martes, noviembre 06, 2012

Estilo, velocidad




Conocía algunos relatos del célebre libro de cuentos Historia argentina de Rodrigo Fresán. A lo largo de los años he llegado a tener esta publicación en sus diferentes ediciones. Sabemos pues que se trata de un autor insoslayable de la narrativa contemporánea en castellano, y gran parte de esta referencialidad le debe a este título en cuestión, publicado en 1991 y que convirtió inmediatamente a Fresán en una suerte de estrella de rock.

Meses atrás mi buen amigo Óscar Pita me prestó la edición revisada y aumentada (2009) del libro, incluido en la colección Otra vuelta de tuerca de Anagrama. Recuerdo que le había pedido que me lo preste y él vino un día a la chamba y me lo dio, a lo mejor cansado de tanta insistencia. Cuando llegué a casa me puse a leerlo y no lo cerré hasta terminar su lectura, muy cerca de la medianoche. Me serví café y me puse a leerlo otra vez; de hecho, ahora que hago memoria, no sé cuántas veces lo habré releído.

He querido tener mi propio ejemplar y en todas las librerías a las que he llamado me dicen que está agotado. También le he propuesto a Óscar comprárselo, pero muy a su estilo me ha mandado a la mierda. Más bien, me toca devolvérselo y la verdad que no quiero hacerlo. Es que Historia argentina es una droga que sigue haciendo afecto cuando ya dejó de hacer efecto. Me gusta toda la obra de Fresán, pero este título me resulta excluyente.

Son dieciséis relatos, relatos disfrazados, cuyos tópicos, en manos de otras sensibilidades, habrían pasado como textos del más rancio costumbrismo y del más cantado realismo mimético, es decir: predecibles y atosigantes. Lo que hace el argentino es contar lo mismo, pero de otra manera, algo similar a lo que hacían Borges, Cortázar, Arlt y Marechal (con semejantes referentes, qué escritor no se vuelve un mutante de la escritura), pero desde una mirada invadida por el hibridismo pop, en donde es posible, si es que sabes, si no te pierdes, detectar influencias, en algunos casos caletas, del cine, la ciencia ficción, el rock, el dibujo animado, la política... Una poética con trampas y senderos, es lo que pienso sobre, precisamente, su poética. Y también llena de ironía, que la podemos notar desde el mismo título de la publicación, que no es más que una inteligente provocación, un cierra puertas total a la linealidad narrativa.

Conocemos su vértigo narrativo. No leemos. Volamos. Y pese a la dificultad de su cimiente temática, transmite, nos quedamos pensando en lo que nos cuenta, sin importarnos el laberinto estructural que emplea en sus relatos, pienso en “El aprendiz de brujo”, “La pasión de multitudes”, “El lado de afuera”, “La memoria de un pueblo”, “El protagonista de la novela que todavía no empecé a escribir”, “La Roca Argentina (12 grandes éxitos)” y “La vocación literaria”. En la mayoría de los textos es patente el componente biográfico, una tragedia no delatada por el lamento, demonios que transfiguran constantemente, o sea, “basura” excesivamente productiva.

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