Buco, otra vez
El rock peruano es un tema
harto sensible, del que muchísimos se han llenado la boca, cuando en realidad
ninguno le ha dedicado la debida importancia que demandaba. No es lo mismo ser
un especialista en artículo que uno en largo aliento, puesto que si hay algo
que indefectiblemente notamos en Demoler
y Se acabó el show es la envidiable
dimensión de trabajo de Carlos Torres Rotondo –Buco en adelante.
Pues bien, las
comparaciones entre ambas publicaciones vienen al caso, pero estas tienen que
abocarse a señalar sus grandes diferencias, no su contenido valorativo, puesto
que en Demoler se hablaba de nuestra primera
escena rockera, la comprendida entre 1957 y 1975, al punto que se llegó a
decir, y al respecto no creo que haya duda alguna, y sin ánimos chauvinistas,
que el mejor rock que se hacía en Sudamérica era el de estas tierras. Se
trataba de un libro, bajo ciertos matices, enteramente musical.
Ahora en Se acabó el show. 1985, el estallido del
rock subterráneo (Mutante, 2012), Buco pone sobre la mesa a toda una
generación, generación que vivió la década más complicada y sangrienta de la
historia del Perú contemporáneo. Generación de la desazón, la desesperanza, el
exilio y el frenesí. Una generación que lo tenía todo para perder, pero una
facción de esta, sabiendo que iba a perder, se lanzó a la realización de una
utopía: la música de la furia. Había que gritar, la única opción. Y hubo mucha
gente a la que le gustó esta propuesta que sintonizaba con lo que sentía,
propuesta que también se hizo presente en otras manifestaciones artísticas. No
era para menos, todos estaban inmersos en la misma mierda.
Se
acabó el show presenta algunas trampas, placenteras e
intelectivas, por cierto. Y la mejor manera de disfrutarlo no es asumirlo como
un libro, sino como un documental. ¿Libro objeto?, se preguntara alguno. (Llámalo
como quieras, potencial lector.) Lo que sí tengo en claro es que el formato en
el que se nos narra el estallido del rock subterráneo era el idóneo. Durante el
proceso de su lectura, tenía la sensación de estar ante una narración en 3D,
como golpes canábicos en medio de la frente que enriquecían los testimonios de
los casi cincuenta personajes convocados, convocados a quienes no les interesa
quedar bien con la verdad de la historia oficial –fácil es hablar de la
historia oficial desde la distancia – sino con su verdad, verdad mezquina,
ególatra e irritante, pero que guarda relación con la violencia emocional que
los llevó a hacer no poco, puesto que en medio de las discrepancias y chismes y
los pocos recursos, se llegó a formar un circuito en donde la música venía
repotenciada con el voltaje lírico de sus letras. No había pues espacio para lo
fino y bien trabajado. La gente quería poguear y sacarse la mierda pogueando y
olvidarse que vivían en un país que no les ofrecía absolutamente nada, salvo
frustración.
Lo que es evidente es
que la presente publicación se hubiera visto mermada en el formato de libro que
conocemos. Los recortes de prensa, afiches de conciertos, fotografías,
manifiestos y demás, no son elementos aditivos de la historia, no juegan al
efectismo, son más bien parte del discurso central, discurso en donde el
zurcido invisible de Bucco es no menos que magistral, llevando a buen puerto la
negación de su voz –que vimos en primera persona en Demoler− en pos de una presencia ausente en cada testimonio,
testimonio coral, en especial en aquellos grupos que alimentan y retroalimentan
a la primera camada de rock subterráneo: Leuzemia, Narcosis, Guerrilla urbana,
Zcuela cerrada y Autopsia.
En los últimos años
viene creciendo el interés por la historia del rock peruano. Son cada vez más
las personas que no solo lo consumen, sino que también leen sobre el mismo.
Pero los registros textuales eran pocos, por decir algo. Y en esa escasez de
textos, abundaban los que se escribían por el mero hecho de cumplir, reflejado
en laxas investigaciones, o sea, poca ambición por parte de sus especialistas
de turno. Se hacía necesaria la presencia de un escritor que no solo sea un
intelectual, sino también un comprometido con su tema. Y para bien de todos,
ahora lo tenemos.
Ese es Buco, ¿quién
más?
Lo que ha hecho este
autor es impresionante y me alegra que seamos testigos directos de su proeza,
porque lo que logró solo lo logran los elegidos: Buco escribió Demoler y editó/escribió Se acabó el show, es decir: la tradición
del rock peruano.
No se diga más.
6 Comentarios:
sin duda hay mucho talento pero emergency blanket y charly parra del riego, a mi gusto, me parecen lo mas interesante del rock peruano actual. Parra es ESPECTACULAR con la guitarra.
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Pues no sé qué significa precisamente ese signo de interrogación pero ya que trataste el tema del rock peruano y sobre la gente muy talentosa que constituían este movimiento rockero se me vino a la mente la gente que hace rock hoy. Repito, parra del riego es, a mi gusto, si no el mejor guitarrista de rock de Sudamérica por lo menos del subgénero metal/rock. Y no soy el único que cree eso aunque en esto felizmente – sería muy aburrido- no existe un consenso (algunos no les gustara Slash, otros Becker, otros Vai…)
https://www.youtube.com/watch?v=OMslo-z_mUM
salu2
Hola, anónimo
Los signos de interrogación obedecen a mi desconcierto, ya que tu comentario no se ajusta al contenido del post. El libro del que hablo, trata de lo que se hizo en los ochentas. Y de hecho, hay gente que hace buen rock hoy y sé que tarde o temprano se hará un libro de esta escena. Saludos-
G
Hola Gabriel,
Llegué a tu blog de casualidad, esta nota está muy interesante. Solo una precisión. El libro ha sido co-editado por Carlos Torres Rotondo y Mutante, empresa que también se encargó de la dirección de arte del libro.
Un abrazo,
Nadia
Tienes razón. Este libro es también el reflejo de la responsabilidad con que la gente de Mutante llevará sus próximas ediciones.
Saludos
G
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