracultural más importante surgido en el Perú en las últimas décadas. Los subtes salieron a la luz a fines de 1984 e inmediatamente resucitaron el rock nacional luego de un largo periodo de oscuridad, agregándole una actitud y una lucidez inéditas. No tenían líderes y hacían las cosas ellos mismos. Registraron con fidelidad el crudo sonido de las calles de Lima en los ochenta y llamaron a las cosas por su nombre en una época de violencia, desencanto y crisis social generalizada. El caballito de batalla era tocar temas propios en castellano. Tenían razón y establecieron las nuevas reglas del juego.

Fundaron un circuito alternativo que, con idas y venidas, separaciones y transformaciones, es la base del que hoy existe. Por todas estas razones el nacimiento de la movida es un instante capital en la historia del rock en el Perú.

Mucha gente se vio involucrada. En gran medida esta es la crónica de un estallido generacional. Por eso he decidido dividirla en dos partes. La primera va desde los años oscuros del rock peruano hasta los pasos iniciales de las cinco bandas fundacionales: Leusemia, Narcosis, Autopsia, Guerrilla Urbana y Zcuela Crrada. La segunda se desarrolla en 1985 y cuenta el auge y posterior fragmentación de la movida.

LOS AÑOS PERDIDOS

El 5 de febrero de 1975, en plena huelga de la Policía, el grupo Sudamérica sacó a la venta un disco sencillo en el que utilizaban un teclado moog que luego sería propiedad de la legendaria banda de cumbia Los Destellos. Sudamérica era la prolongación de la que quizás sea la mayor saga del rock latinoamericano. En los sesenta se habían presentado sucesivamente como New Juggler Sound, Laghonia y, al comenzar la nueva década, como We All Together. En la segunda mitad de los setenta diversos miembros del colectivo lanzarían un puñado de 45s bajo diversos nombres –You, Etc y Sendas– que, junto al Volumen 2 de Telegraph Avenue y el disco homónimo de los poperos Breeze, fueron las únicas grabaciones realizadas durante los años oscuros del rock nacional. Sólo a partir de 1981, con el primer LP de Frágil y el sencillo de Up Lapsus –que contenía los temas El Astronauta Loco y Tormenta– los grupos peruanos volverían a registrar sistemáticamente sus propuestas musicales.

Factores políticos, sociales y musicales conspiraron para que en la segunda mitad de los setenta el rock entrara a la clandestinidad y, salvo excepciones, se tocaran exclusivamente covers en inglés. Sin embargo, pese a este panorama desolador, llegaron a desarrollarse dos escenas paralelas, una residencial y otra de barrio, que de alguna manera prefiguran la bifurcación que se dio en los ochenta entre la movida subterránea y la comercial.

Por un lado estaban bandas como Frágil, Nice, Mardi Gras, Clímax, Cuarzo o Crisis, de tendencia progresiva, que tocaban versiones calcadas de Yes, Genesis, Jethro Tull, King Crimson, y alguna que otra propuesta propia de las cuales no quedan registros. Se presentaban en cineclubs como el Don Bosco y auditorios como el del Olivar de San Isidro, el del colegio Santa Úrsula y el del Champagnat. De todos ellos, sólo Frágil evolucionó al punto de crearse un repertorio de temas propios en nuestro idioma y constituirse por propio derecho en el gran grupo de transición entre una época y otra.

El segundo circuito estaba constituido por grupos como Ácido, La Crema, La Mole, Esperma, Neurosis, Up Lapsus y algunos más, que tocaban en locales del Centro de Lima como el Cecil’s Rock Club, el Tommy Club Bar, el Primavera y La Caverna. No hay muchos datos sobre Up Lapsus y eso ha contribuido a su leyenda. Algunas fuentes dicen que eran de Comas y otras de La Victoria. Lo cierto es que el carisma de su líder, Juan Carlos Vega, conocido como el negro Neno, les había dado un jale tremendo en las zonas populares de la capital; las bandas callejeras de ‘cholos metaleros’, como se llamaban en esa época, eran sus fervientes seguidores. Muchos aseguran que tocaron en el Campo de Marte ante quince mil personas y que el canal 7 lo pasó por televisión. Como se trataba de una banda que recreaba canciones de Led Zeppelin, AC/DC, Grand Funk Railroad y Black Sabbath, muchas bandas de hard rock y metal de los ochentas consideraban a Up Lapsus un puente entre lo hecho por Tarkus y Pax y ellos; de ahí su carácter de eslabón perdido del rock pesado hecho en el Perú.

Las primeras voces que se alzaron demandando una escena rockera con características propias vinieron del lado de la prensa independiente. En 1978 salió a la venta el único número de la revista Rock del Sur, que luego pasaría a llamarse boletín, es decir, fanzine. La aventura estuvo dirigida por Estanislao Ruiz Floriano, a quien acompañaron un conjunto de melómanos ansiosos por romper el silencio, tanto así que incluso organizaron conciertos con grupos progresivos, de hard rock y de fusión. Aún no aparecían los no-músicos. En 1979, casi en el amanecer de la nueva década, surgió la revista Bemol, también de breve existencia. En sus páginas latía la nueva época. Sus artículos hablaban de Devo, The Cars y Blondie. Cada hoja estaba impresa de un color distinto, sea verde, morado u otro. Paralelamente, en Miraflores, en pleno Shell con parque Kennedy, había abierto la discoteca No Disco. El local albergaba a lo más graneado de la pituquería limeña y a extranjeros de paso por Lima, que bailaban con los últimos éxitos de la New Wave.

PRIMEROS GRITOS

La nueva década se inició con el paso de una larga dictadura a una democracia carcomida. Nos esperaba la crisis económica, la descomposición del Estado y la violencia política pero todavía nadie se daba cuenta. La generación que por aquel entonces vivía su adolescencia y su juventud había nacido a lo largo de los sesenta y hacía su tránsito del rock progresivo a los nuevos estilos. Estaban cambiando de paradigma. Ya no les interesaba la perfección técnica.
Más bien apreciaban la perfección de lo simple y de lo auténtico, tal como siempre fue el rock antes de que se adentrara en pretenciosos mestizajes sinfónicos. Habían llegado con una nueva actitud. Algunos salieron al frente.

El primer grupo punk peruano fue Anarquía, conformado por Martín Mefistófeles (batería), Enrique Punker (guitarra, bajo y voz) y Pedro Brujo (primera guitarra y coros). No tenían ningún tema propio, salvo alguna excepción que desconozco. Su repertorio consistía básicamente en covers de Sex Pistols y The Clash. Según un afiche reproducido en estas páginas en 1980 tocaron en un local ubicado en Jr. Camaná junto a El Acido (grupo paralelo de Octavio Castillo, de Frágil). Todos los testimonios que he recogido afirman que jamás llegaron a cuajar.

Otro grupo surgido casi al mismo tiempo que Anarquía, y quizás más importante, fue La Máquina del Rock, que luego pasaría a llamarse Kola Rock. Se trataba del proyecto personal del finado Edgar Barraza “Killowatt” quien, aunque solo hacía versiones, las interpretaba en castellano y con una inconfundible actitud callejera. Su carisma como performer y su volátil personalidad lo han convertido en objeto de culto. El cantante formaba parte de una mancha de rockeros del Rímac en la que también estaban David Pillman, Toño Infantes, Antonio “Tomatito” Arias y los hermanos Ricardo y Raúl Montañez –este último próximo guitarrista de Leusemia.

Del Pueblo, banda de La Victoria que presentó la primera propuesta realmente lograda de esta protoescena alternativa, salió a la luz paralelamente. Cualquier etiqueta les es insuficiente. Marginales y freaks incluso dentro la movida subterránea, su folk andino tremendamente urbano era en castellano y con temas propios, tal como reclamaba la generación.

Los melómanos se estaban agrupando en una serie de redes que poco a poco iban confluyendo. Otro grupo de patas, repartido en varios distritos, era el de Fernando “Cachorro” Vial (fundador de Narcosis), Carlos Troncoso, Paul Hurtado de Mendoza (DJ de la No Helden), Martín Berninzon (de Anarquía), José Eduardo Matute (de Guerrilla Urbana), Eddy Wenzara (dueño del Biz Pix) y otros más.

Paralelamente, en la Unidad Vecinal Número Tres, intercambiaban música Edwin Núñez (de Zcuela Crrada) y los hermanos Daniel y Guillermo Valdivia, más conocidos como Daniel F. y Kimba Vilis, fundadores de Leusemia. Por último hay que mencionar a la mancha de un barrio entre Lince y San Isidro en el que paraban Gonzalo Farfán, Gabriel Bellido y luego Guillermo Figueroa, quienes formarían Autopsia. Pero todavía faltaban años para que se subieran a un escenario. Sólo esperaban ávidamente cualquier vinilo que algún amigo trajera de fuera para copiarlo en decenas de casetes y hablaban de música, se emborrachaban con música, su vida entera giraba alrededor de la música.

En 1983, un colectivo de músicos que se debatían entre el progresivo, el hardrock y el folk rock formó AMUSI (Asociación de Músicos Itinerantes), primer intento de circuito alternativo surgido en el Perú, que agrupaba a bandas como Soljani, Abiosis (fundada en un temprano 1979), Temporal (donde militaba Toño Infantes, de la célula rockera del Rímac), Kotosh y otras más. Estaba gestionado por los propios grupos e incluso tenía una oficina en el jirón de la Unión donde se hacían reuniones, se daban clases o se preparaban conciertos. El único grupo subte que participó en sus actividades fue Leusemia, tanto así que Daniel F. declara haber ido a sus reuniones por año y medio. El proyecto fracasó tempranamente por desavenencias, actitudes informales y, según algunas versiones, incluso pendejadas.

El mismo 1983 fue testigo de la aparición de Óxido, la banda fundacional del heavy metal peruano. Su ejemplo daría inmediatamente paso a Masacre, Almas Inmortales y una serie de grupos que conformarían una escena paralela a la subterránea. Los metaleros constituyen un caso raro: a nivel mediático fueron prácticamente ignorados, pero sus escasos conciertos tenían una audiencia muy grande y un sonido que arrollaba en profesionalismo al de los subtes.

AÑO CERO

Definitivamente un hito fundamental en la historia de la movida fue la creación de Leusemia. Daniel y Kimba habían conocido a Leopoldo La Rosa (a) Leo Scoria, que en aquel tiempo era una suerte de punk gótico y quería tocar teclados. Aún no tenía la actitud ni el atuendo que al poco tiempo le ganó el apelativo de Syd Vicious peruano. Al no ajustarse al estilo de la banda, que por entonces ya tenía un repertorio basado en canciones de Daniel, tuvo que pasarse al bajo.
Esto ocurrió en julio de 1983. Ensayaban en Chacraríos, en el estudio de Víctor Quiroga, o en Sifuentes, en La Victoria. Tocaron en público por primera vez en La Caverna, uno de los locales clave de la escena del Centro de Lima en la segunda mitad de los 70. No estaban programados y entraron sin pagar entrada, acompañados por Edwin Zcuela. Era un amplio salón oscuro en el cual habían colocado un escenario de un metro de altura reservado para Up Lapsus. Al finalizar el concierto, cuando el local estaba casi vacío y solo se quedaban cincuenta personas, conchudazos, le rogaron a la banda que les prestara sus instrumentos. Subieron y tocaron un solo tema. No hubo mayor reacción. Este fue un debut no oficial. El verdadero se realizó en septiembre en el primer concierto de AMUSI, en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en el que tocaron dos canciones. Entre el público se encontraba Raúl Montañez, quien se incorporó al grupo en poco menos de un año. En ese lapso dieron varios conciertos en el Centro de Lima y los conos.

El Festirock de otoño, realizado el primero de junio de 1984, iba a ser el debut de Leusemia como cuarteto. Era su primer concierto en Miraflores. Aquella noche la Concha Acústica del Parque Salazar se encontraba repleta. La explanada estaba cubierta por un toldo que impedía que los sapos vieran el concierto desde arriba. Leusemia compartía cartel con Toilet Paper, White Horse (ambos con un repertorio de covers en inglés) y Dr. No (conformada por desorientados ex miembros de Telegraph Avenue). Ya habían ensayado con Montañez pero éste no tenía instrumento, así que confiaban en la solidaridad de algún compañero de escenario. Nadie los ayudó. Uno de los miembros de Dr. No, que acababa de regresar de Inglaterra, incluso quiso darles lecciones de punk. No les prestaron la guitarra y Montaña no tocó, pero cuando el trío salió al escenario, Daniel F. no se cortó: puta madre, nosotros somos Leusemia y tocamos temas propios, no como los huevones que vienen después de nosotros, canten en castellano, carajo… El público se dividió en dos. La mitad que estaba en desacuerdo armó bronca y comenzó a arrojar objetos al escenario. En medio del desorden alguien tiró el toldo. La leyenda dice que incluso hubo un apagón causado por un par de integrantes de Leusemia que bajaron la llave de la luz. Obviamente, la función se suspendió. Entre la audiencia se encontraban futuros integrantes de Pánico, Narcosis, Autopsia, Eutanasia, Conflicto Social, Excomulgados, Radicales, Guerrilla Urbana, Masacre y algunos más. Fue el comienzo de algo nuevo. Con los subtes la relación entre público y banda dio un giro definitivo: ambos eran intercambiables, estaban al mismo nivel, ahora todos podían tocar y subirse al escenario.

Los acontecimientos se sucedieron con progresiva velocidad. Narcosis ya estaba ensayando con su primera formación. Fernando “Cachorro” Vial, el fundador (ex Soljani), había reclutado a Álvaro “Gallito” Carrillo (voz) y Carlos Piccini (batería). No se sabe si tuvieron alguna vez bajista y se barajan varias versiones al respecto.

En cierta ocasión baterista Carlos Piccini abandonó la sala de ensayo para ir en busca de su enamorada. Entre la gente instalada en el recinto insonorizado se encontraba un colegial quien, aunque jamás había cogido las baquetas, intempestivamente se puso detrás de los tambores e impresionó al personal. Se trataba de Jorge “Pelo Parado” Madueño, quien obtuvo el cargo oficial de batero. Piccini fue choteado inmediatamente.

Poco después, el filósofo y estudioso del rock Pedro Cornejo y el recientemente fallecido José Eduardo Matute se pusieron a hacer bulla, iniciando un proyecto que acabó llamándose Guerrilla Urbana. Fue el grupo más agresivo de la movida, lo cual es un gran mérito. Completaron su formación cuando los leusémicos Leo Scoria y Kimba Vilis se incorporaron a la base rítmica.

En agosto de ese mismo año, Gonzalo “Púa” Farfán (guitarra), Gabriel Bellido (voz) y Guillermo Figueroa (batería) comenzaron a ensayar, debutando poco después en una kermesse del colegio Salazar de Miraflores, conocido centro de estudios para expulsados de colegios bien. Este fue el origen de Autopsia. Poco después entró a tocar bajo Silvio Ferroggiaro (a) Espátula Venérea. Un problema personal provocó la deserción del cantante. Al no haber nadie más, le pidieron a Silvio que intentase cubrir el puesto. En la audición todos quedaron impresionados. Tenía una garganta sobrehumana.

Había nacido el mejor gritante del hardcore nacional. El grupo recién cuajaría en 1985 previa reorganización.

Zcuela Crrada, también de la segunda mitad de 1984, era el proyecto de Edwin Núñez, vecino de Daniel y Kimba en la Unidad Vecinal número 3. La primera formación la completaban Kimba en la guitarra y Jaime Cero en la batería. Poco después se les unirían Mario Almanegra en el bajo y Arturo Insurgente en el saxo.

Los cinco grupos clásicos del rock subterráneo (que todavía no había asumido la etiqueta) se encontraban caminando. Leusemia, Narcosis, Zcuela Crrada, Autopsia y Guerrilla Urbana estaban listos para tomar la ciudad.

EL PRINCIPIO DE LA EXPLOSIÓN

En octubre de 1984 un grupo de estudiantes de arquitectura de la universidad Ricardo Palma llamado Los Bestias contactó a Leusemia y organizó el Bestiario número 1 –evento que incluía teatro, instalaciones y música. La parte sonora la completaban Adobe, Litto, Trance y otros más. Fue el principio de una estrecha colaboración. Los Bestias se encargaron de la escenografía de gran parte de los concierto de la época, muchos de los cuales organizaron. El colectivo, junto a Leo Scoria y los artistas plásticos Herbert Rodríguez y Jaime Higa, fueron sin duda los que más contribuyeron al aspecto visual de la puesta en escena subterránea.

Por eso algunos se han referido a una supuesta integración de las artes. Esta idea se vería reforzada por la proximidad de escritores, como aquellos pertenecientes al colectivo que editó las revistas Ómnibus y Macho Cabrío (principalmente Oscar Malca) y al grupo Kloaka (en especial Roger Santiváñez y Dalmacia Ruiz Rosas).

Casi inmediatamente después del primer Bestiario, el sábado 6 de octubre de 1984, se realizó una tocada en el pub New Carnaby, ubicado en el pasaje Los Pinos de Miraflores. Participaron Masacre, Narcosis y Leusemia (ver afiche). El primero de estos grupos, fundacional en el metal peruano, había empezado a compartir escenario con los subterráneos; además ayudaban con instrumentos y consejos a los nacientes Autopsia, a quienes conocían de su colegio, el Champagnat. Aún no existían la broncas entre punks y metaleros. La movida era mucho más inclusiva.

Por los días del Carnaby los Leusemia se asociaron con Alfredo Rosell, director de la revista Ave Rok. Esta publicación surgida en 1983 había sido la primera en su género en salir a los kioskos. Ya no se trataba de un fanzine hecho para lectura de unos cuantos elegidos sino de un medio al alcance de todos. El primer resultado de la sociedad fueron las dos fechas de la serie de conciertos titulados “El Rock Subterráneo ataca Lima”. La primera se llevó a cabo el 3 de noviembre con Del Pueblo presentando su ópera rock Posesiva de mí. La segunda se llevó a cabo el 17 de ese mes con los grupos Nieve Negra, Narcosis, Leusemia y Los Muchachos Exigentes de Benito Lacosta. Esta última banda estaba conformada por ‘Chini’ Polar, Octavio Susti y Jaime Bedoya, y se distinguiría por musicalizar poemas de Jorge Eduardo Eielson. Ambos acontecimientos se realizaron en el pub de La Palizada, en Miraflores. Fue la primera vez que se utilizó públicamente la etiqueta subterráneo, en parte para diferenciarse del membrete punk, que no solo no tenía en cuenta su esencia local, sino que les quedaba chico a nivel musical. No nos pronunciamos sobre la paternidad del nombre dada la cantidad de versiones enfrentadas.

Esa noche Narcosis debutó con su formación clásica: Cachorro, Pelo y Luis García (a) Wicho. Un par de semanas antes del concierto, que iba a ser su primer bolo pagado, el cantante Álvaro “Gallito” Carrillo anunció que no podría ir porque ese mismo día era su ceremonia de confirmación. Sin dudar, Cachorro llamó a Wicho, a quien conocía por sus intercambios musicales, como reemplazo. La química fue inmediata y se notó. El nuevo vocalista desbancó al antiguo, pero aceptó el puesto permanente solo si él estructuraba las canciones y trabajaban firmemente en una maqueta. Entonces la banda asumió la autogestión a cabalidad y comenzó a trabajar en lo que acabaría siendo el demo más pirateado del rock nacional, Primera Dosis, cuya influencia incluso tiene alcance continental.

Ya no había vuelta atrás. En 1985 los subterráneos tomarían la ciudad por asalto. Las cinco bandas vivirían su apogeo y su público y ellos mismos –a estas alturas eran indistinguibles– formarían un aluvión de grupos entre los que se contarían Pánico, Flema, Radicales, Éxodo, Eutanasia, Sociedad de Mierda, María Teta y Empujón Brutal, Salón Dadá, Delirios Krónikos, Valium, Kilómetro 11, Sarita Colonia y los Desgraciados, Excomulgados, Eructo Maldonado, Yndeseables, Seres Van, Feudales y muchos otros. Todo en un año. Un año en el que tocaron las puertas del cielo. Fue, tal como le dijo José Eduardo Matute al antropólogo norteamericano Shane Greene:
“Un momento muy mágico, muy bonito, muy ideal. Estábamos sobre una ola y no teníamos conciencia ni idea de lo que habíamos estado haciendo ni dónde estábamos parados. Era algo muy grande, más grande de lo que nosotros pensábamos que era. Estábamos encima de esa ola y era algo imparable. Y era todos los días y era intenso y era una solidaridad muy grande, algo que duró lo que duró y nunca más, nunca más”.

Continuará…

4 Comentarios:

Blogger metamorfosis dijo...

Disculpa en que año se publicó ese articulo?

3:41 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

El texto se publicó en una de las ediciones de Dedo Medio de este año. No recuerdo el mes.
G

4:34 p.m.  
Blogger Unknown dijo...

Dejo el link sobre material de los Insurgentes, grupo subterraneo de los 80s
http://www.rocksubterraneolosinsurgentes.blogspot.com/

6:00 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Hay inexactitudes en el articulo, contradiciones en su misma redaccion, sugiero reeditarlo.

11:14 p.m.  

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