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Como en la literatura, en el cine nada
está dicho hasta que te mueres.
Este principio también lo podemos
aplicar al oficio actoral, en el que lamentablemente hemos visto a más de un
actor o actriz que admiramos en roles que poco favor le hacían a esas interpretaciones
que los colocaron en un lugar de privilegio en nuestro imaginario.
He llegado al punto en que no me
preocupa saber cuáles fueron los motivos que los llevaron a elegir papeles en
películas que –desde la primera escena- evidencian una floja elaboración
argumental y técnica. Si como humanos demostramos más de una incoherencia en
nuestras decisiones, con mayor razón los artistas de raza y estirpe.
*
No tengo problema alguno en aceptar que
mi admiración por Nicolas Cage empezó con una película de mero divertimento, en
este caso, una que casualmente contaba también con otros muy buenos actores, como
John Malkovich, John Cusack, Steve Buscemi y Ving Rhames.
Así es, ¿te acuerdas, no? Imposible
olvidar Con Air (1997) de Simon West.
Ha pasado mucho tiempo desde la primera
vez que la vi y en más de una ocasión he barajado la idea de que estos actores
decidieron, en un domingo de parrillada, trabajar juntos en una película sin
ningún afán de trascendencia, en la que pudieran brindar sus indudables dotes histriónicas
a ritmo de entrenamiento.
No sé cuántas he visto esta película.
Solo sé dos cosas. La primera: doy gracias al cielo cada vez que la encuentro
en cable. Y la segunda: gracias a Con Air
empecé a seguirle la ruta a cada uno de sus protagonistas. Este seguimiento no
solo hizo que me sintiera conectado con sus trabajos artísticos, sino también
me permitió descubrir a directores que admiro hasta el día de hoy.
Siguiéndole la ruta a Cage, conocí a
Francis Ford Coppola, David Lynch, Ridley Scott, Martin Scorsese y a los
hermanos Coen. Nombres capitales para cualquiera que se precie de cinéfilo.
*
En Leaving
Las Vegas (1995), de Mike Figgis, más de un mortal se conectó con Cage. Quien
esto escribe nunca más lo ha visto en un papel en el que se acrisole toda su
fuerza histriónica, haciendo de él el actor idóneo para personajes destruidos que
solo viven/sobreviven con la mitad de sus fuerzas físicas y emocionales.
Personajes que transmiten una desolada depresión y un infinito hartazgo por la
vida. Como bien sabemos, a Cage le dieron el Oscar a Mejor Actor por su
interpretación de Ben Sanderson, un guionista ido a menos, abandonado por su
esposa, que viaja a Las Vegas a cumplir una suerte de ritual autodestructivo a punta
de alcohol. Le acompaña Sera, una prostituta generosa y partida interiormente, prostituta
interpretada por la que pudo ser la mayor Sex Symbol de la historia del cine:
Elisabeth Shue.
*
Y como todo gran actor, hubo un tiempo
en que Cage se prestó para las gratificaciones del cine comercial, en trabajos
que más temprano que tarde pasaron al olvido, pero en los que podíamos
percibir, a pesar de lo inane que podían ser sus personajes, a un Cage que se
daba maña para dejar constancia de su carácter actoral.
Pero abusó más de la cuenta de los
dividendos. Y ello trajo consecuencias, puesto que el gran público lo asoció como
un actor de cine de acción que uno dramático. Y sabiendo eso, no se quedó de
brazos cruzados. Hizo los intentos necesarios para probar –a él mismo y a los
demás- que su fama de gran actor no solo se suscribía a su incursión en el cine
de entretenimiento. Empero, esos intentos lo único que hacían era devolvernos
por instantes a este gran actor dramático.
No es exagerado sospechar que estuvo a
nada de perderse en ese agujero negro en el que han caído otros grandes
actores: saberse muy talentosos pero no tener la película idónea para
demostrarlo.
*
A pesar de haber realizado algunos
trabajos para el olvido, el joven director estadounidense David Gordon Green es
uno de los pocos que ostentan una mirada personal. El mundo se enteró de ello
con George Washington (2000),
película que lo posicionó como un director al que no habíamos que dejar de
rastrear… pese a que después hizo algo tan lamentable como Pinneapple Express.
Pues bien, gracias a David Gordon Green
tenemos no solo el rescate de Cage, sino también la mejor actuación de su
carrera, superior varios puntos a lo que nos ofreció en Leaving Las Vegas.
*
Si la memoria no me traiciona, es la
primera vez que estamos ante la madurez y el oficio de Cage en sublime estado
de gracia.
Tengamos las cosas en orden: Cage
sostiene Joe. Pero Joe bien puede sostenerse sin Cage. De
ser este el caso, a lo mejor tengamos una película que bien puede saciar los
parámetros de los espectadores más exigentes, pero lo más probable es que
carezca de ese toque mágico a lo Marlon Brando que esta vez nos regala el
actor.
*
Joe es un tipo que intenta rehacer su
vida.
Aunque la película es cicatera en
información, colegimos que él ha pasado más de un tercio de su vida entrando y
saliendo de las prisiones. Las cicatrices de su cuerpo son las marcas de un
pasado que se justifica entre riñas y reyertas. Sin embargo, su actitud actual
es forzada, pero forzada para bien porque lo único que anhela es vivir en paz
en un pueblo de Mississippi y acallar los recuerdos que lo atormentan. Estos
recuerdos no son más que taras emocionales que le impiden rearmar su vida, por
ejemplo, negándole una oportunidad a Connie (Adriene Mishler), una joven
prostituta que lo quiere. Ocurre que Joe no quiere alterar la paz que ha
encontrado, y rescatar a Connie le significaría un inminente regreso al mundo
violento del que no quiere saber más. Estaría provocando a esa violencia
interna que supuestamente tiene bajo control. Mientras tanto, dirige un grupo
de hombres que cumplen la función de quitarle la vida a los viejos árboles de
los bosques, viejos árboles que luego serán derribados. Joe se muestra afable
con todos sus empleados, hasta que conoce al adolescente Gary (Tye Sheridan),
que le pide trabajo.
Desde el primer intercambio de palabras,
Joe es más que condescendiente y no poco protector con Gary. Joe se ve como
Gary cuando tenía su edad y por esa sencilla razón hará lo posible para que no
se extravíe como él. Además, Gary carga con la maldición de tener un padre
alcohólico llamado Wade -interpretado por un actor no profesional llamado Gary
Poulter-, un mendigo, y enfermo terminal. Pues bien, las apariciones de Wade
son contadas e inquietantes. Estamos pues ante una persona a la que le han
extirpado el discernimiento del bien y del mal. Wade no duda en maltratar a su
mujer e hijos, no duda en alquilar sexualmente a su hija con tal de tener
dinero para comprar alcohol. Sin duda, nos enfrentamos a un personaje que bien
podría ser la metáfora de la amoralidad y al que Joe tendrá que enfrentar con
el fin de liberar a Gary.
(Ahora, y como bien se ha confirmado, la
película ya tiene su toque de leyenda, de leyenda negra dicho sea, puesto que
Poulter falleció semanas después de terminado el rodaje, muy cerca de donde
este se realizó. No pasará mucho tiempo para catalogar la actuación de Poulter
como una de las más oscuras y viscerales en la historia del cine, ni para que
algún entusiasta le haga un perfil.)
*
He visto la película no menos de tres
veces. En cada nuevo acercamiento tenía el convencimiento de presenciar una que
ostentaba la mirada de su director, mirada repotenciada con la participación de
un actor como Cage. Su actuación es comparable con un poema lacónico e
incisivo, que admite licencias gratuitas, que consigue en su aparente sencillez
el mágico toque de la epifanía.
…
Publicado en Cinépata.
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