El documental del gonzo
Con la muerte del
escritor gringo Hunter S. Thompson (1937 – 2005), la literatura de no ficción
perdió a uno de sus más grandes referentes. El periodismo gonzo dejó de existir,
el periodismo gonzo era él, su principio y fin. Los demás: solo patéticas
caricaturas de malditismo impostado.
El gonzo, tal y
como le gustaba que le llamen, llevó una vida signada por el exceso y el
constante quiebre de los límites, exceso y quiebre que también se reflejaba en
su escritura, nutrida por un vesánico estilo con el que dio cuenta de los años
más revoltosos y salvajes de la juventud estadounidense sesentera y setentera.
Cuando se supo de
su suicidio, la noticia no sorprendió a nadie; por el contrario, muchas de sus
amistades y seguidores de su obra sabían
que su decisión había estado pautada, durante decenios, por una inexplicable
dilación, en una especie de intermitente coqueteo tanático.
A tres años de su
muerte, el autor de los imprescindibles Miedo
y asco en Las Vegas, La gran caza del
tiburón y Los ángeles del invierno,
tuvo por fin su documental, documental llamado a ser definitivo, el carpetazo
final a las habladurías sin fundamento que giraban sobre su vida.
Gonzo: The Life And Work Of Dr. Hunter S. Thompson (2008) es una obra que
cumple con las expectativas. El director Alex Gibney, sabedor de las trampas
que significa caer en la ruleta del anecdotario, hace lo más inteligente:
centra su trabajo en los años de plenitud vital, literaria y periodística del gonzo.
No pudo hacerlo mejor, puesto que es precisamente en esa etapa de rebeldía en
la que cimentó su fama (leyenda negra) y poética, una actitud ante la vida que
por más que intentó, no pudo igualar después. En medio de tanta revuelta, su
figura resultó descollante y su manera de reportear influyente para varios
compañeros generacionales. Al respecto, nos topamos con el testimonio de Tom
Wolfe, iluminador y tributario, al punto que declara que sin Los ángeles del infierno, jamás hubiera
escrito el que considero una de las piedras angulares del nuevo periodismo: Ponche de ácido lisérgico.
El ritmo
narrativo empleado por Gibney nos recuerda al vértigo literario de su
protagonista “ausente” y la excelente y sentida lectura de Johnny Depp se
enriquece con las imágenes de archivo del gonzo. Ni qué decir del buen oído (gusto)
del director, puesto que la banda sonora es en sí misma otra protagonista, las
canciones son idóneas, reflejan el espíritu de época, destacando por sobre
todas el “Spirit in the Sky” de Norman Greenbaum.
A pesar de
algunas incoherencias de contenido, como el amorío de Thompson con la cantante
de Jefferson Airplane, Grace Slick, pero consignando en imágenes el “It´s no
Secret” con Toly Anderson, el presente documental no solo tiene el poder de
contagiar interés en quienes recién conocen a Thompson (imperdonable a estas
alturas), sino también la de afianzar conciencias y cimentar vocaciones. Para
qué más.
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