En Librería Perú: 'Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas'
En Librería Perú encontrarán una nota de Alberto Schrot sobre Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas (Altazor, 2011) y también una entrevista a las escritoras Patricia Miró Quesada, Alina Gadea y Julie de Trazegnies. Clic aquí.
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Es axiomático que las nuevas narradoras, en todo su universo, sí tienen mucho que contar. Y no me refiero únicamente a los libros que me gustaron. No le han temido a la soltura de contenido, hasta en algunos casos he podido percibir catarsis personales. Claro, estamos hablando de ficción, pero hay un “algo más” entrelíneas. Las narradoras de Disidentes 1no son unas virtuosas del lenguaje, menos malabaristas estructurales, y, en realidad, no creo que les interese serlo. Sin embargo, consiguen lo que pocos: transmitir mucho mientras cuentan una historia. Mi selección inicial la conformaban 17 autoras. Y solo he podido contar con 15. A esta antología le faltan autoras, pero no le sobra ninguna. Quise realizar un trabajo de arqueología literaria, ofrecerle al potencial lector una muestra de la narrativa peruana escrita por mujeres durante la década pasada y espero haberlo conseguido.
( Gabriel Ruiz Ortega, en una entrevista para Letra Capital )
Librería Perú se reunió con tres de las disidentes que reúne esta antología. Luego haber sido publicadas e incluso reconocidas en concursos importantes, su voz empieza a hacerse un espacio desde la periferia del canon hacia sus entrañas. Patricia Miró Quesada, Alina Gadea y Julie de Trazegnies nos comentan sobre por qué se sienten disidentes y qué motivos circundan su literatura.
De hecho, tampoco están muy de acuerdo con el acostumbrado –y algo anacrónico– concepto de la antología femenina. Quizá porque ser mujer y escribir como mujer no hace el mérito literario ni la fortaleza del discurso (pero trae sorpresas), o porque la voz femenina no es monopolio de las chicas cuando de literatura se trata. En cierta forma, en un territorio literario como el nuestro –sudamericano, muy peruano a veces–, parecido al Club de Toby, es un paso importante para luego despegar como escritoras sin el mote femenino.
Históricamente la vena narradora entre las mujeres que se abocaban a escribir, era la otra cara de la luna: el rostro conocido era el poético, el que debía permanecer bajo un seudónimo masculino e imitar sus formas era la narrativa. Hoy por hoy, luego de varias décadas de disidencia, ambas caras tienen brillo literario y femenino, incluso si pertenecen a la misma autora, como es el caso de Julia Wong.
Hacerse un espacio para expresar su perspectiva femme sobre el mundo no ha sido fácil. Conseguir que el mercado se interese en ello, tampoco. Julie de Trazegnies escribió tres libros de cuentos infantiles, antes de poder publicar con la voz que ella deseaba. Katya Adaui construyó su espacio desde el baúl de recuerdos y los lazos de la cotidianidad con el tánatos, cuando todavía redactaba notas para un noticiero televisivo. Bethsabé Huamán es más reconocida en el ámbito académico que por sus dos libros de cuentos. La lista de tapadas, no por la contención de su literatura sino por el eclipse involuntario del propio sistema, podría continuar y cada escritora tendrá una crónica personal al respecto. Encontrarlas juntas es una buena muestra de resistencia, estilo, liberación y coraje para desnudarse ante los lectores.
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