miércoles, septiembre 12, 2012

Escritores malditos




Cuando comento un libro, lo hago con la idea de que algún lector se interese por la publicación. Como bien saben, o solo algunos lo perciben, aquí comento libros que me gustan, o que, en su defecto, me parezcan muy interesantes. Sin embargo, más de una vez he sentido desazón, porque he escrito de títulos que aún no llegan a Lima, como la novela Stoner de John Williams, que compré hace algunos meses en Santiago, en la librería Metales Pesados.

En esta ciudad del sur fui incapaz de contener mi tendencia compulsiva de comprador de libros, sabiendo de antemano que allá los libros no son para nada baratos, pero el precio es lo que menos importa ya que lo mío es leer con una voracidad casi sexual. Entre lo que conseguí y devoré en el hotel y en el vuelo de regreso: Los malditos (Ediciones Universidad Diego Portales, 2011) de la prestigiosa cronista argentina Leila Guerriero.

Cada país, cada tradición literaria, tiene sus figuras capitales, muchas de estas  insertadas en el canon, y otras en vías de estarlo gracias a las variadas lecturas que durante décadas han llevado a cabo los lectores, escritores y críticos salvajes, la mayoría de las veces en plan bullero, indignado, yendo a la contra de lo que los celadores de la literatura cuidaban hasta con las garras, haciendo uso de un discurso conservador, proteccionista de lo ya establecido. Si no fueran por estos salvajes de la vida y de la literatura, no sabríamos absolutamente nada de las poéticas de Porfirio Barba Jacob, Martín Adán, Alejandra Pizarnick, Jorge Baron Biza, Teresa Wilms Montt, Bernardo Arias Trujillo, Rodrigo Lira, Jaime Saenz, Samuel Rawet, Pablo Palacio, Jorge Cuesta, Ignacio Anzoátegui, Calvert Casey, Rafael José Muñoz, Joaquín Edwards Bello, César Moro y Gustavo Escanlar.

Estaría demás discutir de la calidad de cada uno de estos autores. Pues bien, ellos comparten un lazo común, un sendero vital y existencial malhadado, una actitud ante la vida rubricada por el exceso y la autodestrucción. Sabedora de aquello, Guerriero nos presenta un excelente conjunto de perfiles de estos letraheridos latinoamericanos del siglo XX, diseccionados por una destacada pluma de sus respectivos países de origen, a excepción de Alberto Fuguet (Escanlar de Uruguay) y Rafael Gumucio (Casey de ¿Cuba?).

Cada acercamiento viene marcado por la impronta personal de su escritor designado, la mayoría de estos reconocidos en las parcelas de la ficción, pero que ahora juegan en otra cancha, quizá mucho más complicada que la de los recovecos de la imaginación, la de la no ficción. Ellos se las arreglan muy bien, bajo la asesoría de Guerriero, que los siguió mediante llamadas telefónicas, correos electrónicos y a lo mejor Skype, logrando que los perfiles de sus escritores malditos se metan en nuestra médula, entendiendo la razón del por qué ellos pusieron (involuntariamente) sus propias vidas al servicio de un fin sin recompensa alguna.

Por otra parte, Los malditos también puede leerse como una antología de lo mejorcito de la narrativa latinoamericana actual, en sus páginas nos encontramos con autores consagrados y otros aún por conocer: Alan Pauls, Alejandra Costamagna, Daniel Titinger, Andrés Felipe Solano, Óscar Contardo, Juan Gabriel Vásquez, Edmundo Paz Soldán, Graca Ramos, Gabriela Alemán, Rafael Lemus, Juan José Becerra, R. Gumucio, Boris Muñoz, Roberto Merino, Marco Avilés, Mariana Enríquez y A. Fuguet. Sin duda alguna, ciertos nombres nos brindan la garantía de que esta nómina de cirujanos es todo un lujo.

Líneas arriba dije algo sobre la desazón que sentía al comentar y recomendar libros que aún no llegan a Lima. En teoría este post podría hermanarse con dicha desazón, pero en la práctica no, puesto que a fin de mes llegará Los malditos a esta ciudad gris, gracias a las gestiones de Selecta Librería (769 - 1735) y que desde esta se distribuirá a las principales librerías locales.

A esperar nomás.

2 Comentarios:

Blogger Ricardo Paredes Vassallo dijo...

No quiero apagar el fuego con mi sombrero, pero debo decir que yo no creo que un escritor sea maldito y un otro bendito o de otra laya. El asunto es que escribir, que parece ofrecer una enorme gama de posibilidades solo ofrece dos o tres a todos los que la ejercen: estirar las tripas y cantar al mundo es una, otra pensar el mundo destripando lo que hay en el. Y lo que hace uno y otro, con diferencia de aptitud, es lo mismo. Pues vivimos en un mismo mundo (del pensamiento o donde actua el pensamiento)...

5:54 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

Se respetan todas las opiniones, estimado Ricardo. Ss.
G

10:04 a.m.  

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