Hahn completo (pero ninguneado)
Gracias a Víctor Ruiz tengo
por fin en manos Movimiento perpetuo
(Lustra Editores, 2008), en el que se reúne la producción poética, comprendida
entre 1961 y 2008, del reconocido autor chileno Óscar Hahn.
Llevaba buen tiempo
buscando este libro. En su momento lo tuve pero lo perdí en circunstancias que
no voy a detallar. El reencuentro fue especial, de hecho, y empecé a picar sus
páginas en los minutos de descanso que me imponía mientras armábamos el stand
de Selecta Librería en la feria del libro de la PUCP. Por instantes me sentía
Marc Stanley Fogg, el protagonista de Paul Auster en El palacio de la Luna, que, como bien recuerdan, se valía de cajas
llenas de libros, y selladas, que usaba en su departamento como sillas, mesas y
sillones.
La cuña que sentía a
causa de Movimiento perpetuo
desapareció. Llegué a casa, empecé a leerla y la terminé en dos madrugadas. Los
textos sobre Hahn de Ruiz, Paul Guillén y Carlos López Degregori cumplieron mis
expectativas, escritos desde la admiración, sin caer en la cumplidora
descripción, ampliando y brindando otras alternativas de lectura al universo de
este excelente poeta. Y luego de estos, el concierto verbal que empieza con Esta rosa negra (1961).
Lo ideal sería dedicar
todo el post a esta voz del sur, una de las más originales y difíciles de la
poesía latinoamericana de las últimas décadas. Pero hacerlo sería pasar por
alto una realidad aplastante, hija quizá de una ciencia oculta ligada a la
parcela de la mezquindad y la dejadez. En otras palabras: he tratado de
explicarme a qué se debe el ninguneo, por cuenta del periodismo cultural escrito, que sufrió esta publicación, todo un lujo
para estos lares, que de haber gozado de una relativa difusión, la habría
convertido en uno de los mejores títulos de 2008.
Se dice, y no pocas
veces con razón, que los libros no se mueven solos. Se necesita del empuje del
editor y de la disposición del mismo autor para hacer que el libro no sea una
obra maestra para la familia de este último. La empresa es difícil. Hay que
salir, coordinar, llamar, mandar e-mails. Si consiguen una entrevista, reseña o
estafeta, sienten que les están haciendo un favor; y lo que es peor, bajo esta
vía, que graficaría bien lo que llamo “La otra literatura”, casi siempre se
cuelan entregas menores en calidad que otras que sí lo merecen.
Ahora, “La otra
literatura” no funciona con autores como Hahn. Movimiento perpetuo no necesitaba de la ayuda de nadie. Es de los
libros que se imponen solos, basta abrir el sobre, verlo y pensar de inmediato
en una extensa nota. Es decir, hay que ser un ignorante, un mezquino, para no
darse cuenta de ello. Este aberrante ninguneo confirma, una vez más, lo que
todos sabemos y que solo algunos dicen: el patetismo del periodismo cultural
peruano, sin excepción alguna. Una pena.
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