Estilo, velocidad
Conocía algunos relatos
del célebre libro de cuentos Historia
argentina de Rodrigo Fresán. A lo largo de los años he llegado a tener esta
publicación en sus diferentes ediciones. Sabemos pues que se trata de un autor
insoslayable de la narrativa contemporánea en castellano, y gran parte de esta
referencialidad le debe a este título en cuestión, publicado en 1991 y que
convirtió inmediatamente a Fresán en una suerte de estrella de rock.
Meses atrás mi buen
amigo Óscar Pita me prestó la edición revisada y aumentada (2009) del libro,
incluido en la colección Otra vuelta de tuerca de Anagrama. Recuerdo que le
había pedido que me lo preste y él vino un día a la chamba y me lo dio, a lo
mejor cansado de tanta insistencia. Cuando llegué a casa me puse a leerlo y no
lo cerré hasta terminar su lectura, muy cerca de la medianoche. Me serví café y
me puse a leerlo otra vez; de hecho, ahora que hago memoria, no sé cuántas
veces lo habré releído.
He querido tener mi
propio ejemplar y en todas las librerías a las que he llamado me dicen que está
agotado. También le he propuesto a Óscar comprárselo, pero muy a su estilo me
ha mandado a la mierda. Más bien, me toca devolvérselo y la verdad que no
quiero hacerlo. Es que Historia argentina
es una droga que sigue haciendo afecto cuando ya dejó de hacer efecto. Me gusta
toda la obra de Fresán, pero este título me resulta excluyente.
Son dieciséis relatos, relatos
disfrazados, cuyos tópicos, en manos de otras sensibilidades, habrían pasado
como textos del más rancio costumbrismo y del más cantado realismo mimético, es
decir: predecibles y atosigantes. Lo que hace el argentino es contar lo mismo,
pero de otra manera, algo similar a lo que hacían Borges, Cortázar, Arlt y
Marechal (con semejantes referentes, qué escritor no se vuelve un mutante de la
escritura), pero desde una mirada invadida por el hibridismo pop, en donde es
posible, si es que sabes, si no te pierdes, detectar influencias, en algunos
casos caletas, del cine, la ciencia ficción, el rock, el dibujo animado, la
política... Una poética con trampas y senderos, es lo que pienso sobre,
precisamente, su poética. Y también llena de ironía, que la podemos notar desde
el mismo título de la publicación, que no es más que una inteligente provocación,
un cierra puertas total a la linealidad narrativa.
Conocemos su vértigo
narrativo. No leemos. Volamos. Y pese a la dificultad de su cimiente temática,
transmite, nos quedamos pensando en lo que nos cuenta, sin importarnos el
laberinto estructural que emplea en sus relatos, pienso en “El aprendiz de
brujo”, “La pasión de multitudes”, “El lado de afuera”, “La memoria de un
pueblo”, “El protagonista de la novela que todavía no empecé a escribir”, “La
Roca Argentina (12 grandes éxitos)” y “La vocación literaria”. En la mayoría de
los textos es patente el componente biográfico, una tragedia no delatada por el
lamento, demonios que transfiguran constantemente, o sea, “basura”
excesivamente productiva.
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