miércoles, septiembre 14, 2011

Entrevista: Carlos Calderón Fajardo



Entrevista publicada en Proyecto Patrimonio (Letras.s5.com)

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Carlos Calderón Fajardo, escritor:
“Soy un escritor de inicios del 70 y esperé diez años para publicar mi primer libro. No lo hice
hasta no encontrar mi propia voz”
Gabriel Ruiz Ortega
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Carlos Calderón Fajardo es a la fecha una de las plumas mayores de la narrativa peruana contemporánea. En esta entrevista repasamos parte de su muy valorada obra.
- En estos últimos años tu obra ha sido saludada por los lectores, la prensa y la crítica. Entre nuevos títulos y reediciones, hablamos fácil de diez libros en cinco años. Creo que, para bien, has perdido el calificativo de “Autor secreto”. Todo escritor quiere ser leído, a fin de cuentas.
Soy reconocido, es cierto, sí, pero solo en un segmento o espacio de la literatura que se escribe en el Perú. Mejor dicho, soy positivamente valorado como escritor sólo en un sub-sistema literario, en un espacio muy restringido, marginal en la literatura que se produce en el Perú.
- ¿No crees que pecas de modesto? Por ejemplo, cuando publicas un libro, no pasas para nada desapercibido.
- No creo que sea tanto así. Los que escriben reseñas críticas en medios periodísticos me prestan poca atención. Tampoco veo interés en mis libros por parte de la Academia, en la Universidad, en las facultades de literatura. Finalmente, no soy de interés de las grandes editoriales comerciales de nuestro medio. Y, como sabes, un escritor pasa desapercibido en nuestro país si no es positivamente valorado en estas instancias que son las que definen el canon.
- Volviendo a lo que dijiste hace un momento, ¿podrías precisar esta idea de los sub-sistemas?
- Es un poco sociológico esto, pero válido, creo, para precisar mi ubicación dentro la narrativa que funciona en forma de compartimientos estanco a los estoy denominando sub-sistemas, de producción literaria dentro de un sistema mayor, el de la literatura peruana, y al que pertenecen claro, también, las literaturas orales. Te explico, en la narrativa escrita es posible ubicar tres sub-sistemas. Al primero, lo voy a llamar "nacional", narradores para quienes lo primordial es expresar la realidad social peruana. Son testimoniales, de preocupación social, y mayoritariamente realistas, lo que les importa son los valores nacionales, culturales, peruanos. Son escritores respaldados por críticos que comparten los mismos valores; este sub-sistema posee sus medios de expresión periodística, sus editoriales, en Lima y en provincias. Son los narradores más valorados en el mundo académico. Estos narradores buscan de alguna manera reconocimiento nacional. Oswaldo Reynoso, pienso, es el escritor en el que más claramente se nota esta opción. No publica en grandes editoriales y su vida como escritor está dedicada a escribir de manera realista y testimonial sobre el Perú y para el Perú. El segundo sistema, que podríamos llamar “comercial”, lo conforman escritores que escriben y publican con miras al éxito en el mercado, publican en editoriales sobre todo españolas; tienen también su propio aparato publicitario, sobre todo apuntan a un espacio no peruano, al español. Escriben sobre la realidad peruana y son estéticamente “realistas” pero no por un interés nacional, o testimonial o social, sino porque a las editoriales españolas les interesa este tipo de tema. A diferencia de los “nacionales”, a los “comerciales” les interesa llegar al mercado internacional donde lo que importa es vender, cuantos más libros se venden mejor escritor se es. Este sub-sistema tiene también sus críticos, una prensa que los secunda, que los publicita, los publican editoriales que se interesan en novelistas que “venden”, son escritores mediáticos, porque esto es esencial para la venta de sus libros como un producto en el mercado. Son fácilmente identificables, Roncagliolo es un ejemplo claro.
- ¿Y el último?
- Sigamos. El tercer sub-sistema, que me gustaría llamar “marginal” está conformado por narradores a los que no les interesa escribir una literatura de preocupación nacional, social, testimonial; pueden asumir una estética realista pero repudian una literatura comprometida, en el sentido sartreano. También rechazan el escribir literatura “comercial”, no escriben para vender y por esa razón no son atractivos para el sub-sistema comercial. Pienso en Loayza, Adolph, Gastón Fernández, en Enrique Prochazka, y de alguna manera en Ribeyro, mi maestro de vida. En el tercer sub-sistema, que tiene los ancestros que mencioné, los escritores son sobre todo jóvenes, con sus propias editoriales, las llamadas editoriales alternativas, y poseen sus propios medios de hacerse conocidos, sobre todo revistas especializadas de lectura de poco tiraje, en blogs y en lecturas públicas donde suele expresarse esta literatura marginal. Estos escritores pretenden alcanzar una excelencia literaria que sea reconocida por otros escritores marginales, en el ámbito restringido en el que se mueven. Es decir buscan ser reconocidos por sus pares. Creo que de algún modo es principalmente a este tercer grupo al que pertenezco, tanto como escritor, y en mi obra literaria. Habría que añadir a esta descripción, que en cada sub-sistema hay buenos y malos escritores, y unos más importantes que otros. Y, por supuesto, que está sobreentendido que ningún sub-sistema en especial produce los mejores escritores. Quizás Vargas Llosa sea quien conjuga los tres sub-sistemas, pienso que es el último gran escritor peruano, importante en todos los ámbitos o espacios. Ningún de estos sub-sistemas es el mejor, o el más correcto, cada sub-sistema es un camino que implican prácticas literarias con fines distintos. Aunque algunos quisieran que la literatura fuese solo un asunto moral, patriótico, o solo económico, más que estético.
- Recuerdo que cuando publicaste La segunda visita de William Burroughs tuviste mucha prensa y comentarios. De alguna manera, has estado en esos niveles a los que te acabas de referir. Con esa novela marcaste tu regreso. Obviamente, poco antes habías publicado un par de títulos. Yo, por ejemplo, empecé a redescubrirte con esa novela.
- En esa oportunidad yo también me redescubrí a mí mismo. Con esa novela que se publica el 2006, se inicia, creo, una nueva etapa en mi vida como narrador, y no sólo en tanto propuesta estética sino en mi comportamiento público como escritor. Hasta ese año y hasta esa novela fui un escritor de perfil bajo, bastante ausente de la vida literaria. Ahora me muestro mucho más. En los últimos cinco años he publicado más libros que en los otros 35 años de mi vida como escritor. ¿Por qué pasó esto? ¿Fue un error publicar tantos libros en tan corto tiempo? No lo sé y no creo que pueda dar una respuesta al por qué de ese cambio. Me gustaría pensar que he logrado superar después de décadas la penuria de mi timidez.
- El cuento es un género en el que has incursionado con mucha solvencia. Para no pocos fue una agradable sorpresa ver la maestría de los relatos de Playas.
- Francisco Ángeles acaba de publicar una reseña excelente sobre este libro, y en esta él manifiesta una idea en la que yo no había pensado: que siendo mi narrativa de muy variado registro, todos los libros publicados anteriores a Playas fueron una preparación para la escritura de este libro donde estarían condensados todos mis libros anteriores. Después de Playas ya no debería escribir más. No puedo negar que mis cuentos y mis novelas cortas han tenido más receptividad que mis novelas de más extensión. Pero no tengo una preferencia especial por el cuento, o la novela corta. La elección de una distancia no es consciente en mi caso. Por ejemplo, uno de mis cuentos del libro Playas se disparó, como se dice, y ahora es una novela, inédita, de más de 200 páginas. Y actualmente estoy escribiendo un libro de cuentos andinos, y al hacerlo cumpliendo con una deuda y asumiendo un reto. En cada libro que he publicado busqué no repetirme, esa es, me parece, la razón de la variedad de registros en mis libros.
- He percibido en tus novelas la influencia de las novelas alemanas de aprendizaje. ¿En ello influyó el periodo que pasaste de muy joven en Europa?
- Esto es muy cierto, si bien he leído y leo narrativa de todo tipo y de todos los países y épocas hay dos literaturas que reconozco como fundamentales para entender la mía: la alemana de siempre y la italiana del siglo XX. Lo he dicho muchas veces, y vuelvo a mencionarlo porque es clave en mi vida y en mi obra: viví muy joven en el mundo de lengua alemana, y eso fue decisivo para todo lo que vino después. Me siento deudor de escritores como Goethe, Schiller, Thomas Mann, Broch, Kafka, Canetti y Thomas Bernhard, y podría mencionar algunos nombres más. Después he descubierto la importancia de la narrativa italiana, sobre todo en mis cuentos: Buzzati, Pavese, Bassani, Moravia, Calvino, Tabucchi, entre otros.
- Muchos consideran que La conciencia del límite último es una pequeña obra maestra. Pero ahora que se ha reeditado tu primera novela La colina de los árboles, me queda claro que había una madurez narrativa desde tus comienzos. No tengo el dato a la mano, pero ¿a qué edad publicaste?
- La colina de los árboles, mi primera novela, fue publicada en el 1980, cuando yo tenía más de diez años en la literatura peruana y más de treinta de edad. Soy un escritor de inicios del 70 y esperé diez años para publicar mi primer libro. No lo hice hasta no encontrar mi propia voz. La Colina de los árboles ganó el Premio Unanue y tuve la suerte de que los organizadores del concurso publicaran al ganador. Es decir ya era un escritor maduro cuando publiqué esta novela, que antes de salir fue leída por Ribeyro y Bryce, cuyas opiniones están en cartas que conservo.
- Hace un rato hice referencia a tu condición de “Autor secreto”. Son los lectores los que han mantenido tu obra en una suerte de selecto boca a boca, rescatando títulos tuyos que de otra manera estarían en el olvido. Sobre La colina de los árboles recuerdo un artículo de Iván Thays, publicado en 1999, en el diario Expreso.
- Me preocupó durante mucho tiempo la razón que explicara mi condición de escritor oculto. Llegué a pensar que había una voluntad de silenciarme de parte de alguna gente. Se me colgó la chapa de escritor oscuro, que cualquier que haya leído libros como La Colina de los árboles, o La conciencia del límite último concordaran que es una acusación infundada. Lo que se consideraron defectos de mis libros con el tiempo se están transformando en fortalezas. Que una novela como La colina de los árboles esté siendo elogiada por gente que la lee me causa una gran satisfacción porque compruebo que esta mi primera novela ha logrado superar la prueba del tiempo, ha logrado perdurar vigente y eso es para mí muy importante.
- En estos últimos dos años, tus lectores hemos quedado un tanto sorprendidos. ¿Cómo fue que decidiste escribir novelas góticas, vampíricas?
-
He escrito novelas "vampíricas" porque este tipo de novelas se acomodan perfectamente al tipo de escritor que soy, uno que privilegia la imaginación, la narración de historias, lo fantástico, y la fascinación literaria por el mal, esto que viene de Poe, de Stevenson, de Kafka, de Dostoievsky, de Melville, de Bram Stoker a Mary Shelley.
- Entonces, escribir este tipo de novelas no es caer en un género menor.
- Creo que entre algunos literatos hay un infundado desdén que no existe en el cine. Olvidan que Balzac y Thomas Mann, dos de los más grandes escritores realistas escribieron novelas góticas. Mi trilogía de novelas sobre Sarah Ellen creo que van a ser valoradas con el tiempo y no haya de por medio una moda que desagrada a Fresan y agrada a De Santis. En mis novelas vampíricas asimilo las tradiciones que son rasgos de los clásicos del género, el vampiro, el mal, la sangre, el viaje por mar. Pero obviamente no hay en lo mío una banalización del tema con fines comerciales, eso no me interesa. Me fascina el vampiro como gran metáfora sobre el mal, sobre aquel que se alimenta de la sangre, del espíritu, de los otros.
- De las novelas de la trilogía, ¿cuál fue la más difícil de escribir? Colijo que con La ventana del diablo cierras una etapa.
- Así es, la última novela de mi trilogía sobre Sarah Ellen La ventana del diablo es la que más trabajo me ha costado, trabajé un año en ella, intensamente, primero porque debía igualar el nivel estético de las dos primeras, que son un propuesta distinta cada una, novelas que se pueden leer independientemente. Y me costó escribirla porque la tercera novela tenía que ser el remate de la trilogía, pensando en la posibilidad de que algún día se publique las tres novelas juntas como partes de una sola. En esta novela, que se cierra nuevamente con un viaje por barco, hay una vieja filiación gótica, me refiero a que la historia se inspira en el cuento “El buque fantasma” del escritor romántico alemán de principios del siglo XIX, que murió a los 24 años, Guillermo Hauff .
- Algo que muchos se preguntan: “¿Por qué Carlos Calderón Fajardo se autosabotea?”. Te explico: no pocos pensamos que debes estar en una editorial grande, una que pueda difundir tu obra como mereces, que tenga la logística que las editoriales independientes no tienen. Y haciendo simples cálculos, por año publicas dos o tres libros, y de esa manera es difícil que un sello fuerte apueste por ti, y lo que sorprende más: que cada uno de esos libros exhibe una alta calidad literaria. Estamos, pienso, ante autogolazos literarios…
- Esta pregunta no sé cómo responderla. Creo que soy un poco torpe para ciertas cosas en este mundo de la literatura en el que no basta escribir bien sino que se requiere poseer otras habilidades. En todo caso soy ya muy viejo para cambiar, para convertirme en un tipo de escritor distinto al que siempre he sido. Y con respecto a las editoriales grandes habría que preguntarles a ellos porque no se interesan en publicar mis libros. Publicar varios libros en un año es posible que sea un auto-gol en el corto plazo, pero si lo ves en perspectiva te darás cuenta que lo que estoy haciendo es edificar una obra sin importarme si me va a sobrevivir.
- Hace poco publicaste La vida íntima de Gregorio Samsa. Aún no lo leo, se trata, en principio, de un trabajo de no ficción.
- Hay muchos escritores que admiro, pero por Kafka mi admiración es muy especial. No quería despedirme de la literatura sin hacerle un homenaje en agradecimiento. Willy del Pozo, la editorial Altazor, me lo han permitido con este último libro. Traduje en una versión en español latinoamericano los 109 aforismos de Kafka de Reflexiones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el verdadero camino, que estaban en un lenguaje muy peninsular, y publiqué en el mismo volumen mi nouvelle La vida íntima de Gregorio Samsa que no es un trabajo de no ficción sino de ficción vinculada al tema de las transformaciones, de las metamorfosis, un tema recurrente en mi obra y que me apasiona.

- Acabas de decir que no quieres despedirte de la literatura sin hacerle a Kafka un homenaje en agradecimiento. No creo que te refieras a que ya no vas a volver a publicar.
- Siento cansancio acumulado. Han sido muchos libros, cada libro significó un fuerte gasto psicológico que me está pasando factura. Escribir a mi manera es decir con pretensiones artísticas, desgasta mucho. Y creo que he gastado más de la cuenta. Me gustaría retirarme cuando todavía me siento bien, es decir irme con cierta dignidad. En todo caso, a mi edad todos los días son el último y por ese motivo todos los días son buenos para despedirse.
- Sé que eres un lector atento de los nuevos narradores peruanos. Me gustaría saber cuáles son los que te llaman la atención.
- Me gustan algunos y algunas pero no quiero apresurar en una opinión. Muchos son mis amigos y amigas, y es posible que mi juicio esté influido por ese hecho.
- Ahora, dime un libro que te haya llamado poderosamente en estos últimos meses. No tiene que ser peruano.
- La mayoría de libros de escritores contemporáneos se me caen de las manos o porque no me dicen nada o porque son escritos con trucos que conozco y que por ese motivo no me sorprenden. Aunque algunas novelas con truco son aceptables y las leo hasta el final, por ejemplo El ruido de las cosas al caer del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Pero si me tengo que quedar con un libro, con uno que me llamó poderosamente la atención es El olvido que seremos, una extraordinaria novela sin trucos y curiosamente de otro colombiano: Héctor Abad Faciolince.

- Tú conoces el ambiente literario peruano. Si tuvieras delante a un aspirante a escritor, ¿qué le aconsejarías?
Qué descubra qué tipo de escritor es, y la mejor forma de descubrirlo es dejándote llevar por el libro que te da el placer doloroso de escribirlo.
- Días atrás, un seguidor de tu obra, me pidió que te haga la siguiente pregunta: ¿cómo es tu método de trabajo?
- Todo empieza con un cuento, siempre es así. Nace la historia, y puede quedarse en un cuento corto, o un cuento largo; o crece hasta ser una novela corta, o una novela de gran aliento. La historia que cuento es la que decide. Termino un primer borrador y luego dejo dormir el manuscrito, que puede dormir meses, incluso años. El libro me llama cuando está listo y desea despertar. Al reencontrarme con el borrador corrijo mucho: el estilo. Habiendo establecido distancia con el manuscrito original hago cambios en la historia inicial, hasta el punto de vista puede cambiar, y el libro puede convertirse en otra cosa. Siempre es la historia que estoy contando la que manda y decide y, en eso, me dejo llevar por el instinto. Ninguna decisión, a lo largo de todo el proceso de la escritura, es, en mi caso, racional. Empiezo a usar la razón cuando creo que no tengo ya nada que corregir. Soy muy torpe para usar la razón, por lo tanto soy muy malo como agente comercial de mí mismo, como jefe de mi departamento de ventas.
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