A un par de años de un hallazgo
Un seguidor del blog me
busca en Selecta Librería. Estoy seleccionando títulos, puesto que en unos días
nos vamos a la Feria del Libro de la PUCP. Este seguidor del blog hurga entre
lo que queda de los anaqueles y coge Tratado
sobre la yerbaluisa de Enrique Verástegui. Me pregunta qué opino del
poemario y le digo lo que pienso, sin pelos en la lengua. Se supone que tengo
que seguir en la selección de lo que se llevará a la feria, pero ya entramos en
el tema Verástegui y la verdad que quiero relajarme bien un rato.
El seguidor del blog me
hace otra pregunta: ¿Te acuerdas cuando Los poetas del asfalto y tú encontraron
el manuscrito de El saber de las rosas
del zambo? Claro que me acuerdo, respondo. Y prendo un Pall Mall rojo y le doy
un sorbo a mi cafecito humeante. Y bueno, paso a poner las cosas en la parcela
de la justicia: fueron Los poetas del asfalto, en realidad Angelito Izquierdo
Duclós, quienes encontraron el referido texto, yo no. Lo único que hice fue
llevar mi cámara digital y escribir sobre el hallazgo partiendo de las pruebas
que vi.
La presencia de este
visitante me hace pensar en la expectativa de los hinchas de Verástegui. Verástegui,
de eso estoy muy seguro, desde hace rato dejó de tener lectores. Verástegui es
a la fecha una suerte de marca, un icono de a pie. Son demasiados los que leen
todo lo que se pueda de él, sino cómo explicar el éxito en ventas de sus
últimas entregas sumamente menores. En fin, misterios del fetichismo literario.
Cuando se le entregó el
manuscrito al poeta, en un evento realizado en un histórico bar del centro, en
mayo de 2010, creí que no pasaría mucho tiempo para tener en manos El saber de las rosas como libro.
En estos años he escuchado del interés de algunas editoriales, pero a la fecha
no hay señales de que esta posibilidad vaya a cristalizarse, lo cual frustra,
puesto que Verástegui es de los contados poetas al que quisiéramos leer en su
faceta de ensayista, y comprobar si es verdad si su libro es un “artefacto
literario valioso para el universo”.
Aquella mañana de marzo en el puesto de libros de Angelito, me puse a picar el manuscrito.
Estuve en este trance casi hora y media, trance interrumpido por las páginas en
sepia que Angelito y Richi Lakra me pasaban, que eran las cartas de Verástegui
dirigidas al poeta y ex blogger Paolo de Lima, que tuvo el manuscrito durante
tantos años y que solo él sabe cómo fue que llegó a parar a La Parada.
Pues bien, estoy en la subjetiva
condición de afirmar de que no es un artefacto literario valioso para el
universo, pero sí uno que nos brinda las suficientes luces del peculiar
pensamiento del poeta con relación al devenir de la poesía peruana
contemporánea. No tengo reparo alguno en decir que lo leído a medias
transmite mucho más que la mayoría de ensayos y artículos que se han publicado
sobre el tema. Verástegui no es presa de la jerigonza rebuscada, ni del interés
delatado por la trampa, sino de su experiencia de lector, de su yo nada contenido
que le permite pergeñar una bella prosa al servicio de la mágica contundencia
conceptual, que rebrota en polémica también, de estos textos que espero, algún
día, podamos leer en el formato para el cual fue escrito.
1 Comentarios:
Y prendo un pall mall rojo....
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