martes, septiembre 13, 2011

"La soga de los muertos"


Ojalá alguna editorial peruana, independiente a lo mejor, se anime a editar la buena novela La soga de los muertos, del escritor chileno Antonio Díaz Oliva.
La leí hace algunas semanas y en estos días la he estado revisando para otros fines. Si quieren saber algo más de ella, pues a continuación algunos fragmentos. Vía 60 Watts.

...

14 de marzo, 1994
Ayer pasó algo maravilloso. Me quedé viendo televisión hasta tarde, hasta después de las noticias. A las diez dieron Volver al futuro. Una película increíble. Skates voladores, autos voladores y esa frase «Eres una gallina, McFly», que ahora tengo pegada. La dieron en TVN. La vi y aluciné. Incluso me costó dormir y por eso al otro día estaba cagado de sueño y en la primera hora de clases (Castellano), cabeceaba a cada rato.
Y podría haber seguido así, pero vi que el Tanenbaum chico se reía de mí. No sé por qué. Y en un momento se puso a lanzarme papeles mojados con saliva con un lápiz a pasta. Luego, alguien sacó una naranja y todos empezaron a lanzarse pequeños trozos de cáscara con los lápices. La profesora escribía varias frases en la pizarra y no se dio cuenta hasta que alguien le tiró una de las balas de naranja en el poto. Pilló al Tanenbaum y lo expulsó de la sala. Lo retó y le dijo que, como era nuevo, tenía que portarse bien, dado que los nuevos entraban condicionales en su primer año.
Más tarde, en el primer recreo, pregunté a mis compañeros por la película, por si alguien había visto Volver al futuro, pero nada. En mi casa busqué en la guía de televisión y salía que era parte de una trilogía. Por eso al comienzo decía Volver al futuro 2 y por eso tengo que conseguir la 1 y la 3. Así que estoy esperando que llegue mi vieja. Quiero decirle que me lleve al Persa el fin de semana. O le podría decir que vayamos a esas tiendas de videos que están en el Portal Lyon, arriba de las comiquerías, aunque son demasiado caras.
Ah, hoy alcancé a ver un cuadro en el balcón. Era un campo de maíz donde unos niños corrían hacia un precipicio. Los niños eran chicos, de tercero o segundo básico, y un tipo mayor, de tercero o cuarto medio, los salvaba. Los atajaba y consolaba para que no se cayeran por ese vacío. Lo que más me gustó del cuadro fue que ocupaba harto amarillo porque eran campos de maíz o choclo. Unos campos que parecían no acabar nunca y que luego se desvanecían en el horizonte.
21 de marzo, 1994
Llevo una semana sin escribir en esta bitácora. Lo único interesante que ha sucedido es que llegó una nueva profesora de Arte. Se llama Magdalena, es joven y nos pide, por favor, que le digamos por el nombre de pila, porque le cargan las palabras «profesora» y/o «señorita». En clases generalmente nos hace pintar (lo que uno quiera), lo cual hacemos casi todos menos el Tanenbaum, que se dedica a molestar. Incluso molesta a la profesora ya que sabe que, como es nueva y se nota que es su primer trabajo, no tiene tanta autoridad. Pobre.
No pude conseguir ni la primera ni la tercera parte de Volver al futuro porque mi vieja sigue llegando tarde y no le he podido preguntar. Tampoco he conseguido alguien con quien comentar mi nueva película preferida. Por eso lo único que hago es recordar, lo más nítido que puedo, partes como la del skate volador o cuando al De-Lorean le llega un rayo, en medio de una tormenta eléctrica, y se hace humo.
¿Qué más? ¿Qué más me ha pasado en el último tiempo? Ah, sí, algo raro. Mi viejo se apareció el fin de semana pasado. De hecho, almorcé con él el sábado, le conté de Volver al futuro para ver si, vaya uno a saber, se animaba a ir conmigo al Persa, pero lo vi más interesado en unos planos de las calles de La Reina y unos volantes que andaba trayendo (y que no me dejó ver).
Lo extraño es que apenas él se fue, mi mamá apareció. Como que se ponen de acuerdo para no estar juntos. Nunca he entendido su relación.
24 de marzo, 1994
Hoy vi un cuadro rarísimo en la mañana, cuando la micro se detuvo frente al edificio ese. En él salía un niño, más chico que yo, que tenía una bolsa café clara en la cabeza. Tenía dos orificios para los ojos y uno para la boca. El niño lo miraba directamente a uno, al que estaba observando el cuadro, y apuntaba con el brazo como queriendo pedirnos algo. Estaba pintado con un color grisáceo. O con un tono entre verde y grisáceo, que me recordaba a esos videos que dan en la tele sobre extraterrestres.
Lo bueno es que, más tarde, pinté eso. Ese cuadro que había visto. A mi manera, claro, porque no me quedó parecido. Igual salvaba y Magdalena, la profe de Arte a la que no le gusta que le digan profe, me felicitó. Al final de la clase me preguntó si me gustaba dibujar y yo le respondí que leía cómics. Saqué algunos de mi mochila (Batman y La liga de la justicia) y se los mostré. Ella los vio detenidamente hasta que se dio cuenta de lo atrasada que estaba para una reunión de profesores y se despidió.
10 de abril, 1994
Ayer fuimos al Persa Bío-Bío con mi vieja. Conseguí la trilogía de Volver al futuro, pirateados del original y con unas portadas que son fotocopias en blanco y negro. Por
eso llevo todo el fin de semana viendo las películas una y otra y otra vez. No paro. Mentira. En un momento paré y entré al estudio de mi viejo (de puro curioso). No sé por qué me dieron ganas de meterme y me encontré con la foto del poeta ese que tanto le gusta (¿Parra?). Lo extraño es que descubrí que se parecía al viejo de Volver al futuro. Al Doc, sí. Era igual, solo que más serio y sin la bata blanca. Pero el resto era igual: canas, entradas en la frente y las mismas arrugas repartidas en el rostro. De hecho, en la foto que tiene mi viejo, Nicanor Parra (así se llama, lo acabo de comprobar) está con las cejas arrugadas y cara de concentración. Al igual que al Doc cuando el DeLorean le falla y tiene que pensar y pensar para arreglar todo y volver al futuro. O al pasado. O al presente. Da lo mismo.
Lo otro en que me fijé es que hay mucho polvo en el estudio de mi viejo. Se nota que no ha venido por un rato. Y no he querido preguntarle a mi vieja por qué mi viejo no ha vuelto. De seguro se pelearon y vaya a saber uno el porqué. Sigo sin entender su relación. ¿Se quieren o no?
25 de abril, 1994
Ya no sé si escribir en esta bitácora tiene sentido. Pero por lo menos creo que acá puedo desahogarme. Mi vieja dice que me va a llevar a un sicólogo porque no tengo amigos en el colegio. Yo le digo que no, que no es porque no quiera tener amigos, es porque ninguno de mis compañeros me gustaría como amigo. Lo cual, claro, es diferente. Y entonces ella me dice que sí, que de todas maneras me va a llevar a un sicólogo, diga lo que yo diga. Y así nos pasamos la tarde hasta que ella llora o yo me encierro en mi pieza.
Lo último que sé de mi viejo es que casi se lo llevan arrestado. Parece que estaba pegando unos carteles (¿o era porque estaba rayando unas murallas?) y llegaron los carabineros y lo pillaron en pleno. A otros amigos de él sí se los llevaron y estuvieron en un calabozo durante toda la noche. Eso lo supe porque escuché a mi mamá hablar por teléfono con una tía.
No sé en qué anda metido mi viejo y en verdad nunca lo he sabido. Hace un tiempo me acostumbré a convivir con él como quien vive con un espíritu. Viene de vez en cuando, saluda, se mete a su estudio, deja uno de los poemas de Parra en algún lugar
de la casa, se va. Y así.
5 de mayo, 1994
Magdalena me pidió que me quedara después de clases. Me preguntó qué me pasaba y no supe qué responderle. Me dijo que me había notado menos creativo. Quise decirle que ninguno de los cuadros que había pintado antes eran míos. También me dieron ganas de contarle que hace una semana que al pasar por el departamento no veía un cuadro y que la ventana estaba cerrada. Pero en vez de explicarle todo eso, lloré y ella me consoló y me llevó a la sala de profesores y me dio agua con azúcar. Me sentí estúpido. Como si tuviera diez años y eso que pronto cumpliré catorce. Cuando salí de la sala de profesores y entré a mi sala estaban en clases de Historia. El Tanenbaum chico me miró feo y le dijo algo al oído a su compañero de banco. Los dos se rieron. Me miraron durante toda la clase. Al Tanenbaum grande aún no lo veo. Para mí es un misterio, pero me han dicho que repitió dos cursos así que es
harto mayor y más forzudo. Que nada que ver con su hermano que es un chico (bueno, un poco más chico que yo no más) el cual molesta a todos y a todas horas, pero es inofensivo. En fin.
Hoy mi viejo dejó otro poema. Y me lo dejó a mí. Especialmente. Se nota. Lo deslizó por debajo de la puerta y lo vi en la mañana, luego de despertarme para ir al baño. Lo coloqué con los otros en un corcho donde además tengo una foto del Doc de Volver al futuro.

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