sábado, septiembre 20, 2014

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Anoche salía de la librería. No tenía muchos planes inmediatos, aunque sí barajaba sin barajar la posibilidad de ir a Polvos Azules y comprarme quince películas. Recibí también las llamadas de un par de personas que me invitaban a bailar y a tomar algo. Ambas propuestas estaban muy cerca de donde me encontraba, pero desde hace mucho tiempo no hago las cosas por hacer, muy lejos del tonto instinto de cumplir por cumplir.
Caminaba en dirección a la Plaza San Martín, tenía la mente en blanco, como preparándome para el momento vesánico de tener que escoger las películas. Ahora, ese momento vesánico lo sufro no solo con las películas, momento vesánico que no es otra cosa que la ansiedad, la ansiedad que me viene cagando la existencia desde hace ya muy buen tiempo, desde la primera infancia según dice mi madre, más algunas personas que también me quieren y se preocupan por mí aseguran que esta ansiedad se repotenció en la adolescencia.
En dirección a la Plaza me encontraba con pocos artistas, poetas y narradores, que eran la absoluta nada en comparación con la multitud que anhelaba ser vista como artistas, poetas y narradores, que desde sus mesas de los bares me pasaban la voz, a los que solo me limitaba a saludarlos, sin tanta atención porque ya andaba con la mente en blanco, esperando la zarandeada que me depararía la ansiedad.
No estaba bien, necesitaba sacarme la tembladera, que ahora se me presenta con dosis mayores puesto que me cuesta no fumar como antes.
Entonces, ¿qué es lo peor que le puede pasar a un ansioso?
Fácil: Encontrarse con otro ansioso.
Me cruzo con el poeta y activista fundador del grupo Los poetas del asfalto  Richi Lakra.
Richi Lakra me habla del último número del fanzine de la agrupación, me dice que “este PDA va a dar que hablar”. Pero me cuesta seguirle la ruta verbal, son tantas sus ideas que a las justas logro captar algunas, pero sigo escuchándolo, y no quiero pensar en las razones que me dicen que me quede, pero si tuviera que pensarlas, una de ellas sería el respeto que le tengo a Richi, un respeto que descansa en su honestidad literaria y vital, y también por un detalle que milagrosamente no demoré en darme cuenta y que le agradezco sin agradecerle. Richi Lakra es mucho más ansioso que yo y él absorbe mi ansiedad, me limpia de la mierda emocional, siento pues las pulsiones que vuelven a su ritmo normal, mi corazón late como debe latir, la tembladera solo se limita a los pocos cigarros.
Le digo que voy a apoyarlo en el próximo PDA, aunque no tengo la más puta idea de cómo apoyarlo. Pero eso no importa, lo que importa es que tomé mi taxi a casa sin extraños apuros y disfrutando del nocturno paisaje urbano de la ciudad.

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