domingo, septiembre 21, 2014

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Los domingos me dedico a dormir, como bien saben los lectores del blog. Pero hoy domingo me levanté más temprano que de costumbre, puesto que tenía que hacer algunas cosas antes de la 1pm. Sentía sueño, pero nada extremo, nada extremo que un duchazo de agua fría no pudiera solucionar. 
Hice lo que tenía que hacer. 
Al llegar a casa me di con la sorpresa de que estaba solo. Mis padres habían dejado una nota, diciendo que se encontraban donde mi hermano. Eso quería decir que después de mucho tiempo tenía la casa para mí solo, aunque por allí dormía Silvestre, el gato pequeño que empezaría a joder ni bien despertara. 
Leí los periódicos y en las páginas deportivas anunciaban los horarios de los partidos del campeonato local. Entonces, ocurrió lo que nunca ocurre. Prendí la tv y me puse a ver los partidos del campeonato local. O sea, coqueteaba con la mediocridad, y eso que ayer sábado en la mañana me gané con el Real Madrid – Deportivo. Pero bueno, no siempre puedes salir ganador y lo de esta tarde obedeció a que en muchos meses no veía un partido de Alianza Lima en Matute. Pero antes vi un par de partidos a manera de antesala, en los que pude ver y escuchar a algunos jugadores que en años no veía ni escuchaba. Jugadores que lo tenían todo para triunfar, jugadores que no supieron cultivar su cerebro y que ahora son estrellas de los equipos que se burlaban de cuando eran los dueños del mundo. 
Pero esto no solo pasa en el fútbol. 
Pasa en las profesiones y en los oficios artísticos. 
Cuando era un poco más joven me colaba en más de un taller de narrativa, de los muchos que visité, no me olvido del taller de narrativa de San Marcos. En ese taller, vaya suerte la mía, pude conocer a más de un mandamás cultural de hoy que en esa época era no menos que nada, mandamases culturales y literarios que le hacen ascos a su pasado sanmarquino, pero de esos babosos no quiero hablar ahora, sino de esos inéditos escritores que mostraban cuentos de alto vuelo literario y que ahora están perdidos, consagrados a actividades alejadas del ejercicio literario. 
Su talento solo se limitaba para escribir, pero no para forjar un proyecto, ya que carecían de lecturas, no mínimas, sino esenciales, lecturas esenciales para sustentar  precisamente un proyecto. Eran estudiantes de Literatura a los que no les gustaba leer, solo vivían para la gloria inmediata, que la tuvieron en los pasillos de la facultad, entre los arbustos del bosque universitario y en contadas menciones de concursos. Por esa razón, se dejaron estar, pensando que el talento natural tarde o temprano mostraría su epifanía, pero esta epifanía nunca llegó y cuando ellos se dieron cuenta era demasiado tarde, puesto que sus problemas eran otros, problemas que con el tiempo adquirirían cuerpo en algunos, problemas de índole económico en otros. 
Pensé en ellos en la tarde, los pensé en detalle. Cuando me pregunté por qué pensaba en ellos, solo me bastó ver la pantalla del televisor. Donny Neyra perdía un balón y corría como un elefante. He allí la respuesta.

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